Por el valle galopa, por el valle,
la seria multitud de la esperanza.
Por el llano se acerca incontenible
la nube de advertencias que levanta.
Por las calles se adentra su abandono
como una muchedumbre extenuada.
Por los parques se entrena la miseria,
la tristeza, la muerte, la desgracia…
Y en la ciudad acampa finalmente
–la culpable ciudad– toda la infamia.
(22 de abril de 2008)
Cúantas cosas en pocas líneas. La esperanza, los inquietantes paisajes y el juicio final. El pantocrátor justiciero con un dedo que acusa, que en nuestros tiempos sería un bisturí trepanador. Y la infamia flotando desde el principio en esa nube, casi como una superstición. La culpable ciudad ahí esperando. Es muy impactante pero es una visión que asfixia. Lo único que no me gusta es el título, porque no me recuerda a un examen de conciencia sino a una canción, a una canción popular que cuenta un suceso infame.
ResponderEliminarDesoladoramente exacto y arrollador.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Betty B. El examen de conciencia es una exigencia de las ciudades desarrolladas ante esa "seria multitud de esperanza" que le está llegando desde todos los rincones maltratados del mundo. Esa es la "infamia" de nuestra confortable circunstancia.
ResponderEliminarInconscientemente, Francisco, creo que me ha estado rondando la cabeza mientras escribía una criatura ecuatoguineana de 19 años, exalumna del centro mío, que murió anteayer de cáncer de huesos. Es terrible llegar al paraíso para morir en él.
ResponderEliminarSin duda. Qué pena, la verdad.
ResponderEliminarYo escribí, hace unos meses, un cuento sobre un alumno mío al que atropellaron y asesinaron voluntariamente. Lo titulé "Hermaion" y también habla del paraíso ni siquiera conocido. Y del robo constante de la vida a la propia vida.
ResponderEliminarMe gustaría mucho leerlo, Fran.
ResponderEliminarMuy lograda la imagen del galope y la estela de polvo, Antonio. Lo habrás visto en la prensa nacional: por culpa de un bulo que circuló por SMS, que anunciaba una regularización extraordinaria, a Cádiz llegaron hace poco dos centenares de esa "seria multitud de la esperanza". A pesar de que los funcionarios les advertían de que todo era un bulo, ahí seguían, cada mañana (bajo la lluvia torrencial), haciendo cola delante de la subdelegación del Gobierno. Pensando en ellos escribí "Rigobertita", que puedes leer en mis Silenos.
ResponderEliminarAbundando en la seriedad que corresponde, Antonio, tu texto "Rigobertita" es seriamente triste. Mucho de circunspección y no poco de tristeza es de rigor que se exija a nuestro mundo para hacer frente a tanta tragedia. Y una justicia implacable para quienes la comercializan, me da lo mismo cómo.
ResponderEliminarGracias por tu visita y tus palabras.