Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2008

Examen de conciencia

. Me dan lo mismo los análisis políticos, las disecciones ideológicas o la anatomía de las creencias. Me dan exactamente igual las culturas tras sus palabras o las civilizaciones bajo sus silogismos. Me importa un bledo el rigor erudito de las fortalezas en que quiere refugiarse la justicia, la cuota miserable de mentirosas ecuaciones que enarbola exponentes de equidades perdidas. Cuando veo la foto de un niño muerto en Gaza hace unas pocas horas, cuando leo que en el Congo se asesinó a 150 personas en un templo durante un concierto de Navidad, cuando repaso la delirante crónica “habitual” de esa bestialidad que con patético e incomprensible “eufemismo” han decidido llamar “violencia de género”, cuando un pretendido intelectual de mierda intenta poner zancadillas a la inteligencia para que el tiro en la nuca de un mafioso parezca la bandera de una idea… Cuando la vida humana no vale nada, los argumentos valen aún menos. Cuando la persona pasa a ser renglón intercambiable por razones,

Segunda parte. Ahora que hablamos de la felicidad…

. Para Francisco (y perdón por el retraso en el “combate”: he estado fuera de casa todo el sábado) Cometí un error el otro día: antes de ponerse uno a hablar de algo, lo primero que debe hacer es acotar los términos que piensa emplear; sobre todo si esos términos se acompañan de una confusa polisemia. La felicidad es un concepto escurridizo que anda lastrado por otros en apariencia afines. Aristóteles lo sabía y empezó su Ética a Nicómaco desautorizando los sentidos espurios con que el vulgo se refiere a ella. Pero claro, él era un sabio y yo no. La felicidad es un mecanismo de supervivencia humana como lo es la satisfacción para la supervivencia animal. Para salir adelante, para no regresar al laxo estado mineral, el ser vivo necesita enterarse de que está haciendo lo adecuado para seguir vivo. A esa noticia sobre la idoneidad de su conducta es a lo que llamo satisfacción o saciedad –o bienestar orgánico–. Cuando se da ésta, el animal sabe que puede poner a descansar la maquinaria

Ahora que hablamos de la felicidad...

. La felicidad no es un anticiclón de días luminosos que nos viene a la vida merecidamente. La felicidad, como todo lo que al hombre se refiere, es un esfuerzo, un empeño tenaz porque madure. La felicidad es oficio de horticultores y campesinos del alma, de gente que toma la tierra que tiene y la limpia y la abona; y la siembra y la riega; y protesta por el pedrisco o la helada del suceso adverso, pero sigue mimando el haza que esforzadamente ha arado y la semilla que dejó en su entraña. Cuando es posible el territorio (lo que no siempre ocurre: hay demasiada gente en el mundo que no tiene tiempo para pensar si es feliz porque lo único que se le permite desear es ver amanecer el día siguiente), cuando tenemos la suerte de disponer de su posibilidad, hay que cuidarla a pesar de la corte inevitable de sus variopintas infelicidades. Y esto es lo que no queremos; esto, lo que rechazamos de plano: deseamos una felicidad sin concesiones al disgusto o la contrariedad, pretendemos el día lumin

El viejecito (bis)

. La esencia de las tradiciones está en la reiteración. La tradición se repite porque recupera algo que no sabemos muy bien qué es, pero nos invade de una necesidad. Por eso voy a repetirme. Lo colgué de un “atardecer” hará cosa de un año y he querido volver a hacerlo hoy porque el sábado, a la 1:45 P.M., subió de nuevo a su puente y se puso a no andar hacia donde sí quisiera. Podéis pasar de largo si ya entonces lo leísteis. En cualquier caso, Feliz Navidad. . Creo que tiene 87 años. Ha sido testigo mudo de la Dictadura de Primo de Rivera, de la caída de la Monarquía, de la proclamación de la República, de la Guerra Civil, del franquismo, de la Democracia… Tiene nariz aguileña, ojos grandes y tristes, barba y pelo blancos. Viste un traje negro con chaquetilla corta, como de charro salmantino. Anda encorvado y despacio, con los brazos hacia delante para compensar una carga de leña que lleva a la espalda, una carga de piedad que lleva llevando todos esos años a un portal que sólo advier

Ropa tendida

. . Me queda este consuelo, este paisaje de señales colgando en la ventana, ropa limpia de verbos y tristeza tendida al sol confuso de diciembre. Sólo eso: palabras de impotencia tantas veces lavadas en mis lágrimas. Que el viento las arranque y las eleve, y arrastre su rumor a alguna parte, a algún rincón donde el silencio pueda recuperar del aire tanto olvido. (19 diciembre 2008)

