Ir al contenido principal

De utopías



                          ...si existe ese país que ofende al hombre,
                                  asolaré en justicia sus dominios.
                                 J.M. Mesanza, Contra Utopía II



¿Cuánto dolor un sueño necesita
para volverse hastío, desencanto;
escombro, polvareda, sombra...; cuánto
amanecer en lágrima maldita?

¿Qué horizontes, qué tierras deshabita
un verbo pordiosero, sin encanto,
que va de nada en nada...; qué entretanto
de tiempo espurio, de señal proscrita?

Cerrad los libros viejos: todo es nada,
burbuja antojadiza, voz sin dueño,
quehacer de un dios sin Dios y sin empresa...

Y una pregunta aún, desesperada:
¿Cuánta tristeza necesita un sueño
para dejar de ser una promesa?



3 marzo 2015


Comentarios

  1. "¿Cuanta tristeza necesita un sueño para dejar de ser una promesa?"

    En los sueños no hay tristezas, no las necesitan y por tanto nunca dejaran de ser una promesa.
    Si así fuera dejarían de serlo, querido Antonio. Es como aquel que decía.

    "Si le hubiera cortado las alas
    Hubiera sido mío
    Y no se habría escapado

    Pero...así habría
    dejado de ser pájaro

    Y yo...lo que quería
    era un pájaro."

    A lo peor, lo que ocurre es que los sueños se han ido, que el hombre ha dejado de soñar.
    Un beso, Antonio y, ... a seguir soñando en que podemos alcanzar un mundo mejor.

    ResponderEliminar
  2. Claro que no, Susi, "en los sueños no hay tristeza"; la tristeza la ponen los días de su irreal realización, las horas de su falaz posibilidad, los dolores y lágrimas malditas con que abonan sus consecuencias. Los sueños, estos sueños de que hablo, no van, no han ido nunca, a ninguna parte. Venden prestidigitación, adquieren inmolaciones y, al cabo, ofrecen un patético espectáculo que su mágica chistera convierte en nueva y falsa maravilla.

    No, Susi, yo no quiero estos sueños para nada. Tengo otros mejores y más grandes que saben su lugar y no me engañan. Parafraseando las palabras de Laboa que citas, a mis pájaros no es posible cortarles las alas: siempre vuelan muy alto, "tan alto, tan alto" que, a veces, casi dan "a la caza alcance".

    Muchas gracias por tu comentario y un beso.

    ResponderEliminar
  3. Cuánto dolor un sueño necesita para aceptar el despertar...

    Sí señor, tanto tiempo sin venir hace que olvide lo mucho y bueno que hay por estos lares

    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, Capitán, siempre bienvenido "por estos lares".

    Con estos sueños nos pasa lo mismo que dice el viejo tango:

    "...fiera venganza la del tiempo
    que te hace ver de cerca lo que uno amó..."

    Por eso es mejor estar siempre de imaginaria.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. MUCHAS FELICIDADES!!!. Andamos de cumpleaños...(creo que fue ayer).
    Espero lo disfrutaras,Antonio.

    Muchos besos.
    Veridiana.

    ResponderEliminar
  6. "Andamos", sí, mi temida Circe. No sé exactamente "de" qué, o hacia qué, pero andamos, que en este caso quiere decir "cumplimos". Un verbo del deber éste de "cumplir-años" al que nunca somos desleales. ¡Qué maravilloso sería el mundo si cumpliéramos con el mismo rigor todos los demás deberes nuestros!

    Gracias por tu puntual recuerdo y felicidades también, compañera en los días de Marte.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Gracias Antonio!!. Dos besos y una flor!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada