Ir al contenido principal

Un analgésico provisional


A las siete cuarenta y cinco de la mañana uno entretiene, como puede, su habitual atasco en la M-206 (fecundada generosamente a esas horas por la M-45). Yo suelo recurrir a una serie de operaciones rutinarias para combatir el tedio: enciendo un cigarrillo, escucho música, calibro la edad del año según el color de los sembrados que me rodean, o cuento los aviones que están en cola de espera queriéndose ya Barajas. Aunque también, a veces, hay momentos de sensorial delicia. Sin ir más lejos, esta mañana.

Siete cuarenta y cinco del día tres de abril del año en curso. A la derecha, una raya de luz comba, dudosa de ser oro o de ser sangre, sostenida por la rectitud lejana del horizonte. A la izquierda, la remota corvadura del Guadarrama, con algunos picos, aún en invernal memoria, blanco-rojizos, de nieve de retirada, de sol recién nacido, ése que tiene la costumbre de besar primero las tierras más altas. Y en medio, a mitad de camino entre el amanecer y la altura, un coche, una música, un cigarro y un especulador del amanecer detrás del último. Vista, oído, paladar… y soledad de obligaciones presumidas. E lucevan le stelle… “¡Qué mal le va a ir a este pobre Cavaradossi!” A siete kilómetros por hora, calada profunda. La raya cada vez mas comba. La nieve de retirada, cada vez más encendida. Unos treinta metros hasta la incorporación. Svanì per sempre il sogno mio d’amore… En el salpicadero, los contadores empiezan a aligerarse… La duda del horizonte se resuelve, de pronto, en explosión de oro luminoso, los picos del Guadarrama se deciden por la blancura, la velocidad empieza a hacer honor a su nombre; entro en la rotonda y Cavaradossi, como el sol, sube, sube, sube… E non ho amato mai tanto la vita!…

Ha ocurrido así, todo simultáneo y coincidente, como un relámpago de brillante cenestesia contra el tedio cotidiano… Aunque Tosca no tenga un final feliz. Aunque la cenestesia no sea nada más que un analgésico provisional del alma.

Comentarios

  1. Es que no pude evitar ponerlo en su sitio, Antonio. Ana, que es muy inteligente, leyó la palabra corregida, como un servido. Para los viajes con atasco, anímate, ponte a Elefthería Arvanitaki: ya te pasaré algo.

    ResponderEliminar
  2. No tiene importancia; y no vayas a pensar que me ha molestado. También sé que lo leísteis como “se suponía”. La aclaración es consecuencia de la molestia perceptiva. Nada más.
    En cuanto a los atascos, probaré el consejo (acabo de hacer una aproximación en “youtube”).
    Y… ¡adelante! Te veo con estro favorable.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Qué hermoso.

    Yo me animaba con los contraluces perfectos e industriales de Vicálvaro. Y entre Torrejón y San Fernando el amanecer del Cercanías merecía también la pena.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Posdata: yo siempre llevo en los auriculares "Un bel di vedremo..."

    ResponderEliminar
  5. Un disparo de luz, aunque sea breve, merece la pena. En nosotros está mantener su efecto a flote para que salve las esquinas oscuras del resto del dia.

    Un saludo.
    Ana.

    ResponderEliminar
  6. Gracias, Francisco. Es ese mismo recorrido. He visto muchos preciosos, sobre todo en invierno, con niebla baja, esa que rezuma la tierra unos pocos metros. A veces sorprende que la vulgaridad de un paisaje habitual pueda adornarse de modo tan exquisito.

    ResponderEliminar
  7. Ay, Ana, elegante Ana, siempre con un punto de corrección adecuado: "En nosotros está mantener su efecto a flote para que salve las esquinas oscuras del resto del día."
    Gracias y un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Es que Puccini es mucho más eficaz que el ibuprofeno, amigo Fran.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc