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Mostrando entradas de marzo, 2009

Niebla de nada

. … y atrapar vientos Eclesiastés, 2, 17 Las ganas de la noche no se cuentan, no se dicen a nadie, no se escriben, no se ponen en boca de los otros ni se adornan teoremas a su costa. Las ganas de la noche se descubren una tarde cualquiera –sin razones aparentes de grávida importancia– colgadas de los árboles o el cielo, detrás de un contraluz imprevisible; o en un fotomatón, agazapadas, como una identidad de oscuridades. Las ganas de la noche son remite del sobre de un silencio: esa indigencia de una carta que no nos llegó nunca, que nunca se escribió ni fue pensada, que no fue más que niebla… Nada y niebla; niebla de nada en un buzón vacío. (29 de marzo de 2009) .

Tiempo de liquidación

. . En la agencia del tiempo que me queda se regalan paisajes. No es preciso haber sido cliente de sus días ni inversor habitual en su memoria. Podrán beneficiarse de la oferta cuantos vengan de lejos de sí mismos o acrediten al menos nueve meses al año de derrotas esporádicas. Son paisajes de días que no fueron, radiantes alboradas... Cosas de ésas que se cuelgan después de la mirada y parece real lo no posible. Se pueden recoger cuando anochece, a cualquier hora... de cualquier tristeza.  (24 de marzo de 2009) .

La mirada decadente

. He visto esta misma luz de tardo atardecer cientos de veces. Miles, tal vez. Aunque no es la misma. Ya se sabe: uno ve , o uno mira … He mirado esta luz, una única vez, hoy, ahora. Las otras, cientos, miles quizá, eran de otra mirada; eran, por tanto, otra luz. Me cuesta hablar con esas otras miradas que ya me han abandonado, que no reconocen esta tristeza o este estupor o esta melancolía o esta advertencia en los ojos de hoy. Me cuesta hablar conmigo en las lindes de la noche, que es cuando la fiebre sube en los enfermos, que es cuando la belleza –oro rojo, ámbar violáceo– se ha derrumbado ya en el horizonte. Porque entonces se pone el cielo de un azul opaco, grisáceo, indefinido. Todavía no hay estrellas para la fantasía ni oscuridad rotunda para la imaginación. Sólo paréntesis de sombras indecisas, pausa de irrealidad… También así la edad del hombre, su vanidosa Historia. ¿Cuántas veces sobre el mismo suceso, diferente crónica? ¿Cuántas la luz secular, ya atardecida, sin oriente e

Primavera

. . Fue una excusa vivir. Yo apenas era una piedra en la sombra desterrada barruntando relojes, descontada del tiempo y de la nada prisionera. Una ecuación sin alma, pordiosera, confesándose luz cristalizada, que se puso a pensar una mirada y se quiso vivir en primavera. Yo era niebla de alientos indecisa, aroma de montañas, voz de olvido, silencio mineral, cristal de cuarzo. Y me puse a pensar una sonrisa... Se hizo empeño la piedra; su latido, la excusa de un jardín para ser marzo. (20 de marzo de 2009) . <br

Las acelgas, el mono y la virtud

. Hay un mono de muy mala baba en el zoo de Furuvik, que está en Suecia al norte de Estocolmo. De entrada, ya hay que tener ganas para llevarse un mono hasta allí, con lo largas que son ciertas noches y lo fríos que son los inviernos. Pero esto no debe de ser problema para los suecos. Para el mono, probablemente sí; lo que podría explicar su mala baba. El caso es que el mono en cuestión, un chimpancé mal encarado, recoge piedras, las pule con esmero y, cuando llegan las visitas, hace lo que cualquier ser humano más o menos cabreado haría: se las tira. La psicología animal es de lo más aleccionador. Que un mono haga tales cosas sitúa las primeras ideas del sistema nervioso en el nivel de la precaución y de las malas intenciones. Nada de hacer amigos –¡ingenuo Rousseau!–, sólo alejar molestias –aquí, Hobbes se arrellana satisfecho en los libros de filosofía–. Porque la secuencia es clarísima: primero la mala uva y el egoísmo, luego la respuesta. Cuando ésta se vuelve más elaborada, se ha

Si lo pensaras...

. Si pensaras que todo este cansancio, este hacerme fantasma de mis días y verme el alma del revés del alma… Si pensaras que tanto desacierto y tanta confusión, tanta extrañeza, tanto ir y venir por las espadas… Si pensaras que no durmió un quejido sin llamarte de noche cuando todo, queriendo descansar, no descansaba… Si pensaras que he muerto en no vivirte, en no saber qué cosas distraían ceñidas por la vida tu mirada… Si pensaras que todo era tu nombre; por tu nombre, en tu nombre, de tu nombre... Sólo eso, ya ves... ¡Si lo pensaras! (12 marzo 2009) .

Coplas de ya sabemos quién

. Mañana empiezo una semana horrible: tengo exámenes. Para mí, es lo más ingrato de este mester que desempeño. Los exámenes son más o menos incómodos en todas las asignaturas; en filosofía, son un horror; algo parecido a la ingesta de unos cuantos bocadillos de polvorones, por lo general, poco dulces: después de cuatro o cinco, uno se descubre mucho más tonto de lo que habitualmente es. Voy a estar para pocas palabras estos días. Por eso quería dejar hoy algo medianamente lúcido; algún poemilla de enjundia que entretuviera el posible intervalo… Nada: he malparido unos alejandrinos de corte de digestión. Así que he llamado al “caballero” por si tenía algo a mano. – ¡Hombre, Azuaga…! Qué te cuentas. Le he puesto al tanto de mi sequedad literaria y se ha ofrecido a sacarme del atolladero. A los quince minutos tenía en el Outlook estas coplas de un sueño que, sin duda, no quiso tener. De todas formas, a mí me sirven para el apaño. No quería yo soñar con esos tejemanejes que el alma se tra

La negación, la lluvia y el paraguas

. Para Rafa, que con tan amable interés acompaña estas entradas . El peligro de hablar sobre la negación es que uno parezca de pensamiento negativo. No, desde luego que no. Es decir, que no es negativo; por tanto… es positivo. Me estoy haciendo un lío. O sólo trampas: la lógica es formal. No quiere esto decir, naturalmente, que sea una señora seria y respetable, de buena familia, sino, lo que todos sabemos, que sólo trata de formas , postulados y coherencias deductivas sobre su intimidad. Una elegante indiferencia hacia los hechos adorna todas sus exactitudes. La desgracia de nuestra animal racionalidad es que somos fronterizos, que vivimos entre dos territorios. En tanto animales, sufrimos el chaparrón inevitable de los hechos. En tanto racionales, nos pasamos la vida abriendo los paraguas de las formas y de las ecuaciones para protegernos. A estos paraguas los llamaría genéricamente razón, palabra, logos... Tanto monta: es la manera que tenemos de hacernos un hueco apacible y confort

Dos años

. Hoy no he tenido ganas de casi nada en todo el día. Unas pocas, las normales, ésas que son prolongación de la costumbre, escama que se deja caer desde la piel del alma. Ya sabes tú por qué me pasaba eso; qué no querido recuerdo tenía hoy que ocuparme las rendijas capitales de las horas. Por aquí… Qué te voy a contar que tú no sepas. He ido a trabajar, naturalmente. He visto un mirlo correteando por el jardín. Me he fijado en los brotes, ya casi entusiastas, de los árboles. He leído algo, casi nada: tres o cuatro tontadas sobre Kant. Pero he sentido mucho. Frío también; tal vez porque los días de memoria malintencionada hacen todo lo que pueden por ser desapacibles. Ayer comimos en casa. Lo ves: sigo diciendo “en casa”, aunque hace ya más de treinta años que ese lugar, ese “en”, no es refugio de mis malos días ni cobijo de mis muchas noches. Tú seguías sin estar. Qué manía, qué empeño de no hacer lo que fue siempre. Y es que sólo me dejas hablar contigo por teléfono. A las once, ya m