Se me ha llenado
la vida de demasiados ayeres. Es cosa normal a mis años. Para un viejo,
recordar es la definición del instinto de supervivencia. Y hoy, hundido en
estos días tan térmicamente espesos, me ha saltado en la memoria una entrada de
"Al atardecer" que hablaba del mismo sentimiento sobre julio que
tengo enquistado en el alma desde hace muchísimo tiempo. Así que me plagio –¡tengo
derecho a ser mi propio sinvergüenza!– porque quería escribir y tenía pereza de
hacerlo. Por eso no me limito a poner un
vínculo que al hacer clic sobre él te lleve al rincón que pretendes. Eso sería
citar, no plagiar. Mi pereza, entonces, no sería enteramente indecente...
Tengo malos recuerdos de estos días; mala
memoria de un remoto entonces, cuando era joven y se me murió un amigo el día en
que el hombre pisaba la Luna. Puede que por eso haya puesto a este mes de cara
a la pared y siempre quiera que se pase muy deprisa. Se me hace antipático su
rigor, se me hace insufrible su crueldad.
Pero no es sólo el alma la que en julio se
queja, es todo lo demás. Es el ojo y es la piel, es la vista del cielo y el
roce de la tarde: cálido, asfixiante, seco; amarilleando planicies que pesan en
la mirada, decolorando azules que apesadumbran el horizonte. Nada más triste
que esos días tórridos de grises diluidos, esos días en que la temperatura se
hace casi grávida y el cielo uniformemente pálido y vulgar; esos días de calima
y bochorno, de hipérbole de estío, de naturaleza petrificada; esos días en que
las tres de la tarde suenan a chicharra enloquecida, oculta entre las ramas de
todos los árboles. Tienen el fuego, el ardor, casi el fantasma de la Niña Chole, pero les falta el colorido.
Son como una pasión que extralimita sus años, que revienta una edad que no le
corresponde. Los amantes de Verona
nos seducen por el color de su juventud; fuera de ésta, toda fogosidad es
fatigosa, es agobiante, es antiestética.
Los días de julio arden. Los días de julio
arrasan la belleza.
6 de julio de 2007
Malos días estos que derriten el alma y el cuerpo Antonio, pero entre tantos "ayeres" habrá lugar para más recuerdos entre los que, sin duda, estarán otros más amables . Estoy segura.
ResponderEliminarUn beso
Por supuesto, Susi: hay memoria mala y hay memoria buena; memoria que quisiera no haberse tenido y memoria que quiere no dejar de tenerse; más aún, no dejar de ser.
ResponderEliminarMuchas gracias por venir a estos pagos.
Un beso.