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Mostrando entradas de mayo, 2010

El renglón confuso

. En Coslada, Madrid, a dos manzanas de un viejo amanecer, que ni se atreve a ser amanecer, que ocurre y bebe la soledad de Dios en sus ventanas. En Coslada, trucando las mañanas, falsificando el día que aún me debe la esperanza de luego; y el sol, breve, tan vulgar y tan breve, tan sin ganas… Ya lo ves, aquí sigo, ajeno y raro, arañazo en la tierra de una sombra y confuso renglón de un verbo vivo; crédula ingenuidad de un día claro que lleva el nombre con que el sueño nombra la llaga de un después definitivo. 28 mayo 2010 .

El futuro de la mentira

. La mentira en el niño es una inversión de prometedora inteligencia en su desarrollo. Lo dice el doctor Kang Lee, un señor que, sin duda, no conocemos muchos, aunque dirija el Institute of Child Study (escrito así impresiona mucho más) de la Universidad de Toronto. Y no lo dice porque sí, lo dice como consecuencia de un laborioso estudio realizado sobre incautas criaturas veraces y prometedores trileros de la verdad. La Psicología es una ciencia enferma vendida a la eficacia. Que un sinvergüenza tenga más futuro que un hombre honrado no es ningún descubrimiento. En la clase de mundo que hemos hecho, naturalmente. Sin embargo, casi es maldad ampararlo en una supuesta ley científica. Porque, “a pie de calle”, las leyes de la ciencia son nuestros mandamientos . Aunque se confundan, aunque luego digan digo donde antes dijeran diego . Y si pensamos en la Psicología, la alternancia digo-diego se aproxima a las alteraciones estéticas de la "Pasarela Cibeles", que hoy dicta blanco d

El octavo pasajero

. . Dice Tertuliano en su “De patientia”: el que tiene paciencia en el perder, se ejercita en saber dar; porque la paciencia en las pérdidas es la enseñanza de la liberalidad . Si los políticos e “intelectuales” hogaño hubieran hecho algo por mantener una pátina de rigor en las ideas de muchos de sus súbditos, los titulares de sus vergonzosas –o vergonzantes– prácticas podrían justificarse a menudo con citas como ésta. Pero, claro, eso exige una didáctica y una pericia en la decente paciencia de la que carecen y a la que ya nadie –casi nadie, mejor– aprecia. Los hombres siempre se han querido creer dioses, aunque antes tenían la decencia de no intentarlo. Roma hizo algunas tonterías al respecto. Y así le fue. Pero lo de los últimos tiempos no tiene parangón. Han sido –y este “sido” goza de subliminal inercia por “seguir siendo”– tiempos ansiosos que lo querían todo “ya”, antes incluso de que ya pudiera pronunciarse. Uno se acuerda de los yuppies , aquellos young urban professionals de

Eterno retorno

. Un día no está el mundo donde debe; ni las rosas, perdidas, en su tallo. Llueve aún… Y parece, cuando llueve, que mayo no se atreve a hablar en mayo. Un día, nada es… O es la sorpresa repentina de haber un día sido este trozo de Dios que se confiesa y habla con Él de un sueño inmerecido. Un día como éste... Cualquier día de los que ya no cuentan con vosotros –sombras borradas de la calle mía–, rompe el tiempo y, de pronto, cruzan otros. Y pasean su ajena incertidumbre. Y ocurre el mundo aún… Es su costumbre. 10 mayo 2010 .

La mirada de los almirantes

. . Mi oficio es bregar con el “problema”. Esto lo puede decir cualquiera, ya lo sé; pero el mío, mi problema , aun siendo común y humano, se dice entrecomillado en nuestros días. Porque la educación es un problema; mejor dicho, es “el problema”; y quien no lo piense así tiene la misma capacidad de diagnóstico que una sardina acerca de la peligrosidad de un petrolero reventado: simplemente se muere en su vertido. En mi oficio tratamos con gente por hacer a la que hacer debemos . Lo que no siempre se nos permite; o se nos permite muy poco. Hay grandiosas miradas oteando el horizonte que fijan rutas y derrotas para llevar a buen puerto su preciada mercancía. Lo nuestro es conservarla en buen estado para que el mercado funcione. En mi opinión de vulgar vigilante de las bodegas, el problema es ése precisamente: la mercancía. Primero, porque no lo es humanamente; y segundo, porque acaba creyéndose que lo es. No acierta uno a entender, desde aquí abajo, las complejas coordenadas que fijan l