Cuando partió, yo tenía veintisiete años. Hace unos días leí
que ya estaba a dieciocho mil millones de kilómetros; lo que en la noche es
parva distancia: aproximadamente, diecisiete horas de viaje en un tren de Einstein. Un paseíto por la
infinitud al fin y al cabo. Claro que a él le ha costado algo más: treinta y
cinco años para ser exacto; después de todo, un parpadeo de la eternidad
Cuando partió, nadie tenía Internet en casa ni móvil
en el bolsillo, hacíamos fotos con sofisticadas cámaras oscuras y grabábamos
canciones en cintas magnetofónicas. Los códigos y las gentes estábamos hechos
de otra materia, menos sutil, aunque sin duda igual de ineficaz… Hace unos días
leí que abandonaba el Sistema Solar con el racimo de palabras y demás señales
que el hombre empaquetó en la técnica rudimentaria de su vieja arquitectura.
Curioso proceder éste: arrojar signos amables y buscar anónimos interlocutores
que, tal vez, no se encuentren nunca. Curioso y desolador, porque, en estos
treinta y cinco años, hemos seguido hablando entre nosotros para nada,
intercambiando códigos para nada, entrecruzando símbolos para nada,
construyendo prodigios… para nada; mientras él, un trasto viejo, seguía
atravesando la noche con su disco de oro y sus saludos a cualquiera; con
Beethoven y Mozart; con Bach y Stravinsky…
Curiosa esperanza la de esta criatura humana tan experta en
no entenderse a sí misma, tan incapaz de darse la respuesta adecuada: buscar un
otro improbable en la noche que le
sepa entender y responderle pueda. Aunque siempre ha sido así: después de todo,
el hombre sólo es un verbo defectivo que indaga las desinencias de una
conjugación inacabada.
Curiosa y hermosa esperanza. Siempre andamos buscando piezas de nuestro propio puzzle. Afortunadamente, nadie en particular es un dibujo completo, nada en el universo depende solo de sí mismo. Todo es una especie de equilibrio delicado, una especie de baile en el que nos encontramos, nos perdemos, nos buscamos, nos acercamos y nos alejamos. Y, de vez en cuando, toca saludarse (o simplemente es posible, si uno quiere).
ResponderEliminarPues eso, un saludo y un beso, maestro, me alegro mucho de "verle" por aquí. Gracias por el texto
Tan incompletos somos, que no nos damos cuenta que la respuesta no nos la tiene que dar "otro" sino nosotros mismos , que el viaje está bien que sea hacia el infinito, si es preciso, pero... hay un viaje hacia el interior del ser humano, enormemente enriquecedor que el " hombre" practica poco, o casi nada. Y ... Mientras no lo haga, por muchos kms que recorra será igualmente estéril en muchos aspectos. Pero, siempre queda la esperanza de que algún día, quizás, consiga entenderlo.
ResponderEliminarUn beso
Pues muchas gracias, Olga por la posibilidad, la voluntad y la alegría de ese saludo y ese beso.
ResponderEliminarComo bien dices, “siempre andamos buscando piezas de nuestro propio puzzle”. Pero, ¿por qué? ¿Qué necesidad hay de que busquemos tan empecinadamente lo que, al parecer, nunca encontramos?
Un beso, doña Amiga.
No lo sé, yo no puedo evitarlo, como el conde de Valmont. Bueno, como él tal vez no, pero no puedo evitarlo.
ResponderEliminarLlámalo querencia,-)
... Yo lo suelo llamar 'filosofía'
ResponderEliminarEn primer lugar, Doña-Anónima, siento el retraso de esta respuesta, de lo que, ya sabes, no tengo real culpa.
ResponderEliminarEn segundo lugar, estoy de acuerdo contigo. Tal vez la incapacidad humana de darnos la respuesta adecuada proceda de otro enredo: el hombre, ese fronterizo ser entre la interioridad que podría conocerse y la exterioridad que ignora de modo inevitable, marra fatalmente el objetivo; de ahí la obsesión con los “afueras” inalcanzables y el menosprecio por los “adentros” tan inmediatos. Sócrates y San Agustín, entre otros, ya se dieron cuenta.
Un beso.
Qué bonito lo que dices Antonio, y tan realista a la vez.
ResponderEliminarTengo la suerte de tener un amigo organista que interpreta a Bach "casi" a su altura.
Desde Leipzig un beso musical.
Probablemente tu amigo, Veridiana, será capaz de interpretar a tanta 'altura' que pueda acompañar al Voyager más allá de nuestro Sistema.
ResponderEliminarGracias por tu visita. Un beso.