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No es igual: los sueños se hacen a traición de la voluntad y poniéndole zancadillas a la conciencia. Son bufones engañosos y seductores que se disfrazan en los camerinos del alma. Los sueños se ven, se tocan, se sienten; son sensuales hasta el desmoronamiento de la razón. Se construyen como la vida, pero aligerándola del peso de las vidas de los otros. Son el anárquico espectáculo que estrena el yo ante sí mismo cada noche para aliviar las magulladuras del combate cotidiano. Aunque a veces no tienen ninguna gracia. Y entonces deseamos que nos salve una vigilia inesperada. Son sueños mal encarados que quieren vengarse de uno; negra pasión de fondo, tanática y rencorosa.
No es igual, aunque la gente los confunda. La esperanza no es un sueño convertido en expectativa, sino una voluntad que cree poder educar a un sueño. La esperanza no hace tropezar a la conciencia; al contrario, la quiere levantada y vigilante, atenta a lo que ocurre, siempre dispuesta a cauterizar la derrota con su lejana mirada. La esperanza no prescinde de los otros: exige que los otros la acompañen; no construye, como el sueño, un escenario de comparsas que repiten el guión de su deseo. La esperanza nunca nos traiciona, que es lo que hacen las pesadillas de mala idea; en todo caso, somos nosotros los que la traicionamos. Porque desesperar es cosa nuestra, no de ella.
La esperanza le hace grande al hombre, le da condición de especie porque por ella crece el deseo hasta volverse voluntad. Los sueños simplemente ocurren, como en un animal cualquiera. Y nos engañan. Y ponen boca abajo la obligatoria vocación de no rendirnos.
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No es igual, aunque la gente los confunda. La esperanza no es un sueño convertido en expectativa, sino una voluntad que cree poder educar a un sueño. La esperanza no hace tropezar a la conciencia; al contrario, la quiere levantada y vigilante, atenta a lo que ocurre, siempre dispuesta a cauterizar la derrota con su lejana mirada. La esperanza no prescinde de los otros: exige que los otros la acompañen; no construye, como el sueño, un escenario de comparsas que repiten el guión de su deseo. La esperanza nunca nos traiciona, que es lo que hacen las pesadillas de mala idea; en todo caso, somos nosotros los que la traicionamos. Porque desesperar es cosa nuestra, no de ella.
La esperanza le hace grande al hombre, le da condición de especie porque por ella crece el deseo hasta volverse voluntad. Los sueños simplemente ocurren, como en un animal cualquiera. Y nos engañan. Y ponen boca abajo la obligatoria vocación de no rendirnos.
Muchas gracias, Antonio, por la diferenciación.
ResponderEliminarSólo una duda. Dices "La esperanza no prescinde de los otros: exige que los otros la acompañen". ¿No sérá quizás pide en vez de exigir? No sé, me suena duro lo de exigir a nadie la compañía.
Un beso y buenas noches.
Aurora
La exigencia de esa compañía, Aurora, es precisamente la señal de su respeto por los otros. “Exige que los otros la acompañen” no quiere decir que exija “algo” de los otros para acompañarla, lo que sí hace el sueño. Vamos, que no espera obtener lo que pretende a pesar de los otros, sino que lo que espera exige la compañía de ellos. Es decir, su aceptación.
ResponderEliminarGracias de nuevo y besos
La voluntad de educar un sueño, la que levanta nuestra conciencia y está dispuesta a cauterizar las derrotas y a no prescindir de los otros, pero no quiere comparsas sino compañía. La que es traicionada frecuentemente.
ResponderEliminarSi la esperanza fuese una persona y no una virtud, le pediría perdón.
Y a ti te doy las gracias, Antonio.
Por eso la esperanza (y en ocasiones, su reverso, la desesperanza) da lugar a enormes textos literarios y el sueño sólo da lugar a escritura automática...
ResponderEliminar¡Pues no está nada mal eso de pedir perdón a la virtud en tiempos que se cultiva tan poco!
ResponderEliminarGracias a ti, Olga.
Un beso
Pues tienes razón, Juan Antonio; incluso a veces, "sueños" que "producen monstruos".
ResponderEliminarGracias por tu visita.
"El que espera desespera..."
ResponderEliminarLa esperanza es como para los cristianos la fé , algo que no se ve.
Prefiero los sueños, no de terror, mejor eróticos.
os mando un sueño de los míos...
Desde luego, Veridiana, hay que reconocer que con un sueño, sobre todo si es “erótico”, se pasa bastante bien. Lo malo es que, como motor de la vida, los sueños son poco eficaces y bastante injustos por lo nada que cuentan con los otros, incluidos los eróticos. Yo creo que la esperanza, incluida la amorosa, es más cortés: pretende lo mismo que el sueño ejecuta en imágenes falsas, pero aspira a que sea posible y real. La fingida “visibilidad” de los sueños no sirve para mucho. Pero, bueno, si no hay otra cosa… ¡a nadie le amarga un dulce!
ResponderEliminarGracias por tu “discrepante” (jejej) visita.
Besos (no me acuerdo si te he pedido permiso para estas confianzas).
Observo que también eres goloso...
ResponderEliminarTal vez tengas razón, pero " lo cortés no quita lo valiente."
Hace semanas que nos besamos jeje.
Estoy mayor, sin duda: ¡se me olvida lo inmediato! Perdón por la descortesía, pero es que con tanto beso me hago un lío entre las "autorizaciones". Creo que ya las tengo todas actualizadas.
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