Animal de compañía

. Después de todo, le tomé cariño. No responde a una raza definida, es cierto. Tiene algo de golfo –en el buen sentido de la golfería, que es el de vagabundear sin norte ni encomienda–. Pero quiere ser amable y próximo; tan próximo, que a veces se me pone ñoño, casi gatuno. Da vueltas a mi mesa, se detiene, no quiere distraerme y, sin embargo, lo consigue. Se aleja, se aproxima. Luego parece que se cansa de mi vano empeño de ignorarlo... Y se tumba a mis pies y no hace nada; recoge la mirada debajo de los párpados y se queda dormido. Pero no siempre es tan fácil: también me ha hecho destrozos, también ha mordisqueado algunas de los rincones que más quiero. Me duelen esos gestos de intratable rebeldía, ese afán de romper los equilibrios agónicos de mis precarios paisajes. Hace tiempo, lo sacaba a la calle después de que la tarde dejará de serlo. Hasta que empezaron a agobiarlo sus estrechas avenidas. Cada vez salíamos con menos ganas, como si hiciera frío aunque fuera primavera. Y decid

Noche oscura

. A Juan de Yepes (en el mundo, se entiende), con mi devota admiración En una noche oscura, con ansias en amores inflamada… S. Juan de la Cruz Ha dejado la noche la estatura de su alta oscuridad, de su distancia, de ese herir la paciente vigilancia del alma a que enamora su locura. Ha dejado de ser la noche oscura la escasez que soñaba su abundancia: un racimo de amor, una fragancia de jardines, de rosas, de blancura. Hiede el centro del hombre envanecido a barrios luminosos, a basura… Tras la noche no hay Dios, sino su olvido. ¡Y yo sigo creyendo en quien saliera, inflamada de amor en noche oscura, de esa casa del alma prisionera! . 14 diciembre 2008

...las hierbas que él arrojó

. Para mis alumnos que, por supuesto, no saben que estoy por aquí . . Estaba convencido de que había filosofías de todas las cosas; de las insignificantes quiero decir. No es de extrañar en tiempos en que la filosofía se ha vuelto comodín de ideas; una carta en la manga de los tahúres mediáticos que avala la dignidad de todas sus jugadas. Así, hay filosofías de entrenadores deportivos, de cadenas de hipermercados, de industrias de zapatillas, de ONGs pro-marsopa, de AMPAs (no hampas, que también), de asociaciones vecinales… Vamos, de todo. Así que yo me consideré con derecho a pensar las mías, las de poca monta, las de casi nada. Me hacía sentir bien eso de dar importancia a lo que no era importante. Eso que estaba ahí, rodeado de vulgaridad por ser común: un jardín, un día de lluvia, una mirada traicionada por los ojos responsables, un periódico viejo con noticias que archivó su intrascendencia, la soledad de una hoja a punto de ser danza cualquier tarde de octubre… Me acordaba de Azo

"Solaya..." o un baño de vanidad

. . De vez en cuando es bueno. Por ejemplo, cuando uno está frisando edad de “batallitas”, ese punto del tiempo en que se mira atrás, ingenuamente, soñando encontrar paisajes portentosos. Por lo general, no los hay. Por lo común, lo único que se divisa es el deshielo de unas cuantas ilusiones montañosas. La insistencia nos permite descubrir algunos prados. Y eso es suficiente; lo demás se convierte en distracción neblinosa; como debe ser, ¡más faltaría! Entonces uno empieza a hablar, y a hablar, y a hablar… de su hermosa pradera memorable. Como ésta, sin ir más lejos: 1982. Madrid de invierno en decadencia galopando sobre un mes capón en días. Calle del Duque de Medinaceli, entre “el Palace” y la iglesia del Cristo de igual nombre. Calle que, si uno sigue, se cruza con Cervantes y más allá con Lope. Calle para quedarse a morir, porque entre Lope y Cervantes sólo se puede morir y después hablar con Dios. Salón de Actos del Centro de Humanidades del CSIC. Unas cuantas palabras de Cadals

La mirada y el alma agonizante

. . No permitas que Andrómeda diluya ese velo de nieblas tan lejanas. No consientas que el éter se interponga y confunda mi sueño en sus relámpagos. No distraigas los astros ni emborrones el lento acontecer de su belleza. No convoques los cirros de la tarde a la oscura asamblea de su olvido ni trastornes el cielo, el espectáculo callado y portentoso de la última esfera. Deja estar al deseo en su delirio. No niegues residencia a la esperanza, a ese polen de estrellas esparcido que atraviesa tus ojos cuando miras mi niña vigilancia. No dejes que la luz se desmorone. No dejes de mirarme. . 4 diciembre 2008

Noche fría

. A los otros fríos y soledades, que son verdad, aunque no siempre salgan en los telediarios . ¿A quién habla la noche cuando es fría, cuando el viento es un sable en la mirada, cuando duele la piel del mundo helada, cuando hiela hasta Dios? ¿A quién diría la noche que no quiere no ser día? ¿A quién le contará su madrugada que se teme vencida, derrotada, sol dudoso, incapaz tras su agonía? Qué soledad tan grande, tan perfecta, la de la noche al cabo, qué locura gemir sin voz ni pena que la nombre. Cuánto olvido en su lágrima incorrecta que no sabe llorar, que se tortura porque hiela las lágrimas del hombre. . 2 diciembre 2008 .