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Mostrando entradas de 2009

Un mundo raro

. Hoy debería recordar muchas cosas, pero no tengo ganas; y no las tengo precisamente porque las recuerdo. De pasar revista a los años ya se encargan quienes los “inventan”; porque los años se han convertido últimamente en una patética invención. Nunca como ahora ha habido tanta información al alcance de cualquiera; y nunca como ahora, tanta mentira, tanta falsedad, tanta desfachatez, tanta perversión, tanta estupidez coronando la monocefalia del mundo. Puro cuento, vamos, donde las únicas verdades vienen emparedadas entre el dolor y la muerte. No nos engañemos, lo demás es un sutil argumento de lindezas para enmascarar los verbos de la basura. No tengo ganas de recordar nada porque el dolor de cabeza es mucho peor si además duele la memoria. Me crispan los exámenes de conciencia y los propósitos de intenciones cuando se ha perdido el valor de llamar pan al pan y vino al vino; es decir, bien al bien y verdad a lo que puede serlo. Me enerva la voluntad vicaria, la moral ancilar del pode

Gracias, don Diego

. . Dicen que es un cuadro familiar, que él mismo se pintó de rodillas, en calidad de Gaspar, y que el niño en realidad era una niña, Francisca, su propia hija. Probablemente. De lo que estoy seguro es de que esa carita es la más tierna, más veraz, más divinamente humana que yo he visto en un cuadro sobre las rodillas de María. Es más, estoy convencido de que Dios la dejó pasar por el mundo –qué picarona y tenue sonrisa, qué mirada tan humanamente encendida– para que Velázquez advirtiera Su Misterio, para que no se nos olvidara a nosotros y –por qué no– para que este vulgar imaginaria hoy pudiera desearos una feliz Navidad. .

El esclavo

. Me has hecho libre –y yo no lo quería–. Me has dado una ciudad sin ti, unas calles que no cruzo por ti, unos rincones que no esperan de ti ningún prodigio. Me has regalado un reino sin hazaña, una tierra sembrada en el olvido, un arado sin haza ni verano. Y me has dicho: sé libre... Pero nunca te pedí yo la propiedad del alma... ni la empresa de ser cuando muriera la sierva soledad de su esperanza. 21 diciembre 2009

El bien, la verdad y los relativismos

. Dice Aristóteles que puede uno conducirse mal de mil maneras diferentes; porque el mal pertenece a lo infinito ; de lo cual concluye que es más fácil hacer el mal que lo contrario. Es cosa que hoy todos sabemos aunque fácilmente olvidamos. Sobre todo por su correlato inevitable: lo más difícil exige mucho más esfuerzo. Y el bien, que según el mismo pertenece a lo finito , es alcanzable de una manera única, lo que convierte su empresa en algo bastante peliagudo. Los tiempos modernos –los de Chaplin incluidos– padecen la enfermedad congénita de la facilidad ; de la dificultad sólo nos ha quedado su exhibición lúdica, deportiva y, cómo no, millonaria . Lo plausible se ha reducido a lo accesorio, mientras que la pretensión de lo fundamental se ha convertido en mojigatería de gente sospechosamente tendenciosa. Para este fin se ha divinizado el depende ; un depende que se justifica con inexplicables respaldos culturales, con masivos aplausos a la pluralidad y con progresistas proclamas de

Fantasía al cabo

. Todo amor es fantasía; él inventa el año, el día, la hora y su melodía; inventa el amante y, más, la amada... Antonio Machado En Coslada, Madrid. ................................. Hoy hace frío. Los lirios del jardín se han arruinado –recuerda aquel error encaprichado que bordaba noviembre en su atavío–. Fuera se muere un sueño que era mío; no tuyo ni de nadie. Un parque helado, un parterre de escarchas rodeado, un farol, un solar semivacío… Sólo unas cuantas hojas tardimuertas recitan sus monólogos finales. Y otoño, que olvidó cerrar sus puertas. Y el invierno estrenando sus portales. Y tú y yo, que no estamos ni estuvimos, ni estaremos jamás…. Ni nunca fuimos. 14 diciembre 2009, pidiendo perdón a San Juan –de la Cruz, claro– .

La geometría y la historia

. . Si uno examina la historia del hombre desde cierta distancia –desde Andrómeda, por ejemplo– tiene la triste impresión de un infantil desencanto, de un despropósito deslucido y desolador. Sobre todo si uno se atrevió a pensarla como cónica seductora, como hipérbola que anduvo, in illo tempore , infinitamente próxima a su desconcierto para después alzarse hasta frisar, infinitamente, la rectitud de su sentido. Pero la historia es una recta zigzagueante, una línea cabreada en el papel del tiempo, un trazo aleatorio entre los ejes cartesianos que ora se acerca, ora se distancia sin razón que dé razón de su errático discurso. El cielo, sin embargo, está lleno de cónicas prodigiosas: las órbitas de Kepler, la horma de las galaxias, el curso enloquecido de los cometas que jamás regresan… Por eso me gusta la noche, porque sabe dictar lecciones hermosas y teoremas creíbles. Frente a esto, la Historia sólo habla de geometrías absurdas, sólo concibe despropósitos, sólo argumenta embusteros si

La hoja que se quiso eternidad y se cruzó en una foto

. . Un azar detenido en una lente. Una hoja en la cruz del objetivo de una cámara oscura. Un adjetivo cayendo de la vida, lentamente… Son cosas del otoño. Un accidente que sucede a un castaño disyuntivo entre el ser y el no ser, Hamlet cautivo deshojando un quehacer indiferente. Si sólo fuera eso, si esa hoja sólo fuera un caer de primavera que ya no tiene mayo ni proclama, si no fuera la muerte lo que arroja al azar tanto olvido… ¡Si no fuera la nada lo que prende un fotograma! 7 diciembre 2009 .

Poco más

. Sólo queda decir algunas cosas, saldar alguna que otra servidumbre que me quede pendiente –¡esa costumbre de adquirir bajo crédito las rosas!–. Y empaquetar las noches más lujosas que decidió el amor, la certidumbre del beso que se nace pesadumbre al alba del olvido de sus diosas. Y poco más. Dejarme de faenas, de quehaceres, al yugo de mi noria de año en año, tras unas y los otros. Sólo queda embalar mis cuatro penas, retenerme algo más en su memoria… y soñar que he vivido entre vosotros. "Al atardecer", 15 de octubre de 2007 .

Una mirada imposible

. Este sueño yo creo que lo hemos tenido todos desde 1659, que es cuando Huygens identificó como anillos esa cosa rara que acompañaba a Saturno y que tantos quebraderos de cabeza dio a Galileo. Un sueño infantil que, científicamente, no es viable pero que alumbra fantasías celestes prodigiosas. Algo así como un halo de santidad en la noche para mimar el descanso de los hombres. No somos depredadores, somos espectadores. La vida nos dotó de admiración y ternura para aplaudir cada día el espectáculo ordenado de la creación; más incluso, para inventarlo al otro lado de la realidad. Me lo envió mi hija Leonor en un correo; y me pareció de amable compostura; más de ella es, por tanto, que mío. Una ventana para asomarse a un viejo sueño infantil… Un catalejo para la fantasía desnortada… Una palmada en el alma para que nunca deje de inventar lo no posible… En esta imaginaria de hoy, una nana virtual para niños que ya han envejecido. .

El gato de Schrödinger

. . Me lo he encontrado por azar en un rincón del disco-duro. Sé que lo colgué de un “atardecer” hace dos años, pero he sentido la curiosidad de destapar nuevamente su “caja”. También sé que, más que un poema, podría considerarse un “entretenimiento” para físicos; y aunque no creo que los físicos se acerquen a estas páginas, me ha apetecido recordarlo, luego de retocar algunos silencios. Tiene la culpa el gato aquel de Schrödinger. Yo no estaría ahora muerto y vivo de ti si ese maldito gato hubiera no existido jamás. Recorrería las calles decadentes de mis años con la sabia paciencia de quien nada más que el olvido y el silencio espera. Vería amanecer algunas veces; las más, atardecer –cuestión de lógica–, sentado en algún parque bajo acacias que no me arrancarían de esta crónica. Yo no estaría ahora enajenado en un estado cuántico, difuso, entre Hamlet y Hyde, siendo y des-siendo, suponiendo no ser el que se advierte envejecer si mira los espejos. Viviría entre cosas convincentes y s

A destiempo

. . Ayer, domingo 22 de noviembre, parecía -o aparecía- otoño en El Retiro. Ha perdido otoño el tiempo, vanidoso de ayeres soleados y negándose a sí mismo. Pasa mucho últimamente: casi nada acomoda su hacer a su momento. La tarde ya no es tarde, ya es temprana; la noche se convence de que es día; el niño de que es joven y el viejo de lo mismo; la idiotez de que siempre fue postergada inteligencia… Y otoño, claro está, perdiendo el tiempo; mirando al infinito de su ausencia, bobalicón y necio, enajenado, clamando por salir en las portadas de la extravagancia. Porque de eso se trata a fin de cuentas, de ser extravagante, de ser lo no debido, de gozar de unos pocos renglones en los mentideros de esta villa que es el mundo. Lo impropio, lo inadecuado, lo impresentable, lo inicuo, lo irracional, lo increíble, lo indecente, lo injusto, lo indecoroso… ¡Qué más da!: todo lo “in-“ está de moda. Otoño no iba ser menos. Y ahora, que empieza a ser lo que debía, ya casi no tiene tiempo. .

Los paseos de Humphrey

. ( Quede constancia de que estas debilidades métricas y profanas que se adjuntan son cosa del Caballero Inactual, que, por más severidades consejeras que se permita, no deja de ser humano, elementalmente humano, como supondría Nietzsche) . Volví de casa. Y a casa volví a volver noche y día: las manos, en los bolsillos; la chaqueta en la arcadilla del antebrazo y el brazo cabeceando, mohína… Igual que un espantapájaros, volví en mangas de camisa. …Como me fui, más o menos –un Bogart sin gabardina, con cigarro y sin sombrero–: silabeando sin prisa los adoquines amargos, los besos que anochecían. Volví de casa y a casa volví a volver noche y día, recitando las aceras que rimaban tus esquinas… Siempre sin mí, cuesta abajo. Siempre por ti, rampa arriba. 17 noviembre 2009

Carta de un idiota o La culpa fue de Orson Welles

. Soy poco inteligente. Lo digo con total sinceridad. Vaya esto por delante para aclarar que lo que aquí pido es ayuda. Desesperadamente; de verdad. Mi problema es que no entiendo. Creo que la culpa de mi “escasez” fue que elegí “Ciencias” en el Bachillerato y, azarosamente, me desvié hacia las “Letras” en la Universidad. En aquel momento debió de suceder algo en mi alma, un cortocircuito neuronal de penosas consecuencias que me dejó “tontito” sin darme cuenta. Así que soy víctima de la estupidez que parió una decisión. Amables destinatarios, necesito, urgentemente, saber de matemáticas y humanidades. Ocurre que leo… ¡Y no me entero! Peor aún, concluyo mal. Por poner un ejemplo, llevo nueve meses preocupado por una amenaza mundial que empezó en cerdo y acabó en vocal abierta. Desde mi acomodada posición de occidental feliz, esto me parece un serio problema. Sobre todo cuando descubro por los santos medios que la amenaza en cuestión ya se ha cobrado en el mundo más de seis mil doscienta

Diálogos

. . …al sueño de la vida hablan despiertos. F. de Quevedo No sé por qué las cosas me hablan tanto últimamente; qué manía le ha dado al reloj que hay en la mesa de escribirme sonetos; o al sable –que parece un flamenco de plata velando el paragüero– de explicarme el graffiti de un lance en su abandono; o al viejo Colt enfermo, artrítico de herrumbre, de recitar dianas hexasílabas… No sé por qué las cosas me hablan, últimamente, tanto, por qué se han sublevado, de pronto, sus silencios; ni por qué pasan lista, por si falto, o se sientan frente a mí cada día para ponerme el alma de cara a la pared, como a un niño que debe repetir la lección de una deuda de verbos, balbuceos que hicieron palabras de herramientas, razones de locuras, verdades de extravíos... No sé por qué me hablan un revólver y un sable, y un reloj sonetista… No sé por qué lo hace todo aquello que un día me acompañó en la luz y rodeó la noche para inventar el tiempo... No sé qué raro adiós creo oír en sus voces. 16 noviemb

El orgullo de la anécdota

. Creo que es en Las cuatro plumas ; un veterano de la batalla de Balaclava enuncia su gloria: Cañones, cañones, cañones… Y aquí estaba yo . Tal vez me equivoque y la cita proceda de La carga de la brigada ligera . A fin de cuentas, aquellas palabras rodean el mismo hecho; incluso puede que ni siquiera sean ésas, exactamente, las que dice el viejo soldado. Da lo mismo: la memoria a veces nos traiciona, quizá siempre. Y además, yo no pretendía hablar de cine, sino de otro espectáculo. Yo iba a hablar del hombre vulgar, ése que ejerce oficio de ausencia en el tiempo por no tener ni crónica ni hazaña, ése que sólo ocupa un rincón en los días. Yo iba a hablar de pequeñas vanidades y recoletos momentos; tal vez, de insignificantes grandezas. En realidad, yo iba a hablar del derecho a ser anécdota, como si se tratara de un destino de humana generosidad que aun sabiéndose intrascendente, se advierte imprescindible. Cañones a su derecha, cañones a su izquierda, cañones ante sí… No, esto no es

El ridículo de Don Juan

. Me ha escrito el caballero. Últimamente le ha dado por la crítica monográfica. Lo de “monográfico” lo digo porque sólo se mete conmigo. Me propone, entre otras cosas, que este rincón debería cambiar de nombre, que, en vez de eso de "imaginaria del alma", le iría mejor “El rincón del plañidero”. Dice que siempre estoy con la pena a cuestas como un Sísifo llorón; y que la melancolía no debe ser un lugar de residencia habitual, sino un país turístico para descansar de los negocios de la vida. Incluso añade que a las derrotas y naufragios hay que buscarles un punto de ironía, que es el que nos permite vencerlos con una sonrisa amable. Y me adjunta un ejemplo que, por el título, no desentona con el mes que corre. Me callo las contradicciones que podría reprocharle (¿por qué se ha ido entonces tan lejos...?). Es más, me callo que mi último soneto empieza neblinoso y acaba a la “altura del cielo”. Me limitaré, pues, a transcribir su “ejemplo”; más que nada porque a mí me ha hecho

Entre la voz y la niebla

. Vuelve la niebla lenta –aquí, en Coslada–, como un anillo de humedad y ausencia, a rodear los ojos de indigencia y evanescer la luz, arrinconada. Vuelve el borrón de Dios a la mirada. Tacha el amanecer la transparencia… Tú ya no estás. Me roba la paciencia tu oscuridad… Me dueles… Dime nada y nada será algo si lo dices: tu voz lo será todo tras la niebla, tras esta desazón de la raíces que el tronco olvida y el desnudo puebla. Dime nada… y el día alzará el vuelo. Y tendrá pasto el sol. Y altura el cielo. 6 noviembre 2009 .

La pared y el mendigo

. Hay una pared en casa que me preocupa. Cada vez más. Cada día más. Sobre todo ahora que se acerca el invierno. Con los años han ido apareciendo grietas. Al principio pensaba que era cosa de los pilares. Eso, al menos, me decían los expertos en grietas. Pero he dejado de creer en sus diagnósticos: no es que ceda la tierra que sostiene sus cimientos, sino que hay una inclemencia exterior, inevitable, que daña gravemente la salud de su estructura. Se desmorona por simple erosión del tiempo; porque así son el tiempo y su inconsistente materia. Ayer me salió otra cerca de la ventana, justo en la perpendicular de una escarpia que sostenía la foto de no sé cuántas memorias de otros sueños. Y hoy ha insistido el deterioro; y un relámpago oscuro ha crucificado la ventana. Una ventana a punto de caerse. Su marco ha perdido la apacible equidad de los paralelogramos y ya es apenas un trapecio irregular, disforme. Poco a poco, el invierno se vuelve más terrible –más frío, más traidor– con tanta g

