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Mostrando entradas de marzo, 2016

El amor de la filosofía

Cualquier escolar que haya tenido algún contacto con esta agónica y hoy –por decreto ministerial– agonizante disciplina habrá oído eso de que la filosofía consiste, etimológicamente al menos, en el amor a la sabiduría. Cualquier ciudadano que recuerde haber sido escolar, también. Pero la sabiduría hace ya mucho tiempo que se convirtió en cosa diferente de lo que suponía Pitágoras, el semilegendario personaje que, según dicen, fue el primero en adoptar el nombre de filósofo. En realidad, ni Pitágoras ni ninguno de cuantos después se empeñaron en tan  erótico oficio amaban esa praxis ancilar que hoy por saber entendemos, ésa que predice los fenómenos y controla sus eficacias o  los demuestra y trastorna la naturaleza. No amaban el saber de los oráculos –hoy laboratorios– ni el de sus ritos –hoy tecnológicas liturgias–. Tampoco la sofística perversión de los políticos ni su rentable inversión en urnas o demagogias. El amor, que cualquier escolar habrá oído o recordará cualquier ciu