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Mostrando entradas de enero, 2023

Amor analfabeto

En tiempos del poliamor -que no es sino desamor a la antigua usanza- eso que los arbitrarios criterios de la decadencia negaron a los crisoles de su mañana, eso que abonó el proyecto de pretenderse grandeza en lanza y arrestos de Quijano el bueno, eso que puso a Dante ante la trascendencia o vio Petrarca un d ía de Viernes Santo, eso que no fue nunca y se quiso siempre, eso que hoy es un un raro siempre que se condena a nunca… Eso fue el amor letrado y convincente, filósofo tal vez… Siempre grandioso. Ya no sabes, amor, leer los días. Discípulo del tiempo, has olvidado que todo era un proyecto de la tierra al que no le bastaba con ser tierra, que su barro era un alma sin gramática y tú la voluntad de su sentido. Ya no sabes -qué tristemente estúpido te has vuelto con los años- por qué mueren los nombres y naufragan en la noche las naves de un destino. Ya no sabes amar, amor extraño, nada grande. Amor analfabeto... Amor maldito. 31 enero 2023 (el poema originario apareci ó aquí e

El breve discurso de la verdad

  La oposición verdad-mentira siempre fue una oposición envenenada. Como todos los venenos, actuaba a traición de la vigilancia más extrema. Quiero decir que la peligrosidad de la mentira consistía en invadir la verdad, en infectarla hasta el punto de convertirla en la corroboración de su contrario sin que nadie se diera cuenta. Disponíamos, en estos casos, de una palabra al menos para definir tal metamorfosis: “engaño”. El engaño era el signo de aquella falsificación, el deseo consumado de la vieja pretensión atribuida a Goebbels (en cuyo favor lo único que se me ocurriría apuntar sería el número de repeticiones exigidas: mil veces una mentira para el reino de una verdad). Curiosa ecuación sin duda la del nazi: una falsedad multiplicada por mil es igual a una no-verdad negada. Como todos sabemos, nada en el mundo hay tan malo que no pueda empeorar. Y éste también es el caso de la verdad. Porque, si la oposición aludida dije que era envenenada, el verdadero mal de nuestro espacio y tie

Morir sin muerte

  …morir sin muerte es casi una osadía  que no puede invocarse así nomás  por eso yo prefiero ser discreto  vivir sin vida es menos pretencioso.                                                                                   Mario Benedetti. Amanecer un día y no encontrar el mundo: la casa, su jardín, aquellos parques, los amables rincones de un común entusiasmo, la calle envenenada de una antigua tristeza, la asfixia en los relojes, su fatiga… Amanecer y ver el horizonte sólo del silencio, el beso eliminado de los labios, el cruel desbordamiento de la muerte... O amanecer el mundo y no encontrarte; y no verte en  la casa..., ni cruzando el jardín ni paseando en los parques; ni saber de tus labios y sus horas en el beso, la vida, la palabra… Amanecer sin mundo… Amanecer sin ti… Qué importa. Para morir sin muerte me basta con vivir junto a tu ausencia. 16 enero 2010   .

La voz de un sueño*

  En un ejercicio, orgulloso de su insignificancia, recupero estos "versos" que tan nada que ver tienen con todo en lo que aún vivo. Uno espera y espera... Uno excede la paciencia del tiempo, y aún espera un renglón en el aire, una quimera, un párrafo en la luz. Y no sucede. Uno quiere poder lo que no puede: romper con el silencio, esa manera de estar dentro de uno estando fuera, o estar donde no está cuando procede. Un día, de repente, suena un sueño. Se rompe el tiempo, el corazón se hunde, la vida se conforma, cesa, calma su agotadora desazón sin dueño. Y esa voz que de pronto nos confunde - u n vínculo de viento- rompe el alma . 13 enero 2023 *La llamada v.2

La noche más hermosa

No puedo evitar recordarla, aunque haya pasado un cuarto de siglo. Me basta salir a la terraza y escuchar... nada. O mirar las calles y sólo ver la niebla pasear por las aceras. Es la noche más hermosa, reescrita y colgada en otro viejo blog tal día como hoy hace quince años; recuperada después y agrandada con Chopin; repetida ahora porque la edad me exige devoción por la memoria y práctica para no olvidar las tildes de la vida que he querido.   (*) No se oyen gritos, ni frenazos, ni alaridos, ni petardos, ni arcadas, ni sirenas, ni bramidos… No se ven montones de humanidad ni comas etílicos; ni hordas asfixiadas en vinos espumosos; ni envases ni papeles ni suciedad por las aceras, ni borrachos orinando bajo el desprecio de una farola… No se huelen perfumes espesos hasta el vómito, ni alientos de tabaco mezclados con carmín y eructo de champán. No se roza el sudor de un abrazo artificial, ni se engulle el vigésimo polvorón para empapar la inundación obligatoria de los desbordamien