No fue culpa de Euclides; él hablaba
por una decisión enfurecida
de ser recta la recta y ser medida
de un punto que a otro punto encadenaba;
de ser ella la mínima, la esclava
de exacta rectitud, la definida
distancia entre uno y otro, tensa brida
que una nada a otra nada entrelazaba.
Mas nosotros supimos que fue vano
axioma de una recta prisionera
aquella noche de calimas calmas.
Que allí, en la esquina estricta del verano,
tú y yo callamos… Y el silencio era
la distancia más corta entre las almas.
(29 de junio de 2008)
Espléndido y redondo. Me gustan especialmente los tercetos, con esas aliteraciones terminantes. Mi enhorabuena, Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Juan Manuel, por tu generosa valoración.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amor y geometría y poemas, unir eso es una de tus (muchas) peculiaridades. Las tres cosas me parecen intentos conmovedores de atrapar la realidad mirándola a través de espacios más pequeños y comprensibles, más amables, más a la medida de nuestras mentes. No se puede leer el amor pero sí un poema, no se puede ver la inmensidad pero se puede mirar un triángulo. Sin embargo, tal vez la inmensidad es más cierta que un triángulo y el silencio, como dices, más claro que una línea recta.
ResponderEliminarMuy bonito. Saludos, Antonio.
Olga, muchas gracias por tu precioso comentario. Lo único que ante él puedo es rezar porque el poema esté a su altura.
ResponderEliminarBesos.
Siempre el silencio, como ley inexorable.
ResponderEliminarMagnífico poema e impresionante capacidad la suya para los sonetos.
Un saludo,
Hernán
“Siempre el silencio, como ley inexorable”… Dices verdad, amigo Hernán. Tanto es así que si yo fuese mi “crítico-enemigo” literario, me reprocharía: “¡demasiadas palabras para concluir la importancia del silencio!”
ResponderEliminarPero tú perteneces a los “críticos-amigos”. Así que… muchas gracias por tu comentario.
Un saludo.
"El silencio es la mejor forma de comunicación, no porque no haya nada que decir, sino porque las palabras se quedan cortas." Lo dijo en clase mi profesor de Literatura, cuando yo tenía quince años. Ahora ya no cumpliré cuarenta y lo sigo recordando, y hoy viene como anillo al dedo para tu soneto, hermoso como siempre.
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