A mi padre con tristeza, a mí por un presagio
Todo olvido es una aniquilación de la realidad, una descomposición de la circunstancia que aísla cruelmente la identidad propia. La desaparición de los hechos en la memoria es la conversión del paisaje del alma en una inhóspita y terrible llanura. Nada existe sino el abandono, el silencio y el frío; nada, sino la inabarcable soledad de los desiertos. Cuando la memoria muere, el mundo muere antes que uno mismo. Sólo queda la pregunta vacía de preguntas, el doloroso desconcierto de seguir estando vivo y no saberlo.
La legión del olvido es el ejército más cruel, más brutal, más implacable a que debe enfrentarse en la vejez el hombre.
Coincido contigo en la imagen del olvido como un páramo. Somos lo que somos porque la memoria actúa como nuestro anclaje con el mundo y el tiempo. Sin ese anclaje, nos desmoronamos. Saludos.
ResponderEliminarExacto. Así, ni más ni menos.
ResponderEliminarUn abrazo,
Francisco
El corazón también tiene memoria, Antonio. Y recuerdos (ya lo dice sabiamente la palabra). Y lenguaje. Un lenguaje no aprendido (como el "cantar sabroso" de las aves de Fray Luis) y casi siempre arrinconado, que, para comunicarnos, nos obligan a recuperar.
ResponderEliminarUn abrazo y, si me lo permites, con todo cariño, déjate de presagios.
Gracias Antonio, Francisco y Pasabaxaquí por vuestra amable compañía siempre.
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