Lirio de otoño

. . Está ahí, escasamente a veinte metros de mi ventana. No recuerdo haber visto nunca un lirio en puertas de noviembre. Será por este raro calor que hemos tenido. Será por un error de los jardines. No lo sé, pero está ahí; y esta mañana posó para mi cámara. Sólo es un prodigio decepcionado, un sueño subterráneo que pensó otro equinoccio y se dijo en octubre cercado de silencios; de flores en silencio, que son flores de memoria que los parques añoran entre hojas caídas. Tiene un aire de duende desolado, de fracaso telúrico, de error inexplicable; un aire de no estar donde debiera, de belleza tardía que no ha llegado a tiempo o que ha perdido el tiempo de tanto engalanarse. Tiene un aire de empresa sin futuro y el coraje de ser cuando no debe, cuando el cerco del mundo está muriendo y vivir se desnuda entre los árboles… Es sólo un dios confuso empecinado en ser y equivocarse. Un afán distraído, un verbo inútil. ¡Un error que se atreve a ser belleza! 31 octubre 2009 .

Algo más que un paréntesis de sombras

. He cruzado últimamente algunas cartas con “el caballero”. Las últimas fueron motivo de un debate interestelar (sigue recluido en Andrómeda ) que giraba sobre Antonio Machado. Aseguraba él que la intención del poeta era confusa cuando escribía aquello de… El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve Con aire iconoclasta, se permitía corregir y discutir al clásico asegurando que el último verso hubiera sido más contundente, más líricamente generoso, si en lugar del aristotélico “es ojo porque te ve”, hubiera sido: “tú eres porque te ve”. A mí, que me toquen los clásicos me pone de los nervios; razón por la cual la epistolar polémica ha pasado por momentos agrios. En su última carta, cabezón como es él, sólo me ha escrito un poemilla. Como sospecho que yo no podría ser enteramente imparcial, lo dejo aquí, por si a alguien le dice algo que ya no le hayan dicho (lo que me parece bastante improbable). Por cierto, no sé a qué viene la cita de ese otro sevillano (¿qué pasa

Por qué me pongo tan pesado con Platón...

. Roncar es una descortesía. Estoy convencido de que roncar ocurre porque el alma se va de uno y deja ahí la materia embrutecida y rezongante trastornando el silencio de la noche. La materia siempre anda a bandazos con la tranquilidad propia y ajena. Por ejemplo las mutaciones; ese azar tan imprescindible para que haya evolución, según parece. La mutación es un signo de lo tonta que es la materia. De repente le da por ahí y se hace otra. Sin ton ni son, sin por qué sí ni por qué no. El medio, sin embargo, parece la sensatez, el orden, el equilibrio. Es como un tribunal de oposiciones que selecciona los mutantes idóneos. Pero no nos engañemos, el medio es igualmente necio: a fin de cuentas, se ha constituido a fuerza de previas e inexplicables trasformaciones paralelas. Es decir, el medio es la colección de los mutantes antañones. En el centro de este cacao de la sinrazón, aparece la razón, que pretende lo contrario: leyes, reglas, armonías, carantoñas de equilibrio, ecuaciones vertebra

Mundo feliz

. . Yo creía que el tiempo era una crátera, un doble de cerveza, dos de vino… O tres copas, o diez, o siete dobles… Yo creía que el tiempo era una tarde en la barra del mundo, un intervalo para negar la sed entre guitarras… Que vivir era un sueño que cumplía los años de una estúpida resaca… Que el dolor de cabeza de la muerte se quitaba sin más con no morirse… Que ocurría el horror en cualquier parte, y era asunto de ellos, culpa de otros… Yo creía… No sé, tal vez mentía o no supe creer jamás en nada: el polen del hastío en la memoria, el llanto en los demás… En mí su olvido. 18 octubre 2009 .

La caverna, el caracol… y dos grandes poemarios

. Para Olga y Juan Antonio, con mi gratitud (aunque me habéis hecho romper el voto de silencio) Estoy en estos días –de octubre empecinado en no acabar de serlo– con Platón en las aulas, repitiendo otra vez esa historia de unos milenarios prisioneros que se contentan con sombras y hablan entre sí de su pobre mundo espurio; allí abajo, en cavernosas oscuridades, ignorantes de luz y de verdad… Hasta que un día, les visita un antiguo fugitivo y les cuenta radiantes maravillas que existen del otro lado de su noche interminable. Y no le creen, claro; Platón piensa que no le pueden creer porque la costumbre de la penumbra siempre acaba siendo mineral certidumbre. Yo llevo también más de un mes encerrado en mi particular caverna, como un viejo caracol metafísico que sólo examina la espiral logarítmica de su mundo portátil. Incluso parece que ando perdido. Pero no es así: mi paralelismo con los prisioneros platónicos es relativo, porque yo ya he visto maravillas de ese calado. Mi oscuridad no

Recordando a Nietzsche

. . Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero. F. Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral Uno destila el alma, otro se bebe cuerpos de desazón, nieblas de olvido; uno a la soledad del mar se atreve, otro se aferra al puerto confundido. Sin fe, sin luz, sin norte, sin marea, sin viento favorable ni contrario uno quiere bogar, otro pasea por las calles de un verbo milenario. Uno quiere romper, otro se arredra; uno sueña y no sabe, otro consiente la vanidad confusa de la piedra por ser eternidad inútilmente. Uno es mirar de lágrima enterrada; otro, un llanto que quiere ser mirada. 4 septiembre 2009 Perdón por la foto, pero es que iba conduciendo y la hice con una mano y desde el móvil. Ya sé, ya sé: me merezco dos multas, una por la infracción y otra por la calidad. Mea culpa .

El niño y los vencejos

. A Jorge, casi hermano, con quien repartí la infancia (nunca dejé de jugar contigo) Se iban siempre. Cualquier día de agosto o de antes de agosto. De repente, la tarde se creía el silencio y los ojos de un niño se encontraban la noche tras la muda estatura de su azul desolado. Volverán –te decían– por abril o por mayo; volverán como todo lo que un día nos deja. Y siguieron faltando, de año en año, en agosto; y volviendo a volver, por abril o por mayo, cuando el mundo estallaba en jardines y escribían las rosas balcones al aire. ¡Volverán! –te decían–... Y dejaron de irse una tarde agosto, galopando una moto a remolque de un ángel... Y dejaron de irse porque ya no volvieron, por abril o por mayo, o por siempre o por nunca, a los ojos de un niño que deshizo la noche. 19 de agosto de 2009, a treinta y seis años de tu ausencia. .

Teoría de la evolución

. . .................... …tan callando. ...................... J. Manrique Para que el tiempo anclara fue preciso que la palabra se quisiera hazaña, llanura empecinada en ser montaña, rebeldía de un páramo insumiso. Para vivir, romper un paraíso y amanecer en estatura extraña; vertical, racional, verdad… ¡Patraña mendigando a la muerte su permiso! Para que el tiempo fuera; para eso. Tan sólo para eso. ¡Para nada!; para soñar la vida bajo un beso y un beso por detrás de una mirada. La eternidad pasó sin hacer ruido: antes de Dios fue Dios; luego, el olvido. 7 de agosto de 2009 .

La isla de Calipso

. . Estos días que vienen de otros días enredados en noches engañosas… Estos días que invaden sin permiso la celda de mis ojos… ................................... Estos días esteparios, monótonos, iguales; sin posada de gestos que he perdido ni rincones amables donde el alma deposite una voz, arrope un sueño… Estos días que pasan, sin que pases al fondo de sus horas, no merecen un número, un renglón, un calendario, un giro de la tierra o de los mares, una luz, un silencio, un simple mirlo saltando en mi jardín… ...................................... Nada merecen estos días que no habrían de serlo. Estos días que insisten en que faltas después de amanecer y antes de ellos. Estos días de amor que nada aman. Estos días tan largos... ¡Estos días! 23 de julio de 2009 .

La sonrisa invisible

. . La naturaleza gusta de ocultarse , escribió Heráclito. Oscar Wilde aseguró que lo que hacía la naturaleza era imitar al arte . Yo no voy a hablar de los “fragmentos” de aquél ni de "La decadencia de la mentira" de éste; yo sólo voy a escribir un tramposo silogismo. Tramposo, porque los silogismos Barbara no son viables en la tercera figura. Qué más da: siempre podré ampararme en la transitividad, tan matemática ella. Así que, haciendo uso como término medio de esa naturaleza a que los dos se refieren, voy a concluir que el arte gusta de ocultarse . Más incluso: no lo hace por timidez, ni mucho menos; lo hace por elegancia, por deber y finalidad, por imperativo de su sentido. Porque el arte no es contar lo que hay ni inventarse lo que no hay. El arte es partir de lo que hay y velarlo, ocultarlo, para que aprenda a decirse debidamente. Por eso es un desafío siempre para la imaginación y para el sentimiento; porque, sin éste o aquélla, se convertiría en una tomadura de pelo

Frente al espejo

. …en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado… J. R. Jiménez Me han dejado de hablar las madreselvas. Los vencejos, apenas si los oigo. Quedamos, viejo amigo, como siempre, indagando silencio y simetrías, soledades de azogue que repiten perfiles de derrotas, sombras vanas, ecos de aquel rincón donde la vida se quiso más que nunca vida, más que nunca eternidad -prefacio de sueños sin frontera o territorio, alambique de aromas, primavera sin agosto final, sin tanto olvido…- Me han dejado de hablar las madreselvas. Y la tarde y la noche. Y la mañana. Y apenas puedo oír a los vencejos que se baten de amor, a tanta altura. 15 de julio de 2009 .

El sueño de Endimión

. No quiero este montón de cosas: esta mesa, esta silla, esta hormiga que pasa con una carga enorme; la gota que en el suelo se cree mar, de repente, capaz de separarnos; el aire y el sonido; la voz de gente extraña; la luz de un faro halógeno que te hace oscuridad del otro lado, razón de oscuridad, indescifrable. No quiero este montón de cosas que están detrás de ti; que se ponen en medio o me rodean, o deciden que somos quienes somos, quienes hemos de ser, quienes debemos. No quiero distracciones de los ojos ni oídos para el mundo que me han dicho que existe –¿será cierto?– tras de ti y ante mí, frente a nosotros… No quiero esta legión de voluntades que me niegan que puedas ser… un sueño. 9 de julio de 2009

Nosotros y ellos

. La malaria se habrá llevado de la luz a un niño en el tiempo que tarde yo en escribir esta frase. Sin duda soy lento escribiendo, pero la muerte, esa muerte, es rápida. Muy rápida. Treinta segundos son un intervalo de vergüenza para que muera un niño. En el siglo XXI, naturalmente, porque en el X o en el XI, por ejemplo, no disponían nada más que de su fe románica. Nosotros no; nosotros tenemos organizaciones mundiales de loables competencias y laboratorios farmacéuticos de indiscutibles eficacias. Mes y algo debe de cumplirse desde que un virus –que pasaba por un cerdo– se decidiera a prácticas olímpicas de mayor envergadura. Porque saltó al hombre. Un salto con pretensión de récord que a los pocos días llegó a Estados Unidos; y poco después… al resto de Estados Unidos. No tengo nada en contra de ese país ni se trata de una concesión al pensamiento “progre”. Quede claro. Sólo es una premisa más para un silogismo inexplicable que cruza por “Occidente”, este lugar de plenitudes, avanc

Mística Coslada

. En Coslada, Madrid. Otro verano besando la costumbre del solsticio. Tú, donde siempre: allá en el edificio perfecto de un delirio transmundano. Tú donde tú… Y yo, en el mano a mano con la tierra, el olvido y ese oficio de inventarle a la luz un artificio que para nadie alumbra. Luce en vano la palabra en las noches estrellada; gravitación inversa del deseo que se arroja a la altura para nada; para sacar a un verso de paseo, como a un perro, y caer donde no existe nada más que una ausencia larga y triste. 25 de junio de 2009 .

Cuando el Sol se pone por el Este

. Desde hace algunos días, en esta habitación en donde escribo, el Sol se pone por el Este. A eso de las nueve menos cuarto, por su ventana, que da a Oriente, la certidumbre de un sol inexplicable rompe mi oscura austeridad. No se trata de ninguna revolucionaria distracción astronómica. No se ha decidido el mundo (por desgracia, supongo) a rotar en sentido diferente a su secular costumbre... Es una tontería momentánea, una ilusión especular que viene del sexto piso de un edificio frontero que está a unos doscientos metros de mi casa. Un balcón, los cristales de un balcón… Un solar y provisional rapto. Cualquiera que me conozca un poco aventurará fácilmente cómo va a terminar este asunto.... Porque me estoy acordando de Platón y de su, por unos y por otros –por mí también, claro está–, manoseada caverna . Porque si yo estuviera encerrado siempre aquí; si sólo desde aquí pretendiera hacerme yo una idea de cómo van las cosas del cielo; sí únicamente pudiera ver ese sol estrafalario a esta

De lejos de hoy

. Sin duda, ha sufrido un ataque de envidia. Es evidente que ha leído esas tonterías mías sobre los ‘apocalipsis’ cósmico-humanos o bélico-eróticos y ha querido reivindicar horizontes más platónicos para el amor. Platónicos a la vieja usanza, que dicen el mundo por nombres y hablan de eternidades y sentidos. No voy a hacerle el feo de callar su mensaje. Por el móvil, ése que hogaño celebramos con ‘Príncipes de Asturias’, me han llegado sus seguidillas. Se las perdono por la intención: yo creo que pretenden decirme que los géneros, o sexos, o lo que sea, son capaces de encontrarse y desencontrarse en el mundo de un modo más amable que el usual, egoísta y demoledor a que, últimamente, tan acostumbrados estamos… Me llevé un equipaje de resquemores, de dolor y otras rosas sin tierra o dónde. Y ya se sabe: los jardines del sueño los piensa el aire. Por tu nombre escribía, para tu nombre; de tu nombre tan sólo… ¡y no respondes! Qué mal oficio escribir para el nombre de un artificio Por tu no

De las miserias al paño... o el choque de los mundos

. Un joven de 22 años asesinó ayer a puñaladas a su pareja en un área de servicio… EL PAÍS, 4 de junio de 2009 (… aunque, da lo mismo la fuente, el día y el lugar) Está ahí. Unas veces lo vemos al atardecer; otras, poco antes de despuntar el día. Es rocoso y brillante; prometedor en el alba, evocador frente al crepúsculo. Lucero de la mañana y estrella de la tarde. Venus siempre: rocoso, brillante y con fases. Como la Luna, según los manuales de astronomía. Como el amor, según los cuadernos de la memoria. Cuarto creciente, si el Sol lo acaricia prometiendo plenitudes; cuarto menguante, si advierte inevitables melancolías… ¿Por qué se llama Venus a esa bola de luz que mengua, o crece? ¿Por qué tienen las cosas un nombre que coincide con su crucial sentido? He leído, en esta centinela de la noche, que dentro de tres mil, de cuatro mil, de cinco mil millones de años, podría estar tan cerca de la Tierra que su roca reventaría nuestros mares –un destino que debe de estar escrito en los negr

Por si llueve mayo

. Ayer llovió, y el jardincillo que tengo delante de casa se puso a oler como sólo sabe hacerlo cuando llueve mayo. No tenía ganas de escribir, sino de recordar. Y entre esos tejemanejes de la memoria, me vino con el olfato este soneto de hace más o menos un año; de allá por este mes, cuando 2008. Alguno lo recordaréis. Cuelgo aquí su lectura como agradecimiento a la entrañable y espléndida parcela de amigos que tanto –y tan generosamente– me habéis acompañado. Por si llueve mayo… Por si podéis oler después en un jardín su amable invento... .

El adiós del "caballero"

. Se va. Se ha vuelto insolente y se va. No entiendo bien por qué, pero se va. He recibido una carta suya que lo dice. Éstos son los últimos párrafos: …Tu mundo lo vende todo: frigoríficos, coches, motos, ordenadores, móviles 3G, casas, libros, pueblos… Todo. También la salud, el dolor, la agonía, la tristeza, la desolación, la alegría, el entusiasmo, la pasión, el terror… Y la vida. ¡Y la muerte…! Nada queda fuera del mercado. Tu mundo es indecente porque piensa que el sufrimiento es cosa de los otros, y que estos otros son unas cosas bípedas que salen en los telediarios para morirse a chorros todos los días. Porque es lo normal, porque es “lo que siempre ha sido”. Hasta que, de pronto, un día descubre que él también es vulnerable. Y no se lo cree, y dice “esto no puede ser”. Pero vende su incredulidad. Y fabrica mascarillas a mansalva. Y se reúne. Y hace estadísticas y pronósticos desconcertados… Y vende… ¡Vende! Vacas en vez de cerdos, cerdos en vez de pollos, pollos en vez de vaca

Los lugares y los sitios

. . Me duelen los lugares que ya no tienen sitio, que han perdido su sitio, aquella propiedad de la memoria que quedó pincelada en otro espacio. Me duelen los lugares que ya nada sitúan, geografías del tiempo sin testigo que pueda confirmar alguna calle, algún patio escolar, algún parque con besos inventados robado cualquier noche de los ángeles. Me duele la ciudad que se levanta sobre la resistencia del olvido. Sus bloques de viviendas, sus ensanches, sus altos rascacielos, sus largas avenidas… Ese mundo tan raro y tan ajeno que está del otro lado de las almas. Parménides ha muerto y los periódicos no quieren recoger la necrológica. Tan sólo hablan de Heráclito: predicen más lugares aún sobre lugares sin sitio que encontrar, sin sitio a que volver, sin sitio de vivir… Sin ningún sitio. (26 de abril de 2009) .

Los libros... y nosotros

. Acerca de nosotros saben más los libros que hemos leído que todas las soledades que nos hemos contado. Con el tiempo, los libros nos arruinan los ojos… Y se enteran, con el tiempo, de nuestras almas. Son pequeños cofres para guardar la vida y proteger nuestras humanas y modestas verdades, que no tienen que ver, exactamente, con lo que luego hacemos y después nos pasa. La alcancía de la memoria auténtica está llena de dioses que cosechamos en palabras ajenas. La grandeza de un libro está en la mirada suya, que nos conoce, que sabe de nosotros tanto, que sólo nos lo puede contar a nosotros. Abrir un libro nuevo es voluntad de alzarse; abrir un libro añejo, ya leído, es deseo de saberse. Por eso, con los años, uno tiende a releer con más frecuencia viejos libros; porque entonces, cuando todo está ya casi hecho, sólo queremos saber si estuvo bien el tiempo, si mereció la pena el tiempo. Si fue verdad la vida... Si la verdad... fue un libro. .

La lección de Geometría

. . Hoy, primera lección de Geometría. Veamos si no sabes lo que sabes: van navegando, en alta mar, dos naves a la misma distancia, noche y día. ¿Cómo son las estelas que vería la vertical mirada de las aves?... Dos rectas enfadadas, serias, graves, que sólo el timonel desmentiría. De voluntad se muere un postulado, sólo de voluntad: las paralelas convergen siempre si querer decides. Mañana, un teorema derivado: el ángulo que cierra las estelas es cosa del amor… ¡Qué sabrá Euclides! (21 de abril de 2009) .

El profeta

. Oír la lluvia es un acto religioso. Lo digo porque lo religioso siempre anda peleando con el tiempo; no el de las palpitaciones del clima, sino el de las demoliciones de los relojes. El taconeo insolente de la lluvia en un patio es una burla para todas las cronometrías. No es un tic seguido de un tac periódico y mensurable, sino un tic sorprendido por dos imprevisibles tacs ; o media docena de tacs interrumpidos por dos inesperados tics . La lluvia es un ejercicio de rebeldía contra los cronómetros. Y nosotros, que no somos nada más que galeotes al remo de los segundos, deberíamos venerar su adorable impertinencia. No es exactamente metáfora de la eternidad, sino tiempo caprichoso que ocurre y no puede encarcelarse. Para criaturas como los hombres, que sin tiempo no somos nada y con el tiempo acabamos siendo lo mismo, es todo un ejemplo: no es cosa baladí suceder de modo tan desconcertante para los segunderos. A pesar de Machado y su “monotonía / de lluvia tras los cristales”, yo pro

El caminante

. . A veces, sólo a veces; sin tangencia real de nada real; sin posible memoria de que fuera alguna vez posible; sin cuerpo, sin verdad, sin cercanía…, hace el alma equipajes con olvidos; se levanta de sí, se pone en marcha. Desde el valle, la cumbre de unos ojos se convierte en empresa. Y camina. Allá arriba, tan lejos, tan ausentes, tan extraños, están mi confusión y mi sentido. A veces, sólo a veces, si esos ojos me miran, me pongo la mochila y la esperanza. (15 abril 2009) .

Jueves Santo

. En Coslada, Madrid. Tarde de un jueves hecho de soledades y de olvido.  Tarde de atardecer enmudecido.  Allá lejos, aún se ven las nieves   últimas del invierno –tenues, leves  pinceladas que ya han palidecido–.  Aquí un jardín y un pájaro atrevido  inventan en la luz altorrelieves.  Aquí el muro, la acera, la calzada  vacíos… Y el balcón, su vano en vano. Hoy, ni mirar se atreve a ser mirada, ni la caricia al vuelo de una mano.  En Coslada, Madrid, hoy tiene nombre  de soledad la voz, de olvido el hombre.    (9 abril 2009) .

