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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Entre la posverdad y la preverdad

  Veritas? Quid est veritas? Se preguntaba escéptico o irónico Pilatos en su inesperado encuentro con la Trascendencia…   Nosotros ya no nos hacemos preguntas de ese calado, ni siquiera escéptica o irónicamente. Tal vez porque la Trascendencia ha perdido el interés por nuestra insignificancia o quizá porque hemos adulterado tanto la verdad que somos incapaces de curiosear en sus profundidades. Por lo pronto, de un tiempo a esta parte, la hemos escoltado de compañeras bastardas, muy poco recomendables y aventajadas discípulas del confusionismo y la mentira. Primero fue la posverdad que llegó a adquirir galones semánticos y pudo figurar en el diccionario de la RAE. Por ahí anda ahora una callejera ─todavía─ y no menos repugnante preverdad haciendo méritos para colonizar nuestro vocabulario y, lo que es peor, nuestro pensamiento. De la primera, ya sabemos que, como dice el DRAE, es deliberada distorsión de realidades y manipulación de creencias, esto es, magisterio de demagogos, com

El imperativo categórico, la pandemia y la lejanía moral

  La formulación, en mi opinión más elegante, del imperativo categóríco kantiano aparece en la Fundamentación de la Metafísica de las costumbres y dice así: obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio. No creo yo que un acto que merezca el aplauso de la recta moralidad pueda apartarse ni un ápice de esa idea de la humanidad como fin   único del mismo. Y no se trata de moralinas o buenismos ortopédicos, esos artificios morales que tantos se calzan para caminar por encima de la basura que ellos mismos unas veces provocan, otras consienten y las más instrumentalizan para sus impresentables ambiciones. Por otra parte, cualquier concepción del ser humano pensada con mayúsculas (soy consciente de que en estos días hay punteras personalidades a las que esto les resulta imposible) es moralmente incompatible con las ideas de medio o instrumento, es decir, con su cosificación. Queda

Delirios decadentes de un viejo platónico

Un día te levantas y descubres que el alma cojea, que apoya el pie sutil en un vacío y pierde el equilibrio porque no encuentra el cuerpo donde habita. Y se tropieza. Y cae entre los muebles de siempre, que siguen donde siempre con esa parmenídea vocación de ser refugio de las sombras. Porque las sombras se quedan pegadas a las cosas, no se mueven jamás de donde estaban, no acumulan paisajes ni aventuras nuevos; ni sucesos comunes o infrecuentes, distintos de sí mismos. Son sólo testimonio imperturbable de un ayer irreal en el que fuimos –quién sabe– un poco más felices de lo que hoy nos pensamos.   Un día, mientras el alma va dando tumbos entre las cosas, que son como el disco duro de nuestras vidas, te das cuenta de que el cuerpo no está ya donde ayer lo dejaste, que en su lugar hay una caricatura tuya, ajada y derrumbada, sin brillo ni vigor, sin carnal entusiasmo. Una carcasa estrecha o ancha que se ajusta en modo horrible a las ideas que de ti te quedan. Algunos se rebelan enton

Bajorrelieves del silencio

De un tiempo a esta parte tengo ganas de muy pocas cosas. O de cosas muy simples, de cosas muy-poca-cosa . Cosas que no he advertido casi, que fueron y, tal vez, no me di cuenta.   Tonterías quizá; humildes alegrías o modestas tristezas. Sonidos que vibraron en lejanos rincones un día que no sé cómo pudo enterrarse en tanto olvido.   De un tiempo a esta parte me cansan las palabras, las errantes palabras que van de boca en boca y dejan mal aliento. Y embrutecen audiencias y trafican con sueños inocentes que venden luego al diablo.   Me apetece hablar conmigo sin embargo. A solas, claro está, a solas y apartado; no a voces con el mundo, rodeado de gente.   Me apetece leer los jeroglíficos de los bajorrelieves del silencio y estudiar la arqueología de las almas, la ruina de sus triunfos y sus glorias, de un tiempo a esta parte mientras todo es lo mismo: lo que pasa y me cuentan, lo que es y detesto; la falaz corrección de los imbéciles…