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La aburrida maldad de la idiotez

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Las palabras y los conceptos han sido siempre objetos preciados y delicados para el hombre. Digo “han sido”, que es un pretérito perfecto, porque ya no lo son –que es un imperfecto presente– o lo son cada vez menos –que es un planto tristísimo ante su inminente inhumación–. Hoy por hoy, las primeras y los segundos se tratan sin respeto; se manosean, se ensucian y se rompen en bocas, plumas y cabezas que no son merecedoras de su dilatado esfuerzo.

Cultura y filosofía, sin ir más lejos. Hay aspectos comunes entre ambas. Una y otra remiten a totalidades: de usos, costumbres, creencias y destinos, la primera; de ideas, interrelaciones, sentidos y cosmovisiones, la segunda. También hay diferencias, naturalmente: aquélla se hace con el tiempo y su trabajado curso; ésta, desde la enorme mirada de una lechuza que es préstamo de Minerva. Pero la mayor semejanza entre las dos, la que les daba razón de ser, ha sido la peor parada. Esa similitud era también una palabra. Y otro concepto. “Articulación”; vertebración, diría Ortega. Los usos, las costumbres, los destinos, las ideas, las cosmovisiones… tienen (tenían, por desgracia para hogaño) columna vertebral. Ésta es la que se ha roto, incinerado y esparcido sus cenizas al viento de los noticieros. Cultura y filosofía han dejado de ser totalidades para convertirse en conjuntos, en montones, en un suma y sigue o resta y da lo mismo. Por eso –ya lo dije– hay filosofías de cualquier cosa: la filosofía de este restaurante, de ese entrenador, del cocido madrileño –que me encanta, aunque no sea filosofia–… Y culturas de otro tanto: la cultura del ocio –¿qué querrá decir esta tontería si una cultura sólo nace de un largo trabajo histórico?–, de los fines de semana, de los pintamonas… Ni la filosofía es un conjunto de ideas adornando ocurrencias, ni la cultura un amontonamiento de circunstancias abrevando anécdotas. Y, sobre todo, ni una ni otra se engendran (debería decir engendraban) en media hora de pasión ideológica.

Por eso ya no significan las palabras sus conceptos ni los conceptos señalan nada. Son sólo cantidades, porciones acumuladas que no pueden hablarse entre sí porque las han metido en una campana de vacío. Les falta el aire, la atmósfera de su historia. Y no es ocioso lo que digo: muchos voceadores hay que babean la cultura como si fuera el salón de su casa, una pared del salón de su casa a la que añaden y quitan los cuadros que se les antoja. De la filosofía… Mejor me callo. Sólo subrayar el perverso diagnóstico de Antonio Machado, aquél que hablaba del ave divina, trocada en pobre gallina…

Se debe amar al ave divina; y la gallina degustarse en pepitoria. La gilipollez consiste en lo contrario: cocinar pepitorias con aves divinas y enamorarse de las gallinas del corral inventado por la aburrida maldad de la idiotez.

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Comentarios

  1. Aún recuerdo un libro de Alianza Editorial, amarillo para más señas, que leí hace un montón de años: "La España invertebrada" de José Ortega Gasset, me impactó bastante, y veo que en algunos aspectos aún andamos como entonces, bastante invertebrados.

    Qué buena la metáfora de las palabras medio ahogadas "les falta el aire, la atmósfera de su historia".
    Leer lo que escribes, me recuerda a los grandes de la filosofia que tuve ocasión de conocer como Lopez Aranguren, con un discurso coherente siempre, daba gusto oirle, te llevaba como de la mano hasta los conceptos más complejos con aquella facilidad que sólo los grandes tienen.

    Un abrazo.

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  2. Yo lo tengo, Montse, en la colección “El Arquero” de “Revista de Occidente”. Es la decimocuarta edición, la de 1966. Tú referencia me ha hecho buscarlo y recordar que lo leí frente al Palacio de Cristal del Retiro madrileño; dos o tres amables tardes de un lejanísimo verano. Y tienes razón en lo que dices: hace casi cien años que Ortega publicó su “España invertebrada” y nosotros seguimos con una corporeidad de amebas. Muchas, sin duda, pero amebas al cabo. Seguimos sin consentir que nos nazcan “vértebras”. Y, lo que es peor, las “minorías eminentes” de que hablaba han aparecido, sí, como minorías, pero su “eminencia” no es más que una macedonia de estupidez, caciquismo y sinvergonzonería.

    Claro que mi alusión a Ortega era sólo metafórica, porque las palabras y los conceptos estaban vertebrados y últimamente se parecen a las lombrices.

    Muchas gracias por tu visita y el recuerdo que me ha supuesto.

    Un abrazo.

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  3. Antonio... perdona... no es jabón. Genial. De veras. Iba leyendo y me emocionaba cómo has desgranado la bifurcación actual de cultura y filosofía. Y la anécdota elevada a idea... y la idea... ¿La tendrán escondida en un contenedor?

    Esta mañana he hecho una copia y se la he dado a mi hija que cursa 2º de Bachillerato para su profesora de filosofía, que también le da lengua española. Espero que le saque jugo.

    Gracias, Antonio.Fantástico artículo.

    Un saludo cordial

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  4. Dices bien, Sunsi: el paradero de muchas ideas son ciertos contenedores de donde se sacan para ser recicladas. Pero entonces son ideas de segunda mano y como de plástico: no tienen que ver con nada auténtico. Tras un provisional uso, se tiran otra vez y de nuevo se reciclan. Y así sucesivamente. ¡Toda una industria!

    Ojalá pueda sacar de esto algún “jugo” tu hija; mejor aún: ojalá se le permita a su generación reencontrar los jugos que les ha escamoteado tanto “industrial” de la idiotez.

    Un saludo, y, naturalmente, gracias.

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  5. ¡ Muy bueno!
    Vivimos en un mundo con tanta información,que apreciamos las acciones de los estúpidos,que empobrecen la sociedad.Los malvados,los inteligentes,los incautos,(afortunadamente,los buenos y generosos).
    Impresiona que todo país en ascenso tiene su inevitable porcentaje de personas estúpidas,y también un alto de endividuos inteligentes,que procuran tener controlada a la población,y que al mismo tiempo,producen para ellos ganancias suficientes,para que el progreso sea un hecho.(o conduzca al país a la ruina)

    Tengo un amigo,importante director de orquesta,al que invitaron a una cena,donde se reunían personas de la política y del "glamour"...Esperando que en algún momento, la conversación derivara a la música,para su asombro,no sucedió;pero se enteró donde van de vacaciones,como tienen sus casas decoradas,y quien retira la basura...

    Un beso humorístico

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  6. A mí lo que me pone de muy mala uva, Veridiana, es comprobar que existen alquimistas perversos (inteligentes, no sé; pero malintencionados, muchísimo) que han dado con la fórmula maldita que convierte los instrumentos de la identidad humana (sus valores, sus ideas, sus signos) en un producto opiáceo, embrutecedor y políticamente eficaz. ¡Y nadie dice nada!

    Un beso agradecido por el comentario a pesar de mi dudoso humor.

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  7. Mira que robarme la receta...no veo a los dirigentes con ánimo de purificarse.

    A poca gente le interesa descubrir su propia esencia,así que no vamos a culparles de todo:nuestra renuncia la de negarnos a pensar.

    Está un dia con bruma... ¡Precioso!

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  8. No, mi temida Circe, no os han robado. Vuestra fórmula no es tan perversa. Nos quita el ser que somos, cierto; pero nos vuelve animales, es decir, aún nos permite la naturaleza. La que ellos emplean es mucho peor: nos anestesia primero y nos convierte en el programa de su gloria después. La vuestra nos consiente algo de vida; la de ellos, ninguna. Sólo somos su condenado software.

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  9. ¿Y no tendremos algo de culpa?
    Lo hacen porque pueden, porque tal vez, en pequeño, nosotros hacemos cosas muy parecidas con el mínimo trozo de sociedad y política que nos incumbe. Preocupa más la corrección política que la intención, eso es de una inmoralidad profunda, todo está lleno de buenas palabras que ya no dicen nada y que intentan dotar de profundidad a lo más obvio.
    Un beso, maestro;-)

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  10. Claro está que tenemos algo, o mucho, de culpa. No hay borrachos sólo porque haya taberneros, la ebriedad es asunto de cada cual. Pero eso no quita para que los taberneros se hayan vuelto expertos en marketing y, gracias a ello, resulten tan “seductores” para la clientela. Tal vez la maldad sea suya, la idiotez, nuestra y el aburrimiento, el plano horizonte a que nos dirigimos.

    Un beso y muchas gracias por tu visita, “discípula dilecta”.

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  11. A mí me gusta pensar que no todo estará perdido... que la palabra seguirá siendo la palabra. Y que las épocas de requiebro son el detonante para que las personas renueven el pensamiento, la vida... y que salga a la luz, lo perdido, todo lo que somos.

    No sé... quizá es que soy una ingenua y un poco ignorante.

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  12. Gracias, Ana; no eres "ingenua" ni mucho menos "ignorante". A mí me gusta pensar lo mismo. Y de hecho lo hago. Pero no hablo de lo que pienso y espero, sino de lo que veo y, no me cabe duda, ocurre.

    Un saludo.

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  13. Confiar en la memoria es temerario, pues a veces nos traiciona. Efectivamente el libro amarillo chillón que leí de Ortega, era de la colección "el Arquero" de Revista de Occcidente" con el arquero dibujado en la portada.
    La imagen de nuestra corporeidad de amebas es muy acertada para significar la falta total de esqueleto o estructura en la sociedad actual, con las consecuencias que todos conocemos, y que dirigen unas minorias dichas eminentes, pero que en realidad son una "macedonia de estupidez, caciquismo y sinvergonzoneria". Me sorprende la claridad meridiana con la que sabes retratar lo que hay.

    Un saludo.

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  14. Y además, ese más que redondo endecasílabo (contundente, feroz, incontestable) del título.

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