El aplauso

. A los dieciocho años la vida es algo que está ahí; a los cincuenta y nueve, algo que empieza a no estar donde se espera. A los dieciocho, uno está seguro de que el teléfono lo descolgará alguien. A los cincuenta y nueve, uno empieza a temer que no lo haga. De joven se piensa que la muerte sucede por orden de lista. De viejo, se descubre que ya se ha puesto falta a demasiada gente en el listado. Y uno sale al patio del recuerdo y se encuentra con muchos vacíos, y uno entra en el aula de la memoria y advierte demasiadas ausencias. “¿Qué habrá sido de…?” Los puntos suspensivos siempre traen un sobrecogimiento mudo… ¡Qué habrá sido…! ¿Seguirá siendo ese “sido”? A los dieciocho años los detalles pasan desapercibidos porque la mirada es enorme y cree alcanzar el otro lado del horizonte. Luego empieza uno a reparar en los perfiles de la insignificancia. Y los vencejos de siempre, se vuelven únicos; y los jardines de toda la vida, rincones irreemplazables; y los atardeceres de todas las tard

La mirada del plenilunio

. . Mirada ancilar, la luna. Aquí, la noche insistente. Ojos en cuarto creciente, menguante de negra duna. Y su redonda tribuna, alta y lejos… Nadie advierte –sólo esos ojos, su inerte mirar, de otra luz esclavos– que en la sangre de unos clavos morir se dejó la muerte. (4 abril 2006) .

Una lección de gallardía

. Siempre que ando en desavenencias conmigo, me escapo de estos lugares. De los de ahora y de aquí, no de ésos que son de los de uno de siempre. Y cuando yo digo “de siempre”, todo el mundo comprende que me he ido a la corte de los Austrias más tontos, ésos que pueden justificarse en la historia por haber sido comparsa de los tiempos que supieron de Lope, de Cervantes, de Velázquez, de Quevedo, de Góngora, de Villamediana, de Calderón, de… En fin, del increíble prodigio que fue nuestro XVII. Estos monarcas, súbditos en el fondo de tan alta compañía, deberían estar agradecidos de que la circunstancia así los regalara. Incluso del anónimo adorno popular, que los coronó de leyendas con más gracia que el desaguisado de sus desgobiernos. Felipe IV se lleva la palma en aquéllas. Un rey que, según es fama, llevaba el cetro donde no correspondía: una cuarta más abajo del ombligo, lugar poco adecuado para ejercer un reino. Tentaban demasiado a Don Felipe los peligros del sexto. Buen susto se ll

Cosas de Prometeo

. Respondiendo a Rafa No son ganas al cabo: son desgana las ganas de la noche. Sobra el día, la promesa del sol en la alcancía de un corazón cerrado; esa persiana que no quiere tratar con la ventana los negocios de la melancolía, que llora de querer cuanto perdía ahorrando amaneceres sin mañana… Sólo eso: el fuego que se aguarda desesperadamente, la vencida convocatoria del amor, la guarda vigilante de un día más de vida… Sólo eso, ni ganas ni deseo: ¡cosas de acá y de allá de Prometeo! (31 marzo 2009) . . Nota del viernes 3: Era natural que Rafael Herrera, o el embozado, respondiera. Hoy lo ha hecho con la impecable elegancia que le caracteriza. Buscad abajo en los comentarios. Además, como él dice ...en estas estrofas las hay para ti, para Antonio Serrano, para Sunsi, para Olga, y creo que también alguna para mí . Gracias, amigo mío, desde el otro extremo del Mediterráneo y al norte de tu Córdoba, si no me confundo.

Niebla de nada

. … y atrapar vientos Eclesiastés, 2, 17 Las ganas de la noche no se cuentan, no se dicen a nadie, no se escriben, no se ponen en boca de los otros ni se adornan teoremas a su costa. Las ganas de la noche se descubren una tarde cualquiera –sin razones aparentes de grávida importancia– colgadas de los árboles o el cielo, detrás de un contraluz imprevisible; o en un fotomatón, agazapadas, como una identidad de oscuridades. Las ganas de la noche son remite del sobre de un silencio: esa indigencia de una carta que no nos llegó nunca, que nunca se escribió ni fue pensada, que no fue más que niebla… Nada y niebla; niebla de nada en un buzón vacío. (29 de marzo de 2009) .

Tiempo de liquidación

. . En la agencia del tiempo que me queda se regalan paisajes. No es preciso haber sido cliente de sus días ni inversor habitual en su memoria. Podrán beneficiarse de la oferta cuantos vengan de lejos de sí mismos o acrediten al menos nueve meses al año de derrotas esporádicas. Son paisajes de días que no fueron, radiantes alboradas... Cosas de ésas que se cuelgan después de la mirada y parece real lo no posible. Se pueden recoger cuando anochece, a cualquier hora... de cualquier tristeza.  (24 de marzo de 2009) .

La mirada decadente

. He visto esta misma luz de tardo atardecer cientos de veces. Miles, tal vez. Aunque no es la misma. Ya se sabe: uno ve , o uno mira … He mirado esta luz, una única vez, hoy, ahora. Las otras, cientos, miles quizá, eran de otra mirada; eran, por tanto, otra luz. Me cuesta hablar con esas otras miradas que ya me han abandonado, que no reconocen esta tristeza o este estupor o esta melancolía o esta advertencia en los ojos de hoy. Me cuesta hablar conmigo en las lindes de la noche, que es cuando la fiebre sube en los enfermos, que es cuando la belleza –oro rojo, ámbar violáceo– se ha derrumbado ya en el horizonte. Porque entonces se pone el cielo de un azul opaco, grisáceo, indefinido. Todavía no hay estrellas para la fantasía ni oscuridad rotunda para la imaginación. Sólo paréntesis de sombras indecisas, pausa de irrealidad… También así la edad del hombre, su vanidosa Historia. ¿Cuántas veces sobre el mismo suceso, diferente crónica? ¿Cuántas la luz secular, ya atardecida, sin oriente e