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Comienza Heidegger su Introducción a la Metafísica con una pregunta de altos vuelos: “¿Por qué hay ser en vez de nada?” Y empieza así porque no puede hablarse de Filosofía Primera, que es como la llamaba Aristóteles, obviando tan incómodo interrogante. Precisamente por esta incomodidad es por lo que las acomodadas filosofías ilustradas y post-ilustradas acabaron borrándola de sus preocupaciones. Les bastó decir que tales preguntas eran un sinsentido (y, por lo tanto, un sin-respuesta) para que la metafísica delegara sus inquietudes en la ciencia y se convirtiera a sí misma en un viejo museo de arqueología y palabras.
Ya no se habla de metafísica nada más que para hacer alguna que otra visita de turística indiferencia por los paisajes escolares. Ni se habla, ni importa. En su lugar tenemos las crípticas conclusiones de la ciencia. Y digo “crípticas”, no porque en sí lo sean, sino porque para el común de la gente, que repite sus letanías con religiosa entrega, lo son. Me digan lo que me digan, o me cuenten lo que me cuenten, yo no veo ninguna progresión en la sabiduría del mundo; sólo un cambio de fe. El listillo de turno cree en Hawking con la misma intensidad que el beato de ayer lo hacía en San Milagrones. Ni el beato entendió jamás la alteración del orden natural que suponía un milagro, ni el listillo el supuesto orden natural que consagra un puñado de ecuaciones por él desconocidas.
La metafísica –no obstante la enormidad de su proyecto– siempre fue una inquietud de universal coincidencia: quiso esclarecer lo probablemente inextricable. Quiso alcanzar lo que unos acomodaron, otros menospreciaron y ambos sustituyeron. Quiso, en fin, que el hombre fuera lo que antes de él correspondió al silencio: una indagación ambiciosa para interpretar un sueño.
La pregunta de Heidegger ya no importa. Menos aún la que este pobre idiota sigue haciéndose: ¿por qué ya no se atreve el "ser" a preguntar por sí mismo?
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La metafísica es una vocación humana, y lo será siempre porque el hombre se extraña de ser y de ser sólo cuerpo, a pesar de tanta ciencia. No quiere decir que todos podamos ser Heidegger, pero se intuye hasta en los niños, si les prestas atención.
ResponderEliminarSi ya no hay interés por estas facetas es porque acallamos esta vocación con otros ruidos más fuertes.
Recuerdo, al hilo de esto, cómo definía Gil de Biedma la vocación en un poema: "el nombre que le dimos a nuestra dignidad".
Tal vez desocuparnos de toda preocupación metafísica se lleve un trocito de nuestra dignidad.
¿Tú que crees?
Un beso preguntón.
…Que sí, Olga. Aunque lo que yo creo es que se lleva bastante más de “un trocito”. Porque a lo que yo quiero referirme con esta especie de exilio a que se ha condenado la metafísica es a una grandiosa amputación. Imagina que el ser fuera un iceberg flotando en el mar de la nada y el hombre el punto más alto de su blanca cima. Un punto lleno de curiosidad y capaz de mirar hacia abajo todos y cada uno de los destellos de las radiantes laderas. Imagina que esa mirada se poblase de explicaciones y que al conjunto de éstas lo llamásemos ciencia. Imagina que ese punto se envaneciera hasta el extremo de fijar la frontera de su mirada en el mar que rodea su emergencia. Imagina el elevado error de ese punto al menospreciar la enorme masa sumergida que lo levanta, ésa en que la luz de las certidumbres se refracta y titubea…
ResponderEliminarNo conformarse con la frontera del mar es lo que define la metafísica. Ésta es la rebeldía que nos hemos amputado; ésta... y otras muchas rebeldías “colaterales.”
Un beso, para nada respondón dada la precariedad de mis respuestas.
Menudo post, Antonio. Aunque mi oficio "oficial" es el de las palabras -supongo que la filología debe de ser eso- mi pasión es la filosofía.
ResponderEliminarSe dice que es connatural al ser humano interrogarse sobre su propio ser.
Seguro que tú tienes una respuesta mucho más fundamentada que la mía a tu pregunta final. Yo achaco la ausencia del interrogante a la prisa, al hacer y hacer y al ocio compulsivo. ¡Al ruido! A toda una generación de estudiantes que se les ha negado la posibilidad de aprender a abstraer porque , por lo visto, los planes de estudio van muy cargados de asignaturas "útiles" . Y los que sí tuvieron esa posibilidad se entregan a sus apretadas agendas para que sus nóminas tengan más ceros para poder consumir.
Ya sé que la respuesta es simplona y que detrás hay mucho más. Mi aportación es fruto de la experiencia con chavales que te dicen que detenerse en estas preguntas es una pérdida de tiempo. "Total... Si somos, ¿para qué indagar más?" Y los adultos... "eso lo dejo para los que tienen pocas ocupaciones..."
Perdón por ser tan prosaica. Y muchas gracias por estos post que me quitan las legañas y me ayudan a pararme, aunque sea un ratito;)
Un saludo cordial, profesor.
Ya no llegamos más allá de casi nada, y menos aún más allá de la física. Se sustituyen las dudas por modelos, basados en principios indiscutibles, y cmo sn indiscutibles, ¿para qué preguntar por algo que va más allá de ellos?
ResponderEliminar¡Qué más quisiera yo, Sunsi, que tener una “respuesta fundamentada”!... Lo que tengo son preguntas; muchas, muchísimas… Y una tenia en el estómago del alma que engulle las respuestas convencionales para dejarla con la misma hambre después de cada almuerzo.
ResponderEliminarLo que yo lamento, Sunsi, no es la protesta del púber ni el desprecio del mercader: eso ha sido siempre así. Lo que me indigna es el abandono “institucional” de la metafísica, el panorama “oficial” de su olvido; el menosprecio generalizado, incluso por quienes ejercen de “especialistas”, de su radical necesidad. A veces me acuerdo de Esopo, de La zorra y las uvas, porque tal parece que los “sabios”, despechados, prefieren considerarla fruto inválido antes que admitir su incapacidad de alcanzarla. No lo dice la fábula, pero seguramente la zorra se fue después a los vertederos, donde hay comida fácil… En estado de descomposición, claro está; pero fácil, cercana, inmediatamente “empírica.” Y no me meto con la ciencia, que hace lo que tiene que hacer (aunque a veces traspase el “límite” y concluya lo que su método no le permite concluir), lo hago con quienes, envidiando las “medallas” del combate de ésta, se avergonzaron de las heridas de su propia batalla interminable… Y firmaron la paz con el silencio. Kant fue uno de los primeros en enarbolar la bandera blanca.
Un saludo de los de siempre, y muchas gracias, como siempre.
Ahora que estamos en tiempos de “paro”, Capitán, hay, sin embargo, una cuantiosa demanda de navegantes, de hombres corajudos a los que no amedrente marear “más allá.” Sin cartas de navegación, sin brújulas, sin GPSs; sólo con las viejas y humanas ganas del horizonte inalcanzable. Como perfectamente dices para ir “más allá de ellos” mismos.
ResponderEliminarSe necesitan. Deberíamos poner un anuncio. Aunque –¡una pena!– sólo podríamos pagarles un sueldo de orgullo humano.
Gracias, Capitán, por tu compañía.
Antonio, gracias a ti por permitirnos compartir tus entradas. Y por cierto, tu respuesta a mi comentario es casi una entrada en sí misma, sin el casi.
ResponderEliminarUn abrazo
Hay mucha generosidad por tu parte, Capitán.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡Uf!!¡Qué estabas muy bien...! y empieza septiembre y como Descartes,ves un mundo desencantado...
ResponderEliminarLa metáfisica de Aristoteles, hoy se puede leer como una semántica,hoy se entiende como un discurso producido para bienes académicos.
Sí, se emplea en otros medios,hoy te enseña a vivir,investigar la naturaleza,la literatura...
Dijo Salomón:" A más conocimiento más sufrimiento".
Queremos saber,investigar, aunque ello nos produzca algún dolor de cabeza.
Un beso libre.
…No, a vivir no, Veridiana. Y a lo demás, tampoco estoy muy seguro. Como alguna vez creo haber contado por aquí, lo primero que digo a mis alumnos al empezar el curso es que la filosofía “no sirve para nada”; e inmediatamente añado: “¡Afortunadamente!”. Luego me extiendo un poquito para aclararles la enorme distancia (tan cotidianamente negada) entre los verbos “servir” y “valer”; entre lo que proporciona “un servicio” y a lo que alcanza “un valor.” La ciencia “sirve” y la filosofía “vale”. Su esfuerzo no es útil, sino valioso. Un saber que empieza definiéndose como “amor” pierde inmediatamente toda finalidad ajena a su pasión propia. Por eso no es un saber para esto o aquello, para alcanzar tal objetivo o proporcionar cuál bienestar, para viajar a las estrellas o acabar con la puñetera malaria... No permite ni enseña a vivir mejor o peor. La filosofía –y la metafísica claro, que para eso era la Primera en Aristóteles– es probablemente la misma “pasión inútil” con que Sastre definía al hombre. No podemos dejar de filosofar para nada como no podemos dejar de amar aun esperando nada. Aunque, desgraciadamente, podemos degradar lo primero y distorsionar lo segundo. De esto se quejaba el caballero el otro día; por aquello, me parece a mí una cobardía lo que hemos hecho de las “grandes” (se dice con demagógico desprecio) e “inútiles” (se afirma con vanidosa estupidez) preguntas del hombre.
ResponderEliminarMe acabo de dar cuenta de que soy un “plasta.” Perdón por el rollo y muchas gracias por tu comentario.
Un beso inútil.
Fe de erratas: donde dice Sastre debe decir Sartre.
EliminarCuánta razón, Antonio. El exilio de todo lo que huela a metafísica es una más de las tontunas postmodernas. El ser ha pasado de preguntarse por sí mismo a preguntarse por la marca de sus pantalones. El ser se nos ha vuelto snob, atacado de ipod, y atrapado entre el ikea y la religión cientificista. Todo muy raquítico, vaya. La metafísica ya no es cool, como tampoco Bécquer ni el tabaco. Podemos coincidir con el justo ladrillo kantiano en que la metafísica es un sueño. Pero como sueño que es, humanísima. Aunque no lleguemos a ninguna respuesta, sino a algún que otro desasosiego. Pero siempre nos quedará la poesía y la música, como la de nuestro admirado cántabro, en los dos versos finales de su "Capricho ontológico":
ResponderEliminarA mí el eco. Yo era yo.
Y ahora además yo soy mí.
Abrazo.
jeje.
ResponderEliminarMe abrumais,señor...
y dadme un beso util.
Dices bien, Juan Manuel: “raquítico”… y cutre. La postmodernidad, se adorne como se adorne, es intelectualmente paleta, está llena de tópicos y, además, es “retro” porque apesta a puritanismo de nuevo cuño. El único enemigo de altura que ha tenido la metafísica fue Nietzsche, pero su apuesta era una apuesta de dioses que volvían a crearlo todo… Le perdió el entusiasmo del eterno retorno. Porque no hay retorno posible, sólo el fatalismo cruel de la entropía, que, estoy tristemente seguro, también determina el final de las culturas.
ResponderEliminarTú enciendes una antorcha en la caverna en que nos adentramos: “… siempre nos quedará la poesía y la música.” Y lo haces con la llama de nuestro “inolvidable-olvidado.” Ojalá sea así: a fin de cuentas, la aventura del “ser” empezó con un poema en hexámetros.
Muchas gracias por tu espléndido comentario.
Un abrazo.
Después de lo dicho, mi temida Circe, "un beso útil" sería una traición; mejor...
ResponderEliminarUn beso valioso.