Al cabo, una elipse con intención de círculo es quien nos elige. Quiero decir que pone el sello de la vida en el vacío de la noche. Un trocito de materia fría, semirredondo, dando vueltas a otro trocito algo mayor de ardorosa materia… Y nosotros, en el primero, minúsculas criaturas hechas de una insignificante grandeza. Y por este deambular así, girando y girando, acabamos víctimas de la seducción de los ciclos. En el fondo, toda la historia del hombre es geometría, toda su vida resolución de sucesivas ecuaciones con ese extravagante número π como constante. Los griegos fueron quienes mejor lo entendieron. Siglos después, Nietzsche.
Pocos quehaceres humanos hay tan fieles a este postulado como la enseñanza. Cuantos hacen la vida en sus trirremes saben hasta qué punto esto es cierto. Cada día, cada semana, cada mes, cada trimestre, cada curso… son un constante volver de indefinidos volveres. Me he sorprendido a veces en las mismas palabras, en los mismos rincones, en reflexiones idénticas. Me ha trastornado ser una constante encadenada al remo de la misma memoria.
Me entenderán mejor quienes hayan estado enamorados, quienes hayan sufrido alguna vez el desconcierto de pensar tenerlo todo bajo el control del alma, para descubrir, de pronto, que un gesto, un ademán, un instante repetidamente irrepetible ha puesto el mundo boca abajo, ha dejado todo exactamente igual que en el principio.
Y es en este momento cuando Sísifo comprende la hermosa condición de su condena.
Precioso texto, coronado al final con esa acertada evocación del amor. Sin duda Sísifo es trasunto del docente de Secundaria de hoy.
ResponderEliminar¿Lo ves? Tenías que volver.
Muchas gracias, Antonio.
ResponderEliminarLo de “volver” es por la “piedra” que os enviamos, ¿no?
Un saludo.
Cuántas versiones del mito de Sísifo podrían hacerse, seguramente una por persona. Mejor Nietzsche en primavera que la contabilidad general: armar esos puzzles día tras día, cada asiento contable, cada libro mayor, cada cuenta de resultados, cada cierre de ejercicio que se solapa con otro que vuelve a empezar (pero se cierra), saldos, remanentes, pocas palabras y la impresión de estar jugando a algo para siempre, siempre, siempre. Difícil encontrar la seducción de esos ciclos, incluso teniendo en cuenta la extravagancia de algunos números, mejor salir de allí y caer en otros que hagan la condena más hermosa.
ResponderEliminarHas vuelto muy bien.
Un saludo.
“Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a la cima basta para llenar un corazón de hombre.
ResponderEliminarHay que imaginar a Sísifo dichoso.”
No es el Sísifo en que yo pienso, sino el de Camus. En cualquier caso, responde espléndidamente a lo que apuntas. Cambia “granos” por “asiento contable”; “trozo mineral” por “cierre de ejercicio” y “Sísifo” por “Betty B.”. Al final verás que el texto acaba diciendo: “Hay que imaginar a Betty B. dichosa.”
Gracias por tu visita.
Es un texto hermosísimo. Fantástico.
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