Ir al contenido principal

El destino de las supernovas

.



.

Luz, ¡más luz!
J. W. Goethe

…somos polvo de estrellas
C. Sagan


La mayor parte de los átomos es vacío. Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas.

Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben.

El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa.

El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario.

Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecencia… ¡Sólo al cobarde le importa la derrota!
.

Comentarios

  1. "El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz". Qué hermosa manera de verlo todo, Antonio. Tu propia luz alumbra lo que dices y lo que ves.
    Recuerdo mi deseo profundo de luz y mi impotencia. Pero consuela un poco leerte y sentirse polvo de estrellas.
    En el fondo, miras el universo con el delicado gesto con el que tu astrónomo de Vermeer tocaba -sin tocar- el mundo.
    Gracias.
    Y un beso.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Olga por el cariño con que siempre lees estas imaginarias (que empiezan a ser muchas, demasiadas probablemente). Así leíste ese astrónomo de Vermeer que recuerdas; así también, aquella otra supernova, hermana gemela del destino de ésta (junio y julio de 2008, ¡cómo pasa el tiempo!). Lo cierto es que no es gran cosa lo que yo escribo, aunque tú lo haces crecer cuando lo lees.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Cada hombre debe buscar su obstinación, que es resistencia, que es rebeldía, que es cabeza alta y bien visible ante el páramo desolado de la perplejidad, ante la cuerda floja bajo los pies, ante la gran intuición inefable, que es combate continuo contra el miedo a no tener miedo, contra el miedo a sentir sin límites. Sólo desde la rebeldía podemos amar. Sólo la rebeldía puede dignificar nuestro titubeante caminar. Sólo la rebeldía nos hace buenos.
    Tenerse en pie.
    Variaciones de la misma melodía.

    Vericuetos entre la física teórica moderna y lo... humano, demasiado humano.

    Bella reflexión tu texto.
    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
  4. ¿”Bella reflexión…”? No sé si será tal cosa, pero lo es sin duda tu exquisito comentario. Porque la “rebeldía” es el último regalo de la ciencia al que no hemos prestado la atención debida, el santo antojo de la insignificancia que ora es onda y no partícula, ora es partícula y no onda. Y si el microcosmos tiene tanta arrogancia, ¿no vamos a tenerla nosotros que somos su modesta amplificación? O, dicho de otra forma, ¿no seremos nosotros el lugar donde se cita la rebeldía con el conocimiento de sí misma?

    Muchas gracias J.M.F.R.

    ResponderEliminar
  5. Tal vez por eso el pintor Edgar Degas odiaba la luz.

    "Por mucho que un hombre valga,nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre"

    Un beso diáfano.

    ResponderEliminar
  6. Lo que le gustaba a Degas era la luz domesticada, artificial y urbana, no la luz en estado salvaje que es la de la naturaleza en bruto.

    Más cercana veo la cita de Machado; precisamente porque el “valor más alto” del hombre es “el de ser hombre”: es en él donde la luz de las supernovas se encuentra consigo misma.

    Gracias siempre Veridiana.

    Un beso intraestelar.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada