Ir al contenido principal

La supernova

.


Parece un chal de sangre, un velo de muerte ondeando en algún refugio de la noche. De hecho lo es: rastro de la vida de una estrella, explosión lejanísima en el tiempo y la distancia. Tal vez, esté por ahí fuera circulando ahora la tristeza de Isadora Duncan.

Robo la foto del ojo artificial del Hubble, capaz de ver lo que es inconcebible. Como Prometeo (que no lo soy ni en broma) la robo de la noche de los dioses. Para vosotros si pasáis por aquí. Para vosotros, si disponéis de un instante para configurar su hermosura.

Fue un astro lejanísimo que invadió la oscuridad y el día de presagios terribles. Dicen que ocurrió por mayo. Dicen que en el 1006, poco después de que Macbeth, el de verdad, gateara por el mundo. Para nosotros es una tilde de belleza, una virgulilla casi irreal de algún lugar que insiste en su memoria.

Si el universo es bello, lo es gracias a nosotros que hacemos posible la conciencia de su posibilidad.


Comentarios

  1. Gracias por el robo de la fotografía Y también por el texto, que explica esa fotografía pero habla sobre todo de tu forma de mirar. El universo mareante y sus complicadas cuestiones, esa “explosión lejanísima en el tiempo y la distancia”, unida por ti a la tristeza de Isadora Duncan y su chal de muerte. Y el rastro físico de la vida de una estrella visto como una “virgulilla casi irreal de algún lugar que insiste en su memoria”. Me parece muy hermoso, escribiría más pero me tengo que ir a mirar un poco el cielo…
    Buenas noches, Antonio.

    ResponderEliminar
  2. Sin duda, gracias a ti, Olga. Y haces bien en asomarte al cielo: está lleno de prodigios “insignificantes”. Sólo por la lejanía… porque, realmente, son “enormidad”.
    Feliz y despejada noche (sólo durante la contemplación, no mientras el sueño).
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Hermosísima imagen, Antonio. ¡Cuánto del cielo se nos escapa por tener los ojos a ras de suelo! Tu texto, como siempre, imprescindible.
    Escribo esto después de haber visto en televisión, en directo, el discurso emocionado de Ingrid Bethancourt, recién liberada, después de casi siete años de cautiverio en manos de las FARC. Seguro que para ella y sus compañeros liberados este cielo tiene hoy otra dimensión.

    ResponderEliminar
  4. Tu comentario se inicia con una foto hermosísima y culmina con una frase brillante y profunda. En fin, que has hecho hoy un poco más bello el universo.

    ResponderEliminar
  5. Se trata de un texto fabuloso, sin duda. Lo relativo y la Ley en un mismo espacio.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Es verdad, Antonio, que hay mucho cielo que “se nos escapa”. Un imperdonable olvido éste de no mirarlo con más frecuencia. Es seguro que, si lo hiciéramos, tendríamos conciencia real de por qué es grande nuestra insignificania y de por qué son insignificantes nuestras precarias “grandezas” de barro. Creo que no nos haríamos daño unos otros con tan prescindible crueldad.

    Gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  7. La verdad, Juan Antonio, es que lo hacemos bello todos: si no hubiera espectador, tampoco habría espectáculo. El cielo nos debe la mitad de su maravilla y nosotros le adeudamos la otra mitad; la pena es que a veces lo olvidamos.
    Muchas gracias por tu comentario(por cierto, ¿qué tal llevas julio?).

    ResponderEliminar
  8. De momento, lo sobrellevo. No paro en todo el día, pero no me voy dejando cosas atrás, y eso ya es mucho. A mediados de mes te contaré, a ver qué tal va el cansancio acumulado. Qué te voy a contar a ti que no sepas...

    ResponderEliminar
  9. Es que no hay nada como esos "tres meses de vacaciones" (?) que disfrutamos ¿verdad?...
    Un abrazo, Juan Antonio, desde la "incomprensión social" y gracias también por tus otros comentarios.

    ResponderEliminar
  10. Muchas gracias Hernán. Lo sorprendente de la noche es que está llena de huellas "hermosísimas" de su propia destrucción. Contradictorio sin duda.
    Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada