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Mostrando entradas de septiembre, 2022

Ser hombre

  Aunque parezca mentira a estas alturas de la Humanidad en que estamos, es asunto de capital importancia determinar, definir, promocionar y etiquetar que “es”, primero, y que “debe ser”, después, el “hombre” (léase en este caso como varón y no como especie). La tipología al respecto establece dos categorías fundamentales: los “machitos”, por sí mismos considerados "machos" o "machotes"; y los “blandengues”, que asisten a cursillos para superar su sentimiento de culpa porque son pecadores de un machismo original que heredaron del principio de la especie. A mí, la verdad, todo esto me parece una tontería. Yo sé, como casi todo el mundo, que hay hombres en exceso cercanos al babuino, a los que sería pertinente soltar en la selva más cercana; también sé que hay otros, más amables y expertos, que, sin necesidad de desconocer lo que es un “fuera de juego”, hacen, y saben cómo hacer, las cosas debidas en la casa. Sé que hay hombres mezquinos y mujeres iguales. Sé que hay

Payasos

Retrocedo por un momento. Estoy aquí, en Coslada, Madrid , como acostumbro. Hoy es martes 12 de febrero de 2008. Por la mañana he ido al instituto. He hablado de Kant, para todos y para nadie , que diría Nietzsche. Al atardecer, me he puesto a escribir estas notas sobre un sueño, sobre una pesadilla que he tenido esta noche: "Siempre he creído que los sueños no son un supermercado de diagnósticos, como decía el Psicoanálisis, sino un confesionario de sinceridades; ese momento y lugar en que uno se dice a uno lo que piensa de sí mismo. Y lo hace descaradamente, sin eufemismos ni medias tintas, tan de frente que la mayoría de las veces ni lo queremos entender. Anoche escuché uno de esos altavoces de la autenticidad mientras dormía. Un sueño extraño, como casi todos los sueños, que en realidad son una clase de células anarquistas que operan en el alma. Estaba yo en un confuso teatro donde vibraba la portentosa voz de un tenor cantando 'Pagliacci'. Más en concreto, esa celebra

El silencio de las madreselvas

  De joven paseaba por placer; de viejo, por prescripción facultativa. De joven me acompañaban los sueños y sus mentiras; de viejo, las mentiras en que acaban todas las verdades. Porque la vida es así: el cuento de una grandeza que te cierra los ojos un desencanto. Paseaba esta mañana --por prescripción facultativa naturalmente-- sin compañía de sueños ni de mentiras o verdades. Paseaba regalando los ojos con cosas sin importancia, que es como se pasea cuando nos damos cuenta de la cercana caducidad de nuestra mirada. Y pensaba en las cosas sin ella. Un empeño kantiano, naturalmente, porque el mundo sin nuestras almas sólo es posible pensarlo. Tal vez con melancolía; tal vez con nostalgia. Presumir el mundo después de nuestro último viaje, del viaje definitivo… Y entonces me acordé de Juan Ramón: … Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tard