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Servicio de imaginaria


Están dormidas. La mayoría. Algunas remolonean durante la larga noche. No sé por qué me toca tan a menudo este servicio. No es que sea duro: en realidad, no hago nada. No paso frío ni calor, no tengo que soportar la lluvia ni la nieve ni que me duelan los ojos con el frío del amanecer o con el sol que cumple puntual la obligación del día. Sólo tengo que estar. En vela, desde luego, pero nada más. Cumplir la imaginaria consiste en eso, en vigilar el sueño de todas las almas. Sólo en eso; para que, cuando amanezca, se calcen la vigilia de su ilusa voluptuosidad.

Comentarios

  1. Las imaginarias siempre dieron mucho de sí. Tres o cuatro poemas se los debo a mis imaginarias de Pamplona y buena parte de los demás a otras imaginarias libremente elegidas.

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  2. Pues, ya sabes, amigo Julio, de eso se trata. Primera y cuarta son más cómodas. Segunda y tercera son terribles. Pero es peor la permanente, que coincide con las "libremente elegidas".
    Un abrazo.

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  3. Me encanta la última imagen: "para que, cuando amanezca, se calcen la vigilia de su ilusa voluptuosidad."

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  4. Muchas gracias, Fran, vigilante amigo.
    Un abrazo.

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