Ir al contenido principal

El cáncer vertical


Nos hemos vuelto periféricos, y la periferia es condición de enajenación, de extrañamiento desconcertado, de destrozo en el alma que se vuelve del revés, como un guante, y deja al aire todas sus costuras. Hace años decía cosas así un poco metafóricamente, como un augur que leyera el vuelo de las aves y las entrañas de las tórtolas. Hoy es un hecho tan palmario que su enunciado se ha vuelto tristemente verdad, carne de crónica cotidiana que, sin embargo, nos deja indiferentes. La falta de uno para uno mismo es un síndrome terrible. Ya nadie está en nadie. Todos –los más jóvenes, más– están “en otra parte”, asediados, necesitados del asedio, de una estimulación constante, de una diversión permanente. Sólo los ancianos caminan por las calles solos, pensando o recordando, o llorando hacia dentro. Sólo ellos van con ellos. Los demás van con otra cosa, junto a algún género de ruido que no supera los niveles inferiores del encéfalo. Pura “sensorialidad”, exterioridad casi unicelular, bacteriana, biológicamente primitiva. Ya he dicho otras veces que no se le da tiempo al pensamiento, que nuestros días están desentrenados en su ejercicio, que no se disfruta de nada porque únicamente se pretende que todo “distraiga”. Qué verbo tan horrible, tan “antiaristotélico”, para condensar hogaño el ideal común de felicidad: “distraer”, divertir, apartar la atención, vaciar la cabeza

Cada vez me asusta menos la experimentación genética: es mucho más aterradora la evolución histórica. La “deshumanización” social está consiguiendo un engendro biológico de difícil taxonomía, una especie que se aburre de sí misma, que se enajena a sí misma, que se destruye desde ella misma... ¡Un cáncer vertical, implume y bípedo!

Comentarios

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada