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Mostrando entradas de junio, 2015

¿Quién se para a pensar en la inocencia?

Tengo abierta la ventana. A esta hora atardecida, junio se vuelve amable. De fuera me llega el  aire tibio de algún jardín recién regado. Siento una deliciosa cenestesia: frescor, sosiego, paz... Huele a madreselvas y a tierra mojada. El zureo de una paloma, empeñada en hacer el amor que le toca, adorna el pretil  de la terraza. Se oyen voces suaves, amortiguadas por la distancia, enredadas en sonrisas y destinos perdidos (¿a qué destino podría ir cualquier sonrisa hoy sino a la nada?). Es buena gente, el mundo está lleno de buena gente (cuando le dejamos llenarse de ella, naturalmente). Pero el mundo es difícil y raro; hostil, sin duda, al esfuerzo de estos atardeceres de junio en las ciudades  apacibles. El mundo está repleto de otras cosas amargas Me siento ante el ordenador y me atrevo a su tragedia. Habla de asuntos turbios: de venganzas, de guerras, de corrupciones, de asedios,  de injusticias...  Difama, acierta, insulta, salva... Antojos de no sé cuántos, veredictos de no sé