Si hay algo que se echa en falta últimamente en las asambleas polític a s es la escandalosa incapacidad para argumentar de sus componentes . Resulta sorprendente, pero así es. Y digo sorprendente porque lo es el hecho de que quienes se acomodan donde tan bien se acomodan para dirigir lo que tan mal dirigen han trepado a esas alturas por los peldaños de los ciudadanos y sus votos. Lo que antaño se esperaba para hacerse merecedor de tan respetables destinos eran las brillantes retóricas, los argumentos convincentes y los objetivos claros, justos y estables. Parece que nada de esto es ya preciso; basta presenciar cualquier debate entre sus señorías para olfatear lo contrario, algo así como un tufo cutre de taberna portuaria. Insultos, gritos, proliferación de epítetos exitosos ─ como facha (el que más), machista , racista , etc. ─ cuya articulación es suficiente para descalificar el razonamiento más incontestable. Algunos apasionados emisores de esta basura semántica insiste
Esta mañana me he encontrado este lirio intempestivo ─nunca había visto lirios a mediados de febrero─ que me ha llamado la atención por su petulancia y su arrogante intemporalidad. Como es usual he pensado en el cambio climático, pero inmediatamente me ha venido a la memoria otro lirio no menos anacrónico ─éste de finales de octubre de 2009 con anomalías estacionales similares─ al que fotografié y dediqué el poema que hoy recupero, también extemporáneamente como no podía ser de otra manera… Después de todo, se trata de cómo un lirio sin primavera que me he encontrado en invierno evoca un extravagante lirio de otoño que me enamoró hace algunos años. Lirio de otoño Está ahí, escasamente a veinte metros de mi ventana. No recuerdo haber visto nunca un lirio en puertas de noviembre. Será por este raro calor que hemos tenido. Será por un error de los jardines. No lo sé, pero está ahí; y esta mañana posó para mi cámara. Sólo es un prodigio decepcionado, un sueño subterráneo que