. A Jorge, casi hermano, con quien repartí la infancia (nunca dejé de jugar contigo) Se iban siempre. Cualquier día de agosto o de antes de agosto. De repente, la tarde se creía el silencio y los ojos de un niño se encontraban la noche tras la muda estatura de su azul desolado. Volverán –te decían– por abril o por mayo; volverán como todo lo que un día nos deja. Y siguieron faltando, de año en año, en agosto; y volviendo a volver, por abril o por mayo, cuando el mundo estallaba en jardines y escribían las rosas balcones al aire. ¡Volverán! –te decían–... Y dejaron de irse una tarde agosto, galopando una moto a remolque de un ángel... Y dejaron de irse porque ya no volvieron, por abril o por mayo, o por siempre o por nunca, a los ojos de un niño que deshizo la noche. 19 de agosto de 2009, a treinta y seis años de tu ausencia. .