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El atardecer penitente




Se le ha puesto a la tarde color de penitencia. No sé si será por algún remordimiento que le haya dejado el día o por algún mirar hacia nosotros que la haya desolado. El caso es que se ha cubierto de nubes, moradas hasta casi el luto, y ha empezado a llorar entre suspiros del cielo. Algunos dirán que está de Semana Santa y que piensa en nazareno; otros, que es cosa de abril, disciplinado cumplidor de sus refranes; la mayoría, sin embargo, apenas se habrá dado cuenta de la contrición, tan bella, con que hoy atardecía, o sólo habrá caído en el fastidio de tener que correr a refugiarse de un intempestivo chaparrón. Esto es normal, por supuesto, aunque deja en el paladar del alma el sabor de una sosería insuperable.

A veces ­–es casi una obligación de la vida– hay que ser soso. Pero éste no es el problema; el problema es que lo seamos muchos al mismo tiempo. Si tal pasa, ocurre “la mayoría”. Y la mayoría es una realidad insípida; peor aún, engañosa –tal vez por ello, tan deseada de políticos, mercaderes y vividores afines–. Aunque, peor que peor es cuando se interioriza, cuando se vuelve identidad propia y argumento de verdad, cuando se dice “somos mayoría” para respaldar cualquier sandez o atrocidad (depende de la circunstancia) que se le haya ocurrido al primer imbécil “mayoritariamente” encumbrado.

Se puede creer en la armonía preestablecida de las mónadas de Leibniz, pero no en la mayoría coincidente de sus voluntades; entre otras cosas porque las mónadas no pueden comunicarse ni, por consecuencia, coincidir en intenciones.


Se le ha puesto a la tarde un bello color de penitencia. Casi nadie lo ha advertido. A casi nadie ha importado.



Comentarios

  1. Y es que tiene abril una luz que no tiene ningún otro mes por mucho que se diga. Estrenando tantos tonos de verde y tanto color... la luz refleja tanta vida nueva y tantas sombras que no lo son y tantos grises cuando llueve, que a poca sensibilidad que uno tenga queda uno embriagado por tanta belleza.
    Ayer mismo pensaba yo que me quedaría con este mes de tan ricos contrastes para siempre.
    Un beso y feliz descanso

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  2. Nadie como tú, mi querida Doña A, para enjuiciar y hablar de los colores: es don, que yo bien sé, definidor de tu pincel y tus palabras. Gracias por éstas que aquí me dejas.
    Un beso.

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