Me mintieron. No son hermosas ni seductoras sus voces. No confunden con noticias de paraísos caídos en islas fascinantes ni crece mi sabiduría por oírlas. No dicen nada que no sea dolor o aviso de tristeza. Su canto es advertencia de oscuros alborotos, de incendios, de enfermedades, de agonías, de muertes... Desatadme y huyamos de este infierno.
Cruza de nuevo otra sirena inquietante.
No sé qué ocurre los domingos de madrugada, pero hoy quisiera descansar en Ítaca contigo .
http://romanicoburgales.blogspot.com/2007/11/bestiario-romnico-i.html
ResponderEliminarhttp://www.oronoz.com/imagenes/thumbails/thumbails01/017798.jpg
La sirenas de Odiseo eran curiosidad, tentación y muerte, las del bestiario medieval son proyección del terror y el pecado, las que cruzan por nuestras ciudades son noticia de un dolor real y ajeno; a veces, propio.
ResponderEliminarGracias, Francisco, por tu visita.
Ya te dije yo que esas cosas no quitan el hambre; el otro día eran fantasmas y hoy sirenas…En fin, como no me vas a hacer caso y quién sabe qué catálogo de bichos tienes guardado por ahí, no quiero insistir. Pero cómo pudiste compararlos con la pobre Rigoletta (que no me extraña que esté de sequía: no es nada fácil producir versos redondos) Sus locuras son de verdad, aunque de memoria, y son de ella y además de ocurrir acaban bien.
ResponderEliminarUna buena pero no perfecta solución para que no nos mientan es no tener ganas de que lo hagan y lo que les pasa a los domingos de madrugada es que son sábados por la noche.
Y yo, desde luego, con estas simplicidades nunca seré poeta.
Cuídate.
Betty B.
Descansaremos en Itaca y quitaremos los disfraces a las sirenas.
ResponderEliminarA pesar de repartirnos la desilusión del descubrimiento su sabor no será la mitad de ácido.
Dormirás las horas impares y yo las pares, porque cuentan que de vez en cuando aparece una verdadera.
Un placer leerte, profe.
Ana.
No, Betty B., no me alimento de tan extrañas criaturas. Lo que me pasa con esos sábados por la noche o madrugadas de domingo es que me tienen en vilo con el ir y venir de las dichosas sirenas, que vienen y van por la ciudad mucho más de lo que es habitual. Por eso, este anti-Odiseo pide que le desaten: no quiere su encuentro, sino su total ausencia.
ResponderEliminarPor cierto, hoy me han dicho que el “poema” de Rigoletta ya va por la espinela. ¡Una atrocidad!
Veré si es rentable eso de “cuidarse”.
Y gracias por tu visita.
Espero que hayas oído la carcajada. Qué bien viene de vez en cuando.
ResponderEliminarYo no sé para qué me preocupo por ti, si es a mí a la que confunden los sábados.
Pero sí, de éstas también hay que procurar mantenerse lejos.
Un saludo.
Betty B.
Ana, no me refería a las sirenas de tu anterior comentario. Deja a éstas donde estén y como estén: con toda seguridad de ellas no hay que huir. Por eso, mejor que dormir unas u otras horas, es preferible soñarlas todas. La verdad, entonces, estará garantizada.
ResponderEliminarLo de “profe” me ha descolocado. Ana, es una crueldad, para mis años, que me arrojes así a la descortesía: ¿te he tenido alguna vez como alumna?
Gracias en cualquier caso por tus palabras.
¡Ay!, Betty B., qué lección me has dado. Y qué mal escribo. Las dichosas “sirenas” tienen demasiadas lecturas: son confusas, ambivalentes, desconcertantes. Lo único claro es que necesito descansar… En Ítaca o donde sea.
ResponderEliminarGracias otra vez.
No, no....yo hablaba de tus mismas sirenas. No todas llevan negrura en sus entrañas.....algunas aún mantienen algo de luz y esperanza aunque todas tengan el mismo sonido violento.Por eso hay que quitarles el disfraz y estar atentos.
ResponderEliminarCómo voy a arrojarte a la descortesia? Tengo gran respeto por esa profesión a la que por cierto pertenezco. Sólo era un guiño. No te enfades.
Un saludo.
Ana
¡Ya decía yo que esa limpia prosa, tenía aire de capas altas!
ResponderEliminarBien hallada, pues, colega Ana. Y tienes razón: haberlas, haylas con más amable hechura y de mejor augurio.
Encantado por el cruce de oficios.
Un saludo.