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…en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado…
J. R. Jiménez
Me han dejado de hablar las madreselvas.
Los vencejos, apenas si los oigo.
Quedamos, viejo amigo, como siempre,
indagando silencio y simetrías,
soledades de azogue que repiten
perfiles de derrotas, sombras vanas,
ecos de aquel rincón donde la vida
se quiso más que nunca vida, más
que nunca eternidad -prefacio
de sueños sin frontera o territorio,
alambique de aromas, primavera
sin agosto final, sin tanto olvido…-
Me han dejado de hablar las madreselvas.
Y la tarde y la noche. Y la mañana.
Y apenas puedo oír a los vencejos
que se baten de amor, a tanta altura.
15 de julio de 2009
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…en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado…
J. R. Jiménez
Me han dejado de hablar las madreselvas.
Los vencejos, apenas si los oigo.
Quedamos, viejo amigo, como siempre,
indagando silencio y simetrías,
soledades de azogue que repiten
perfiles de derrotas, sombras vanas,
ecos de aquel rincón donde la vida
se quiso más que nunca vida, más
que nunca eternidad -prefacio
de sueños sin frontera o territorio,
alambique de aromas, primavera
sin agosto final, sin tanto olvido…-
Me han dejado de hablar las madreselvas.
Y la tarde y la noche. Y la mañana.
Y apenas puedo oír a los vencejos
que se baten de amor, a tanta altura.
15 de julio de 2009
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Fabuloso, triste y decedentemente fabuloso.
ResponderEliminarBueno, pues si te sirve de algo, yo no te dejaré de hablar. (Dios mío, suena a amenaza;-)
ResponderEliminarQué triste se oye tu voz, Antonio, y qué bonito es el sonido lejano de esos vencejos "...que se baten de amor, a tanta altura".
Un beso.
Que placer poder leer tus palabras siempre tan llenas de un perfume de nostalgia, en tonos ocres, en sordina, en soledad frente a uno mismo, frente a una imagen que ya no es, pero que contiene lo que fué.
ResponderEliminarEste pasar de puntillas tan tuyo sobre las cosas me fascina, es como una sinfonia de memoria nublada o difuminada ya por el tiempo, pero conservando siempre la conciencia de lo vivido.
“Cuesta abajo”, Capitán, como en el tango. ¡Cuesta abajo…!
ResponderEliminarMuchas gracias, una vez más.
¡Eso nunca sería una "amenaza", Olga!
ResponderEliminar...Y es verdad: los vencejos siempre suenan "bonito", por lejos que se encuentren.
Gracias, claro está, y un beso.
Y apesar de todo... ahí está la madreselva... que nació para ser aroma... y los vencejos se siguen amando. Quizá es que han tomado tanta altura que el oído humano no alcanza ... Por la noche, cuando todo es silencio, cuando todo duerme, igual entonces oímos lo que las voces atolondradas del día descansan hasta mañana. La nadreselva siempre nos envuelve con su aroma por la noche. Quizá no hay que oírla... quizá sólo hay que dejarse envolver por su fragancia...
ResponderEliminarUn saludo Antonio. Seguramente a mí me envolverá el perfume del jazmín que va en volandas con la brisa del mar ...
Buenas noches y que sean buenas para todos. Precioso poema, como siempre... Gracias.
Como siempre, Montse, tengo que agradecer, y mucho, toda esa generosidad de tus palabras. Lo cierto es que los espejos están cargados de imágenes que, sin ser las de uno, siempre son las de aquéllos en que uno se miró.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Así es, Sunsi, la madreselva “nació para ser aroma”; pero el hombre la llenó de símbolos de amor y eternidad. Claro que el hombre nació para convertirlo todo en signos, es decir, en palabras. “Grandes palabras”, dicen algunos despectivamente. Otros, sin embargo, no sabemos qué hacer cuando esas “grandes palabras” dejan de hablarnos. Aunque nos envuelvan. Pero seguro que tus jazmines son más parlanchines que las madreselvas de estos versos, tan desatentas.
ResponderEliminar...Y gracias a ti por tu siempre amable visita.
