Ir al contenido principal

Rosa de naufragios


La he mirado una vez. Y dos. Y cientos
de veces la he mirado. La he tenido
al alcance del alma, de un latido
del alma, fugazmente… Y en momentos

de esos que no se cuentan, que son cuentos
de lágrimas en blanco del olvido,
la he creído verdad, me la he creído
norte vivo en la rosa de mis vientos.

La he mirado. Y a veces parecía
que era tierra real, que allí aguardaba
la fe de amanecer… Dulces presagios

que llenaron de mar la luz del día:
eran sueños de salva que inventaba
tu mirada en mi rosa de naufragios.

(8 de julio de 2008)

Comentarios

  1. Se trata de un poema emocionante. Enhorabuena por el cromatismo de los sentimientos que en él despliegas.
    Un saludo,
    Hernán

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Hernán, tan amable siempre.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Y muchas gracias, Olga, siempre tan sincera.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Me gusta este soneto, Antonio, en especial los cuatro primeros versos y ese encabalgamiento "Y en momentos..." que no rompe, sino todo lo contrario, con las palabras precedentes.

    ResponderEliminar
  5. Hoy has estado especialmente inspirado, Antonio. Coincidimos en loas resonancias marinas, mira tú por donde: mi soneto de hoy (o de ayer) se llama "amor y mar". Increíble vicio este el de "sonetear"

    ResponderEliminar
  6. Eso que dices, Antonio, es, claro está, lo que debe ocurrir con los encabalgamientos para que no parezcan zancadillas en el ritmo un poema. Te agradezco que así lo valores en este caso al igual que tus otras palabras sobre este soneto.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias, Octavio. Ya he leído el tuyo, cuya ejecución aplaudo, de también "resonancias marinas", como dices, aunque en él sea el mar precisamente lo que se pretende, y en el mío, la tierra por una especie de "holandés errante".
    Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada