...los pueblos degeneran por defectos íntimos.
J.
Ortega y Gasset, España invertebrada
Al sistema nervioso le ha costado
muchísimo tiempo llegar a la complicada arquitectura del hombre. Su larga biografía está jalonada de tanteos
rudimentarios; simples ensayos que, amontonando azarosas estructuras, se han
apañado más o menos con los engorros de la supervivencia. Las lombrices, por
ejemplo, rastreros y eficaces ventiladores del suelo, se manejan con bastante soltura.
En su caso, en lugar de cerebro tienen un par de ganglios gordos y otro montón
de ganglios –menos gordos– escalonados, gracias a los cuales al organismo no le
va mal del todo. Claro que, a veces, la bota distraída de un jardinero o la
depredadora ansiedad de cualquier mirlo dan fácilmente al traste con el futuro
de tan precaria arquitectura nerviosa. Pero, mientras tanto, la lombriz puede felizmente
seguir comiendo y cagando tierra, que es la tarea que por naturaleza tiene
encomendada.
No sé yo si el anélido ejemplo es
exportable a los quehaceres de la historia humana ni si lo del hombre es
pretenderse emblemático ciudadano del mundo o vanidoso oligarca de terruño precario.
No sé exactamente si algunos rincones de este planeta no estarán sufriendo una
enfermiza regresión genética, un confuso padecimiento de tiempos virtuales no pasados,
aunque, inexplicablemente por tanto, sí sufridos.
No sé si a la biografía del sistema nervioso de la historia le ha dado un golpe
de nostalgia por su pubertad neurológica y, creyéndose avanzada, se ha vuelto
regresiva. Lo que sé es que el sistema nervioso de las lombrices, con su pluralidad
de rústicos ganglios, es menos eficaz que el cerebrillo del mirlo más tonto y claramente
más vulnerable ante la azarosa bota de los jardineros… Lo que sé es que el
gusano que come y caga tierra sucede biológicamente antes; y el mirlo y el jardinero, evolutivamente después…
Lo que sé es que yo estaba hojeando
la “España invertebrada” de Ortega y, sabe Dios por qué, me ha dado por pensar
en la inquietante descerebración de
los tiempos que corren.
Durante bastantes años se ha fomentado la cultura del no pensar, del no esfuerzo,de lo fácil, de lo vulgar,de... y ahora estamos pagando las consecuencias.
ResponderEliminarLa lombriz no tiene cerebro pero hace su trabajo estupendamente; el hombre lo tiene y ni siquiera es capaz de hacer el trabajo de la lombriz.Es una pena.
Un beso
Sin duda, Susi.
ResponderEliminarEl verdadero problema, según yo pienso al menos, es que la lombriz hace 'lo que tiene que hacer', como hacen los demás seres de la naturaleza con mayor o menor versatilidad según sea su nivel evolutivo. El hombre, sin embargo, de acuerdo con teoría universalmente proclamada, pero al parecer no entendida ni asumida, supone ese salto cualitativo que llamamos 'libertad'. Es ésta la que nos hizo vivir un escenario nuevo: la Historia.
Pero lo terrible es que la Historia se parece cada vez más a una desvirtuada Naturaleza, que ya no puede ser ésta ni al parecer se atreve a ser aquélla... ¡Lo terrible es que las 'ideas' del hombre quieran ser 'ocurrencias vermiformes'!
Gracias por tu comentario.
Un beso.
No si al hombre no se le olvida la libertad, lo que se le olvida es la vocación de ésta de la verdad y del bien común, de ahí, el resultado final, "animal sin huesos", desvertebrado,él y el proyecto que quiera "vertebrar"
ResponderEliminarUn beso
Evidentemente, Loli, porque la libertad, mal entendida como "poder hacer lo que quiero", es decir, lo que "deseo" o me pide el ganglio gordo, ha enterrado el sentido de "deber hacer lo que puedo" aun contrariando la demanda animal de aquél. Casi nadie entiende ya que la libertad es la evolución de la voluntad sobre el determinismo, de la historia sobre la naturaleza. ¡Qué le vamos a hacer!
ResponderEliminarBesos.