Ir al contenido principal

Cielo turbio


No soporto los días de cielo turbio, de azul asfixiado, de azul ceniza. Son días que parecen quedarse entre la claridad y su ausencia, a medio camino de ser nublados o ser despejados. Uno levanta la mirada y se encuentra un lamparón derramado de luz. Y resulta que es el Sol, agónico y confuso, detrás de un intento de nubes que no se sienten capaces de ser nubes de verdad. Estos días de ambigüedad luminosa, que no se atreven a ser azul cobalto y esplendente o gris compacto y lluvioso, son unos días cobardes e hipócritas que quieren quedar bien con todo el mundo, que buscan un aplauso cómodo de mayorías y encuentran el abucheo de quienes no comulgamos con las indefiniciones. Porque las indefiniciones son traicioneras y acaban dándote una puñalada por la espalda cuando menos lo esperas. Son como esa gente de sonrisa intermedia, de mirada intermedia, de razón intermedia, que, si te das media vuelta, se decantan por la mitad que te ofende. Y viceversa. Es gente que me suena a la queja de Fray Luis en su oda A Nuestra Señora:

…a cien flechas estoy que me rodean,
que en herirme se emplean;
siento el dolor, mas no veo la mano,
ni me es dado el huir ni el escudarme…

¡Y bien que sabía Fray Luis de esas dobles verdades!

Definitivamente, hay que estar con Parménides, que, por cierto, es lo mismo que estar con Platón. El ser o el no ser, el día de luz o el día de oscuridad, la mano tendida y franca o la espada esgrimida con nobleza. Nunca la síntesis perversa, jamás la ambivalente comodidad.

Por eso me gustan las matemáticas –donde “x” es igual a 2– y me cabrea la estadística –donde “x” podría ser 2 o podría ser 4–, que, desde que se alió con las ciencias humanas, no ha hecho sino llenarlo todo de medias verdades. Una media verdad siempre corrompe porque, según quien la enuncie, acaba por convertirse en una verdad de apariencia entera. Lo que es terrible por demagógico.

Comentarios

  1. Breve asueto.

    Completamente de acuerdo con la dicotomía estadística/matemática.

    Una reflexión que te va a parecer una burrada, pero que siempre me ronda la cabeza cuando pienso en la fe: ¿podríamos decir que ésta consiste en creer que el ser de Parménides, de alguna manera, no es perfecto porque de él han surgido entes imperfectos y falibles (Ángel Caído, libre albedrío, pecado original, hombre), pero al mismo tiempo es más que perfecto, porque todo eso ya lo tenía previsto y es capaz de relacionarse con lo pasajero? Es un planteamiento raro, y quizás contrario a los intentos de racionalizar la fe, pero es el único que se me ocurre para emparejarlas.

    Perdón por la boutade jajajjaja

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  2. En primer lugar, Fran, gracias por dedicarme tu “asueto”.
    En cuanto a lo que dices, lo cierto es que resulta bastante difícil de emparejar el ser de Parménides con la fe. Digamos que éste es bastante hostil a la hora de producir nada y excesivamente narcisista como para decidirse a ello. En realidad, se niega por principio a que exista algo distinto de él. Salvando este escollo, y olvidándonos de Parménides, tu reflexión se referiría a un Ser perfecto que “crea” (no surge de él) otro que “se le parece un poco”, aunque suele hacer todo bastante mal, menos algunos que, al parecer, lo hacen redondamente bien. ¿Es torpeza de Dios? ¿Es que, por el contrario, por saberlo ya todo, tenía previsto el desaguisado y preparaba su estelar entrada en escena? Yo creo que no; para mí es algo mejor, más vigoroso, más consecuente. Hay un signo de grandeza y de divina generosidad en un planteamiento que, más o menos, podría ser así: “muchacho (se dirige a Adán) sé lo que vas a hacer, pero también sé de lo que eres capaz; te hago semejante para que me iguales, y tanto te quiero que deseo que el mérito sea tuyo; así que te creo (de crear, claro) libre. Tú eres tu dueño; yo, sólo tu referente. No hagas demasiadas tonterías. De todas formas, te echaré una manita”.
    A mi me parece que la verdadera fe es la que tiene Dios en nosotros, porque “sabe” que, si “queremos”, somos capaces de cualquier cosa. Hasta de Él.
    Un abrazo, y no te distraigas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc