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La ínsula interior

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Es asunto del putamen (que nada tiene que ver con lo primero que suena, sino con una cosa que hay en el cerebro) y de la ínsula (que tampoco se refiere a Barataria, sino a otro rincón cerebral de pretensión oscura). Su oficio es el odio, la mala uva contra alguien o algo; un apéndice de maldad que en unos es mayor y en otros ni se nota; o se tiene pequeño, pequeñito, y se consigue que apenas te delate. Bueno, esto no es exactamente así; no es cuestión de tamaño, sino de actividad: el putamen y la ínsula se confabulan en su excesivo ejercicio para que odiemos. ¡Y yo que creía que la ínsula tenía que ver con la tristeza y que me hacía arrendatario del tabaco…! Porque, de no sé cuándo, tenía yo leído que provincia tan honda del asiento material del alma se poblaba con tales desajustes.

Entendamos, pues, que el odio es un ladrido del sistema nervioso. Un ladrido con clarísima intención de dentellada que suena como la voz de un mastín en las noches del inconsciente. Lo malo es que confunde, que también el amor, el romántico y apasionado, encandila el putamen y la ínsula; que si uno se enamora, esas cositas se ponen como locas. Será por eso aquello que decía Ortega sobre “el enamoramiento” y el “estado de miseria mental”. Miseria mental, ¡qué duro fue aquí el maestro! Encima nos destierra del recto juicio. Vamos, que el amor nos vuelve un mucho tontos y un bastante agresivos. Queda claro, neurológicamente, por qué Orlando se puso como una moto de pura ira ante los coqueteos de Angélica, y por qué Otelo invocaba, enrabietado, aquella causa (“¡…la causa, la causa, alma mía!…") poco antes de “romper relaciones” con la pobre Desdémona.

Algunos debemos de ser tontos de otra manera, por eso hacemos sólo servicios de imaginaria. Y es que las almas dormidas son como los niños: sus odios y sus amores son verdades de mentira que ni atontan a uno, ni dañan al otro. Juegos de sombras siempre reversibles, donde la luz sólo está provisionalmente apagada. Combates de amor o de odio, con disparos de salva, en las insulares tierras de nuestros secretos silencios.
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Comentarios

  1. Me ha picado la curiosidad y he buscado estos términos en Mr. Gogle.
    Bueno, Antonio, hoy he aprendido algo nuevo. Que el dicho "del amor al odio hay un paso" tiene una base científica. Y que existe una diferencia clave:
    " mientras el amor inhibe gran parte del córtex donde se procesan las ideas racionales, en el odio no se observa esta inhibición de la razón".

    Interesante post. Muchas gracias.

    http://www.clarin.com/diario/2008/10/31/sociedad/s-01792708.htm

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  2. Sin embargo, Sunsi, es un triste aprendizaje; porque el amor nos hace "tontos", pero el odio no altera un ápice nuestra pobre inteligencia habitual.

    ¡Cómo, científicamente hablando, no va a ser uno pesimista! Prefiero a Petrarca, a Garcilaso, a Don Quijote, a San Juan de la Cruz... Prefiero... la "verdad" no científica.

    Gracias por tu comentario y un saludo.

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  3. Agradezco a un anónimo (aunque sé quién es) la corrección de una errata: donde ahora pone “Desdémona” yo había puesto “Ofelia”. Para tal anónimo aclaro la sandez mía: la culpa la tuvo Kean, que tan pronto mandaba al convento a la una como acogotaba a la otra. Bueno, Kean y… los años.

    Gracias.

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  4. http://www.youtube.com/watch?v=HMAfdZe-pac


    ESA CLASE DE LOCURA.

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  5. Bonita canción para replicar a estos "odios" y "tontunas".

    Gracias.

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  6. Dios mío. No sabía nada del putamen ni de la ínsula, pero me preocupa más bien poco. Había oído el ladrido claramente, varias veces, del odio y del amor. Y también hago servicios de imaginaria en los que no sé si vigilo algo o me lo invento. También me da igual.
    Y, para colmo, fumo.
    Tu entrada me ha puesto muy triste, fíjate. Me fumo un cigarro más y me voy a la cama. El despertador me morderá mañana con crudeza, a pesar de no tener cerebro (¿él?).
    Buenas noches, caballero.
    Un beso.

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  7. ¡qué interesante lo que cuentas, Antonio! ¡Y qué equivocada estaba! Yo pensaba que el amor "de verdad" nos hacía más listos, ver mejor, ver lo que otros no pueden ver.
    ¡Ay que ver lo que es la ingenuidad!

    Un fuerte abrazo y un beso
    Aurora

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  8. Me encanta estar" tonta de capirote" cuando estoy enamorada.¡ ¡Qué pena estar tan espabilada!

    Me voy a la feria de Arco. ¿ Se apunta alguien ?

    Un beso contemporaneo.

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  9. Veridiana, yo me voy ahora, voy con un sobrino pintor, él es guapísimo y yo una tía normal, seguro que nos reconoces ;-)... por él.

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  10. ¡Vamos, Olga! ¿Ponerse “triste” por esto? Yo intentaba ser un pelín cínico, pero se me debe de dar fatal. ¡Allá el "putamen" con su mala idea! De todas formas, no abuses del tabaco, que éste sí, éste sí que tiene muy mala…

    Ah, y ponle un bozal al “descerebrado” ése que muerde todos los sueños y nos despierta por la mañana.

    Un beso.

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  11. No te preocupes, Aurora: puedes seguir pensando lo mismo. El amor no es el "enamoramiento"; Ortega lo deja bastante clarito. El amor es mucho más. Si lo será, que la filosofía lo lleva incorporado al nombre.

    Un beso.

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  12. Con gracia lo dices, y con coplilla incorporada, Veridiana. Pues eso, que pienso lo mismo y no quiero ser menos:

    El amor es como es,
    y a poquito que se note
    nos pone el alma al revés
    y vuelve tontos del bote.

    Mas qué importa. Anda y dile
    que prefieres al dichoso
    corazón haciendo el oso…
    ¡Y nada que lo espabile!

    Un beso antiguo, lejísimos de Arco.

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  13. Esta entrada pide a gritos, siquiera sea para que suenen otras músicas, el célebre epigrama 85 de Catulo:

    Odi et amo. quare id faciam, fortasse requiris? / nescio, sed fieri sentio et excrucior.

    "Odio y amo. ¿Me preguntas acaso por qué me comporto así?. / No lo sé, pero siento que ocurre y me atormento".

    Un abrazo.

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  14. ¡Ah, Catulo! Gran torpeza la mía: ¡con lo bien que habría quedado esa cita al principio!

    Muchas gracias, Antonio, y un abrazo.

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  15. ¿”Tontería de conclusiones”?... Ni mucho menos, Sunsi: concluyes lo que yo buscaba en esta entrada. No hay nada ni nadie, ni lo habrá nunca (mientras uno dure, naturalmente), que me arranque la idea de que el hombre está por encima de todas las conclusiones empíricas, de todos los laboratorios, de todas las probetas, de todas las zancadillas de su vanidosa provisionalidad histórica… Ni nada ni nadie de que, sin embargo, está muy por debajo del techo de su inviable vanidad.

    Gracias a ti.

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  16. Me ha gustado mucho esto último, Antonio... esa idea de que "el hombre está por encima de todas las conclusiones empíricas".

    Yo así lo creo, el ser humano es insuperable. La vida a veces nos acerca a personas excepcionales que así nos lo hacen ver.

    Personas diagnosticadas de severa ausencia de futuro, pero que ahí están, poniéndole los dientes a la ausencia. Rompiendo estadísticas. Sonriendo. Y dando una patada al 2+2=4...
    ... he conocido personas con una enorme valentía, que han demostrado que algunas veces 2+2=15... y punto.

    Qué enorme presencia es la del ser humano, ese "estar" que no sé exactamente dónde se configura, si se codifica en el córtex, desde el putamen, la ínsula, el cuerpo calloso o la amígadala. Lo único que se ve es que el hombre vive, es, está, y vence. Esa es su presencia. La presencia que un día da una patada a lo empírico, a lo que debería haber sucedido pero que no sucedió.

    Mi más sentido homejaje a los que no se rinden ante la evidencia. Ellos son sentido y sensibilidad. Humanidad valiente, ejemplo y esperanza. Ahí es nada.

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  17. Estamos de acuerdo, Ana. Lo empírico, se mire por donde se mire, es la tenaza que nos aprieta contra el pasado, contra lo que ha sido, lo que se ha visto, lo que se ha comprobado… Pero el hombre es un animal empujado hacia el futuro (me hace mucha gracia el abusivo empleo de la palabra “progreso” y el incomprensible olvido del sentido que arrastra), hacia lo que aún no ha sido, hacia lo que no se sabe cómo puede o quiere ser. No me extraña tu admiración: ahí es dónde uno se encuentra de repente a alguien que vive obteniendo 15 de sumar 2 y 2. Los códigos de esta aritmética se escriben en el lenguaje de la voluntad… Y en algo más que todavía no sé muy bien.

    Gracias.

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  18. Voy a acabar por pensar que estabas provocando con tu entrada, que eres un provocador ¡y mira qué respuestas, mayoritariamente femeninas! Claro, vas y nos dices lo del putamen y la insula ... y no nos gusta nada, pero nada, nada.

    Un abrazo y un beso, provocador
    Aurora

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  19. El ser humano es gilipollas y lo más imperfecto que hay en la Tierra.

    Anónimo extraño.

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  20. En primer lugar, perdona este retraso: acabo de llegar a casa (hace doce horas que salí) y lo cierto es que estoy un poco liado por causa de mi "oficial" oficio. Y en segundo... no, ni mucho menos: ¡qué voy a provocar, pobre de mí!; lo que ocurre es que habéis leído esta entrada con demasiada amabilidad.

    Un beso

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  21. Bueno, Einstein dijo algo parecido, pero con más elegancia: “Sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy seguro de lo primero”. Claro que, siglos antes, el Bachiller Sansón Carrasco enunció algo similar: “stultorum infinitus est numerus” (lo del Eclesiastés, la verdad, no se parece mucho) que en traducción libre podríamos escribir como “el número de gilipollas es infinito”. Lo curioso es lo poco interesada que se muestra la ciencia en su posible localización cerebral. Puede que la gilipollez sea una afección generalizada del Sistema Nervioso de escasa relevancia para el estudio o la reflexión. No sé si tú sabrás algo al respecto.

    Un saludo, Anónimo extraño.

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