Amo la soledad de los
revólveres,
sus redondos abdómenes
hexástilos,
su inquietante advertencia,
su amenaza;
amo el ojo avisado de la
muerte
y el ácido perfume de la
pólvora
en las seis rosas negras de
su alma.
Debo cruzar el último
desierto
sin norte ya, ni rumbo ni
tarea.
Hacia viejos poblados que
no existen
debo seguir queriendo
seguir vivo.
Y cabalgar a lomos del
silencio.
Y cabalgar y cabalgar… por
nada.
La cobriza tangencia del
crepúsculo
pone triste la sien de mi
caballo.
Oigo el silbo de Dios en la
llanura…
En la llanura inmensa,
ilimitada.
El desierto es el tacto del
olvido,
la caricia del vértigo, la
fibra
terminal de la tierra donde
ahora
el rostro reconozco de la muerte,
donde sólo es verdad esta
brillante
soledad de un revólver en
mis manos.
Marzo 2013
Un poema que habla de soledad; de tu soledad, de tu desierto, de un sentimiento íntimo. Me gusta tu poema.
ResponderEliminarLos poetas sois personas generosas que regaláis trozos de sentimientos sinceros. Nos dejáis entrar a los demás en un lugar recóndito, vetado, íntimo y por eso: mi agradecimiento.
Un beso Antonio
Hermosa pistola negra, forastero.
ResponderEliminarYo también amo la soledad de los revólveres. Y mucho más amo los desiertos, las enormes llanuras. Y galopar, y galopar... y que los perros ladren.
Me gusta pensar que, al cruzarnos, tal vez se alegre la sien de tu caballo,-)
Un beso, maestro.
Mi “lugar recóndito”, Doña A, es de una vulgaridad pasmosa. Nada hay allí que no haya en cualquier otro ‘recóndito lugar’. Probablemente porque yo no soy un “poeta”, como tan generosamente opinas. En cualquier caso, agradezco tus cariñosas palabras que muestran una lectura en extremo amable de las mías.
ResponderEliminarUn beso, querida amiga.
Para mí siempre será una alegría cruzarme contigo, querida forastera, y charlar de los “poblados que no existen” porque el paisaje no se los merece (siempre me sale Platón por alguna parte). Tal vez por eso nos resultan tan atractivos los desiertos y las llanuras.
ResponderEliminarGracias, Olga, y un beso.
P.D.: Me he vuelto a probar ese sombrero de “maestro” que me regalas y, qué pena, me sigue quedando grande.
Te gusta Platón porque su filosofía sigue representando una posibilidad permanente de lo humano.
ResponderEliminarMejor galopar sin cargas...
Las armas dan seguridad al que no la tiene y quieren controlar lo incontrolable,(tal vez porque las he sentido próximas)y no me gustan.
Un beso.
¡Que va! Cada "recóndito lugar", Antonio, no tiene nada que ver con otro.Cada uno tiene características diferentes y únicas que nos hacen especiales, pero los poetas a veces nos dejáis ver algo del vuestro, por eso sois más generosos.
ResponderEliminarAunque tengo que reconocer que todos son muy interesantes.
Un beso
Me gusta Platón, Veridiana, porque gracias a “su filosofía” la filosofía pudo ser ‘filosofía’.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que dices de las armas, no sé qué pensar. Me bastaría cambiar el sujeto de tu frase para entender en ella un pensamiento cautivador. Por ejemplo: el amor ‘da seguridad al que no la tiene y quiere controlar lo incontrolable’. Y quien dice ‘el amor’ podría decir ‘la esperanza’, o ‘los sueños’ o cualquiera de esas cosas grandes que permite a los seres humanos sentirse seguros y pretender lo imposible. No, las armas no hacen eso.
Gracias por tu compañía y un beso.
Ya que insistís, querida, Doña A, no seré yo quien os contradiga. Sea pues lo que vos digáis.
ResponderEliminarUn beso.
¡¡Feliz cumpleaños mañana día siete!!
ResponderEliminarQue el dios Ares te colme de energía y vitalidad.
Un beso.
Muchas gracias, Veridiana; y felicidades a ti que también quedas bajo la protección de Ares.
ResponderEliminarUn beso