. Son memoria del aire –porque el aire es un raro fluido con memoria–; formas incontinentes o caricias sobre la piel de un cuerpo sin regreso. Como una tinta dactilar sublime, escriben impensables transparencias; y se acuerdan de gestos, de ademanes, de sonrisas y otros muchos olvidos. A veces hablan –o creemos que hablan cuando su voz acude a los prodigios–; y nos cerca una inmensa enciclopedia de cuerpos no presentes, de vacíos que no vemos y están y se atavían de un ropaje inviable. Se pasean todos los días por las mismas calles. Sonríen con nosotros o discuten, a veces, y se van. Y vuelven luego con un ramo de viento en la mirada. Todos los días a la misma hora y en el mismo rincón de cualquier parte: un jardín con acacias, un camino que suspendió horizontes en septiembre; la noche de un bolero, la infinita desolación de una alegría ausente… Todo guardado aquí, junto a nosotros, en estas formas donde habita nadie. 29 junio 2010 .