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Volver a las soledades

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Ha vuelto porque aquí se dejó no sé cuántas soledades. Lo he visto más viejo; supongo que él también a mí. Mantiene la fachada por un generoso descuido de los años, pero el gesto es distinto: más enteco, más resignado; también, más desabrido. Hemos cruzado cervezas y brindado cigarrillos (en la calle, por supuesto). Hemos estado de acuerdo sobre las muchas mentiras y pocas verdades con que hogaño aderezan los hombres sus costumbres. Y al hablar del amor y el desamor, se le ha puesto en los ojos la memoria y me ha dicho:

–Eso ya ni se entiende ni se lleva.

Luego, con voz de aguardiente viejo, me ha leído estas soleares:


He vuelto por un recibo
que una vez firmé en tus ojos
y tú has pagado al olvido.

Por eso –y por más– he vuelto
a pasear por tu calle
y recorrer mis desiertos.

Los días tuyos no están
donde debieron quedarse:
se fueron con los demás.

Por decirlo que no quede;
al cabo, todos sabemos
lo poco que dura siempre.

Son cosas del corazón:
si al amor todo le sobra,
también le sobra el amor.

Yo he vuelto para cobrar
ese recibo que a ti
te dio por no conservar.

Me basta una transferencia
a los fondos del olvido.
Tú sabes cuál es la cuenta.

Y así quedamos en paz:
tú sin saber que yo fui,
yo sin razón para amar.


El caballero inactual

12 febrero 2011

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Comentarios

  1. Cómo me hubiese gustado estar con vosotros. Brindar cigarrillos debe de ser estupendo, aunque sea en la calle. Aunque uno esté más resignado y desabrido.
    Sí, lo peor es que te dejen sin razón para amar. O sin razón, simplemente. Menos mal que
    “Es amor fuerza tan fuerte
    que fuerza toda razón”.
    Una sonrisa un poco triste esta vez para el caballero, un beso para vos.

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  2. Gracias siempre, Olga, por tus atenciones con este viejo amigo que, por llevar la contraria a un mundo que con tanta facilidad “se coloca”, no es más que un “descolocado” impertinente; es decir, no pertinente o perteneciente a nada. Ni siquiera al tiempo.

    Un beso mío y otro de su parte.

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