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Quería escribir algo sonriente y relajado, purgar mi antipática despedida del 2008. Pero he leído el periódico. Una torpeza, lo sé, porque en los periódicos sólo se suelen hallar dolores o tonterías. De las segundas va la entrada de hoy. Dos autobuses van a pasear por las calles de Barcelona el siguiente anuncio: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”. Se trata de la clonación de una campaña londinense que, al amparo de un grupo de librepensadores (?), quiere abrir un debate social (?) sobre este particular. Yo no sé si se puede polemizar sobre algo que tan mal se enuncia; primero, porque llega a quienes no querría llegar; segundo, porque desvela lo que no les hará ninguna gracia que se desvele; y tercero, porque el eslogan patina en su pretensión de defender lo que defender desearía. Más explícitamente:
1. La campaña está dirigida indudablemente a los no creyentes porque, para el creyente, Dios no es la conclusión probable de ningún grupúsculo de supuestos librepensadores, sino un sentimiento profundo de difícil traducción a quien no lo siente. Tan difícil, como explicar el tacto a un corcho más o menos listo o la luz a un murciélago espabilado.
2. Los no creyentes viven bastante preocupados con la idea de Dios y necesitan que se les anuncie la probabilidad de que no existe para poder vivir tranquilos y gozosos. Es decir, al no creyente las inquietudes teológicas le quitan el sueño. Curioso.
3. El eslogan quiere ser muy moderno y estar a la última en lo que a enunciación de conclusiones científicas se refiere. Nada de determinismos clásicos a lo Newton. Lo último es el probabilismo cuántico y el caos: “la noción del caos nos obliga a generalizar la noción de ley de la naturaleza y a introducir en ella los conceptos de probabilidad e irreversibilidad”. Así se expresa al menos Ilya Prigogine en Las leyes del caos, que haberlas haylas a pesar de la aparente contradicción entre éste y aquéllas. Así que, “probablemente” Dios no existe… Pero los responsables del eslogan parecen haber leído sólo los titulares; quiero decir, que la probabilidad de que se habla en ciencia es matemática, está sometida a leyes y tiene un valor; no es un albur, no es un “pa mí que el electrón no va estar por aquí”. Vamos, que para ser consistentes, para transmitir alguna certidumbre que tranquilice a los no creyentes, que son los afectados, habría que aquilatar un poco más; por ejemplo, poner algún dígito contrastado a esa probabilidad o por lo menos encabezarla con un “Con toda probabilidad…” Cuando yo digo que “probablemente” llueva, también estoy diciendo que “probablemente” no lo haga; lo único que añado es mi personal adhesión a su posible suceso; es decir: “pa mí que va a llover”. Y para mí, ese pa-mí se diferencia de cualesquiera otros pa-mís en que tiene dinero para pagar sus pa-mís. Y yo lo único que puedo es lamentar lo mal que lo invierten, ¡con la de tristezas que hay por el mundo urgidas de unos pocos euros que las atenúen! Aunque, probablemente, pa ellos tales tristezas son cosa de comisiones parlamentarias, conferencias internacionales, protocolos de no sé qué, encuentros en no sé dónde o lazos en la solapa que exhiban como jazmines secos la miseria moral de su decadente cultura. Porque hay que ser decadente si para vivir con tranquilidad basta con colgar de un autobús esa probabilidad dudosa de que Dios no exista.
Si eso es todo lo que necesitan para “despreocuparse” y “disfrutar” de la vida, es para que, creyente o no creyente, pero humanamente honrado, uno se preocupe: podemos imaginar qué suerte le aguarda al mundo de las tristezas cuando el de estas ateo-teológicas desazones se haya sacudido el único peso que, a tenor de lo que dice, es lo que le impide disfrutar (¡más aún!) de un amanecer cualquiera.
Por desgracia, probablemente tengo razón.
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1. La campaña está dirigida indudablemente a los no creyentes porque, para el creyente, Dios no es la conclusión probable de ningún grupúsculo de supuestos librepensadores, sino un sentimiento profundo de difícil traducción a quien no lo siente. Tan difícil, como explicar el tacto a un corcho más o menos listo o la luz a un murciélago espabilado.
2. Los no creyentes viven bastante preocupados con la idea de Dios y necesitan que se les anuncie la probabilidad de que no existe para poder vivir tranquilos y gozosos. Es decir, al no creyente las inquietudes teológicas le quitan el sueño. Curioso.
3. El eslogan quiere ser muy moderno y estar a la última en lo que a enunciación de conclusiones científicas se refiere. Nada de determinismos clásicos a lo Newton. Lo último es el probabilismo cuántico y el caos: “la noción del caos nos obliga a generalizar la noción de ley de la naturaleza y a introducir en ella los conceptos de probabilidad e irreversibilidad”. Así se expresa al menos Ilya Prigogine en Las leyes del caos, que haberlas haylas a pesar de la aparente contradicción entre éste y aquéllas. Así que, “probablemente” Dios no existe… Pero los responsables del eslogan parecen haber leído sólo los titulares; quiero decir, que la probabilidad de que se habla en ciencia es matemática, está sometida a leyes y tiene un valor; no es un albur, no es un “pa mí que el electrón no va estar por aquí”. Vamos, que para ser consistentes, para transmitir alguna certidumbre que tranquilice a los no creyentes, que son los afectados, habría que aquilatar un poco más; por ejemplo, poner algún dígito contrastado a esa probabilidad o por lo menos encabezarla con un “Con toda probabilidad…” Cuando yo digo que “probablemente” llueva, también estoy diciendo que “probablemente” no lo haga; lo único que añado es mi personal adhesión a su posible suceso; es decir: “pa mí que va a llover”. Y para mí, ese pa-mí se diferencia de cualesquiera otros pa-mís en que tiene dinero para pagar sus pa-mís. Y yo lo único que puedo es lamentar lo mal que lo invierten, ¡con la de tristezas que hay por el mundo urgidas de unos pocos euros que las atenúen! Aunque, probablemente, pa ellos tales tristezas son cosa de comisiones parlamentarias, conferencias internacionales, protocolos de no sé qué, encuentros en no sé dónde o lazos en la solapa que exhiban como jazmines secos la miseria moral de su decadente cultura. Porque hay que ser decadente si para vivir con tranquilidad basta con colgar de un autobús esa probabilidad dudosa de que Dios no exista.
Si eso es todo lo que necesitan para “despreocuparse” y “disfrutar” de la vida, es para que, creyente o no creyente, pero humanamente honrado, uno se preocupe: podemos imaginar qué suerte le aguarda al mundo de las tristezas cuando el de estas ateo-teológicas desazones se haya sacudido el único peso que, a tenor de lo que dice, es lo que le impide disfrutar (¡más aún!) de un amanecer cualquiera.
Por desgracia, probablemente tengo razón.
Probablemente no, Antonio: con toda probabilidad.
ResponderEliminarLa verdad, hastía mucho comprobar esa insistencia de los no creyentes en reafirmar la no existencia de Dios. ¿Por qué hablan tanto de Dios los pensadores no creyentes? (Me viene a la mente Saramago, que no desaprovecha oportunidad de arremeter congra la religión católica). ¿Tal vez su consciencia no esté tranquila con la afirmación de que Dios no existe? ¿Tal vez necesitan creerlo para así asegurarse de que no van a ir al infierno? ¿Tan moldesto resulta que otros creamos? ¿Necesitamos los creyentes que vengan los librepensadores a salvarnos de nuestra presunta estupidez?
Gracias, Juan Antonio: planteas todas las preguntas que me rondaban la cabeza mientras escribía la entrada. Y desde luego, prefiero ser un presunto “lo-que-sea” elegido por mi mismo a un iluminado cutre y contradictorio diseñado por memeces más o menos institucionalizadas. Porque ya hablabas tú, allá por noviembre, de que las “igualdades” aquí andan trastabilladas, de que “hay a quien no le invitan a una copa por ser hombre, o a quien no le ponen una placa por ser monja…” Lo más sensato que la inteligencia empírico-positiva puede decir acerca de Dios es… absolutamente nada. Ni sí, ni no: ¡nada!, porque cuanto diga tiene que ser demostrado y nadie puede, ha podido o podrá demostrar que Dios no existe. Tampoco que existe, desde luego, por eso el asunto queda fuera de juego en el lenguaje científico. Esto ya se dijo en la filosofía analítica y el positivismo lógico, que además se enredó luego en notables conflictos sobre la validez de las mismas proposiciones científicas. Dios pertenece a otro ámbito. Así que “de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse” (lo dijo Wittgenstein con otras intenciones, pero las intenciones no cuentan porque tampoco son verificables).
ResponderEliminarAsí que, lo más decente al respecto es el “punto en boca”, con “gen” o sin “gen”, “partícula” o “no partícula” de Dios y por muchos anuncios, tipo cerveza, que quiera hacer la inteligencia cutre. El hombre siempre tendrá una pregunta más allá. Nosotros, desde luego, la tenemos. Y para mí la inteligencia está en la capacidad de preguntar; las respuestas no son más que su provisional eficacia.
Un abrazo.
Los llamados "creativos" de publicidad a veces suelen acusar rasgos geniales, pero este eslogan, desde luego, es de una ramplonería insultante. Además, no veo por ningún lado que el anuncio sea motivo de "despreocupación", cuando creo que esto es lo único, siendo honestos, que ha preocupado de verdad al ser humano, superadas las baratijas postmodernas, creyentes o no creyentes. Un consuelo leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarEs triste que el tema de Dios no de más que disgustos. Entre los que se creen sus dueños, los que cuelgan su sospechosa despreocupación en un autobús y lo difícil que es mantener viva todos los días la fe, yo me siento perdida. Sé que muchas veces no me atrevo ni a hablar del tema. Pero no por eso dejo de sentir que su "preocupación" por nosotros está por encima de cualquier eslogan e incluso de nuestra propia fe.
ResponderEliminarA veces lo siento así, no tengo más certeza. No pienso en lo probable.
Un beso, Antonio.
Y no te enfades, pasará de moda y ya está:-)
La verdad es que con militancias como esta a uno (ateo, como bien sabes) le dan ganas de abjurar. A mí el detalle que me parece más increíble es el de que lo promueva una asociación... ¡qué estatutos fundacionales tendrá! La verdad es que sonroja, ya desde la experiencia de Londres lo digo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Francisco
POSDATA: Al hilo de tu entrada anterior, me gustaría mandarte, si no te importa, un texto vía correo electrónico o (mejor aún, sigue siendo una vía insuperable) correo ordinario. Mi dirección es samsa777@hotmail.com
Desde luego es “ramplón”, Juan Manuel: no es igual hablar de la “muerte de Dios” con el arrojo, brillantez y soberbia de Nietzsche, que mendigar “pordioseramente” su “probable” inexistencia. Con aquél, se podrá o no estar de acuerdo; de éstos es forzoso reírse amargamente. Porque lo menos importante es lo que pretenden decir; lo terrible es lo que se lee detrás de su pobreza moral. No ofrecen nada grandioso, nada por lo que merezca la pena abandonar lo que pretenden que se abandone. Se quedan entre “la chispa de la vida” de un refresco y la “probablemente mejor cerveza del mundo”. Son “librepensadores de multinacional” (lo que luego critican para que parezca que son otra cosa) que quieren vivir satisfechos en el corralito de su intelectual ordinariez.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y un abrazo.
Con Dios, Olga, se habla siempre a solas y la fe es algo que se debate en ese círculo de silencios íntimos que somos cada uno de nosotros. Lo que aquí entristece es el desgaste del hombre envanecido y tonto de nuestros días, ese pensar y decir suyo desde la enajenación de su voluntad y la repetición de ideas que cruzan por su cabeza como los vientos de tu tierra. Y por desgracia, no creo que sea una moda, sino un modo irreversible de agonizar histórico.
ResponderEliminarGracias y un beso.
P.S. Esta tarde te diré algunas cosas sobre tu entrada, que todavía no he podido hacerlo.
Fran, luego te contesto más despacio. Ahora tengo que irme.
ResponderEliminarGracias
Amigo Francisco, entiendo las dudas que asaltan tu fe atea: yo también me he visto a veces en riesgo de apostasía por culpa de algunos compañeros de viaje, aunque siempre he podido decirme, parafraseando aquellos versos sobre la muerte de Villamediana (…el matador fue Bellido / y el impulso soberano), que “es ejecutor el hombre; pero el impulso, divino”. En tu caso es algo más difícil porque ejecutores e impulso coinciden en especie. Y es que, aparte de tu sorpresa por la “asociación” de fondo y sus “estatutos fundacionales”, a mí lo que me deprime es el amparo de los “librepensadores”. El “librepensamiento” no es, sin duda, un pensamiento libre, sino un término comodín y vacío ya de contenido que convierte cualquier sandez en algo “respetable”. No es el único, hay otros que causan el mismo efecto. Son la “piedra filosofal” de nuestras particulares sinrazones.
ResponderEliminarMe reconforta comprobar (bueno, en realidad estaba seguro de ello) que compartimos juicio, aunque no compartamos fe. Y no hay que preocuparse del infierno de luego; porque, como dijo Sartre (también ateo), el “infierno son los demás”. Lo que en muchos casos es cierto.
Un abrazo.
Pues sí. A mí me recuerdan mucho a los anarquistas que caricaturiza Chesterton en obras como "El hombre que fue jueves". Practican un proselitismo atávico y no dejan de ser un poco como Marx, Groucho [adapto libremente]: "Estos son mis principios. Serán los míos siempre que no sean los suyos".
ResponderEliminarSí, ya sabía yo que nuestro juicio en algo tan obvio no podía diferir. En efecto, reconforta.
Un fuerte abrazo,
Francisco
Pues gracias de nuevo; esta vez porque además entras de la mano de Chesterton y Marx (Groucho, naturalmente) y con una acertadísima equivalencia con esa espléndida novela.
ResponderEliminarSaludos (es por cambiar, que con tanto abrazo va a parecer que estábamos de acuerdo en estar de acuerdo).
No sé por qué a algunos les molesta tanto la idea de Dios. Son, seguramente, esos que claman por ser borrados de los registros de bautizo, que desean a apostasía, que viven, en definitiva, obsesionados con una religión de la que dicen prescindir, pero están todo el día erre que erre. Incoherencia sobre incoherencia
ResponderEliminarEn realidad, Octavio, lo que al hombre le molesta –no a muchos, sino al hombre– es no poder responder afirmativamente a esta pregunta: “¿no seré yo Dios?”
ResponderEliminarGracias y un abrazo.