Últimamente de das poco, pero, cuando lo haces, te das generosamente. Hermosos versos, contrapunto de los soles estivales. Un abrazo.
ResponderEliminarMás generosa aún, Antonio, es vuestra recepción.
ResponderEliminarMuchas gracias, y disfruta de estos "soles estivales."
Un abrazo.
Todas las mañanas ante mi espejo me atrevo a preguntar: Espejito, espejito...¿ Quién es la más guapa del mundo?, y sea como fuere he resuelto que me lo diga. Él me fisga detrás de la puerta del armario,y no le permito que me autodestruya ,persevero en mis fuerzas de persuasión y me felicito por haber resuelto de una manera tan equitativa y responsable los problemas de esta vida que me ha sido asignada.
ResponderEliminarUn beso...
Claro, Veridiana, pero eso sólo pueden hacerlo las diosas; no, los mortales. Y conste que este mortal no se lamenta ni de las madreselvas ni de los vencejos, sino de que hayan dejado de hablarle.
ResponderEliminarUn beso.
jajaja...¡Eso me ha gustado!
ResponderEliminarRecordad, bella Circe, que me convertisteis en Ave Fénix, por eso la ceniza habitual de mis palabras resucita, a veces, en justas lindezas para vuestro agrado.
ResponderEliminar¡¡ Gracias mil...!
ResponderEliminarSiempre a vos.
ResponderEliminarSuenan tristes tus palabras...
ResponderEliminar... la madreselva sigue ahí,
y también los vencejos,
y el sonido de una voz,
y la resonancia de una risa,
el silencio de una lágrima...
... la permanencia de las cosas.
Yo muchas veces me pregunto qué es lo que a veces nos ocurre cuando se nos desdibuja de esa manera la realidad... o acaso... ¿pudiera ser al contrario, que la realidad se haya desdibujado sola?... ¿que haya desaparecido el sonido de nuestro mundo?... ¿pudiera ser que nuestros ojos ya no tengan nada en que reposar?...
... aún así, permanecería el recuerdo de las cosas que no se olvidan. Añun habría realiadad en la que reposar.
Quisiera poderte regalar ese no olvido de las cosas. Su permanencia. Pero bien cierto es que la vida es harto complicada... que se nos desdibuja más veces de lo que soportamos...
... y sin embargo ahí están, la madreselva, los vencejos... y el olor a verano.
Hermosas tus palabras, y tristes.
Deseo el verano para la esencia de tu mirada. Que el verano llegue pronto a tus ojos.
Un saludo.
En el tiempo que llevo con esta historia del blog, Ana, que no es poco (empecé con ella un “atardecer” de febrero de 2007), he llegado a la conclusión de que lo más importante no es lo que yo digo, ni mucho menos (¡esas “notitas” metidas en una botella!), sino lo que en otros descubro. Para alguien tan poco sociable como yo, es sorprendente.
ResponderEliminarTu caso, por ejemplo: una sensibilidad digna de aplauso. Eso es valioso, muy valioso. En el mundo que vivimos, la sensibilidad se merece un lugar de honor. Una pena, que no sea contagiosa ni haya motivos para declararla “pandemia”. Y eso que por aquí veo pasar a muchos pacientes de tan bendito y desacostumbrado síndrome: dado lo que hoy se entiende por “saludable”, es un lujo disfrutar de ciertas “afecciones”.
Gracias por ello y por todo lo demás que dices.
Un saludo afectuoso.
Muchas gracias, Antonio, precioso poema con ecos de tango.
ResponderEliminarMadreselvas, cuesta abajo, y sobre todo:
....Cuando no estás la flor no perfuma, si tú te vas me envuelve la bruma; el zorzal, la fuente y las estrellas pierden para mí su seducción...
Por aquí te lo dejo:
http://www.youtube.com/watch?v=rDcTtSm2cMw
Un abrazo
Muchas gracias a ti, “Anónimo”.
ResponderEliminarPrecioso ese “Cuanto tú no estas” gardeliano, y perfectamente acorde con el poema que, es verdad, está escrito con memorias de tangos.
Un abrazo.