Ir al contenido principal

La risa, la única risa




La risa del hombre, cuando alcanza la presunta estatura de su definición, se vuelve ácida, amarga; en ocasiones, con un lastre de crueldad, insulto o menosprecio. No deja de llamar la atención que la manifestación más espontánea de la alegría –en realidad, la única viable en la naturaleza– pueda acabar retorciéndose hasta extremos tales. Somos los únicos animales dotados de una musculatura especializada en su posibilidad: somos los únicos capaces de reír, de hacer el gesto de la gratitud y la felicidad, o la inocente comprensión de la inocencia pura. El niño, esa metáfora ontológica, esa luz que estrena el alma en unos ojos, es el más delicioso de los ejemplos. ¿Habéis visto reír alguna vez a un niño sin apenas edad ante cualquier simpleza? ¿Habéis oído el precioso estallido de su carcajada porque un objeto cayera de forma imprevisible, porque alguien de repente estornudara, porque cualquier insignificancia desvelara de pronto su condición de espectáculo y maravilla?... ¿No habéis sentido entonces la más amable de las infecciones, los síntomas de la enfermedad más añorada, la fiebre de la inocencia, la necesidad de reír al paso de esa risa...?


¿No habéis entendido aún que a nuestra contradictoria especie le sobra toda la acidez, toda la amargura, toda la crueldad, todo el menosprecio de que, por desgracia, somos capaces?


Comentarios

  1. La dureza del paso del tiempo sufre esa metamorfosis...
    Buen día Antonio!!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. "La dureza del paso del tiempo", querida Veridiana, podría explicar la acidez y la amargura, pero la crueldad y el menosprecio tienen que ver más con el resentimiento, que es mala pasión humana.

    Un beso y muchas gracias por tu compañía.

    ResponderEliminar
  3. La risa de cualquier niño de esa edad es preciosa y lo es porque está limpia. Limpia como una mañana clara de primavera. Es la vida cuando empieza. No hay nada en ella que la mancille.Efectivamente es contagiosa y bellísima. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo contigo, cuando la risa envejece no siempre es ácida y amarga. A veces está cansada, desilusionada y humillada.
    Un beso, Antonio.

    ResponderEliminar
  4. Sí, es cierto, "no siempre es ácida y amarga". Aunque, si "está cansada, desilusionada y humillada", yo creo que, en el fondo, refleja cierto amargor. El niño ríe porque sí, porque todavía tiene intactas la sorpresa y generosidad de la vida; a nosotros sólo nos sale algo parecido cuando se nos pega el gesto de esa inocencia.

    Gracias, Susi, por acompañar estas líneas.

    Y un beso, por supuesto.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada