En el sistema operativo del alma, hay también una papelera de reciclaje. No es como la de Windows porque está oculta, pero cumple el mismo cometido. Lo que ocurre es que la gente no lo sabe. Por eso, cuando se quiere borrar un archivo doloroso, una impronta de tristeza, acudimos al explorador de la vigilia y seleccionamos la opción “eliminar”. Pero aquí no hay aviso, aquí no se pide ninguna confirmación de envío a ninguna parte. Simplemente desaparece; y creemos que así ha ocurrido porque volvemos a sonreír y a gastar bromas y a hacer planes más o menos ilusionados. Qué ingenuidad: todo sigue allí, en esa papelera escondida, como un montón de folios arruinados en su aparente olvido. A veces, cuando circula el viento de los sueños, se levanta uno de estos folios hasta nuestra mirada. Y leemos su arrugada y confusa escritura con la misma lágrima o con igual deseo que si estuviéramos despiertos.
Existen especialistas informático-anímicos capaces de borrar esta papelera de reciclaje. Pero ni incluso así está garantizada la eliminación definitiva. Sólo un formateo a bajo nivel, según los más entendidos, es capaz de borrar la contumacia de la memoria dolorosa.
De lo que no estoy seguro es de si tal formateo no es más que un eufemismo de la muerte.
Jo, qué bueno.
ResponderEliminarHabrá que aprender a vivir con esa papelera de reciclaje del alma, qué remedio...
Permíteme una boutade: mientras el disco duro siga funcionando, algo habrá aprovechable en la vida. Lo malo será cuando el disco ya no se ponga duro...
ResponderEliminar(Por supuesto, entenderé que no publiques este comentario, que desentona mucho en tu tan intensa entrada, por la que te felicito)
En efecto, Juan Antonio, ni cambiando de sistema se libra uno: Linux también la tiene.
ResponderEliminarjajajaja...
ResponderEliminarSólo que te confundes, amigo Octavio, tú estás pensando en un "pendrive".
Gracias Antonio; eres un buen amigo. Hoy ha sido el resumen de una vida. Una de tantas.
ResponderEliminar...y como diría Ortega, "insustituible" y "necesaria". Como tantas, como todas...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
El símil es tan moderno como inquietante. Estoy de acuerdo contigo en que queda una "basura residual" que no se borra del todo y sigue contaminando secretamente. Pero la vida es eso: una degeneración por dentro y por fuera, aunque nos empeñemos en llevarla con una sonrisa.
ResponderEliminarEn efecto, Antonio; y, como mejor que yo sabes, quizá por eso “persona” es máscara y nuestra voz un eco disfrazado.
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