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Mostrando entradas de julio, 2009

La isla de Calipso

. . Estos días que vienen de otros días enredados en noches engañosas… Estos días que invaden sin permiso la celda de mis ojos… ................................... Estos días esteparios, monótonos, iguales; sin posada de gestos que he perdido ni rincones amables donde el alma deposite una voz, arrope un sueño… Estos días que pasan, sin que pases al fondo de sus horas, no merecen un número, un renglón, un calendario, un giro de la tierra o de los mares, una luz, un silencio, un simple mirlo saltando en mi jardín… ...................................... Nada merecen estos días que no habrían de serlo. Estos días que insisten en que faltas después de amanecer y antes de ellos. Estos días de amor que nada aman. Estos días tan largos... ¡Estos días! 23 de julio de 2009 .

La sonrisa invisible

. . La naturaleza gusta de ocultarse , escribió Heráclito. Oscar Wilde aseguró que lo que hacía la naturaleza era imitar al arte . Yo no voy a hablar de los “fragmentos” de aquél ni de "La decadencia de la mentira" de éste; yo sólo voy a escribir un tramposo silogismo. Tramposo, porque los silogismos Barbara no son viables en la tercera figura. Qué más da: siempre podré ampararme en la transitividad, tan matemática ella. Así que, haciendo uso como término medio de esa naturaleza a que los dos se refieren, voy a concluir que el arte gusta de ocultarse . Más incluso: no lo hace por timidez, ni mucho menos; lo hace por elegancia, por deber y finalidad, por imperativo de su sentido. Porque el arte no es contar lo que hay ni inventarse lo que no hay. El arte es partir de lo que hay y velarlo, ocultarlo, para que aprenda a decirse debidamente. Por eso es un desafío siempre para la imaginación y para el sentimiento; porque, sin éste o aquélla, se convertiría en una tomadura de pelo

Frente al espejo

. …en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado… J. R. Jiménez Me han dejado de hablar las madreselvas. Los vencejos, apenas si los oigo. Quedamos, viejo amigo, como siempre, indagando silencio y simetrías, soledades de azogue que repiten perfiles de derrotas, sombras vanas, ecos de aquel rincón donde la vida se quiso más que nunca vida, más que nunca eternidad -prefacio de sueños sin frontera o territorio, alambique de aromas, primavera sin agosto final, sin tanto olvido…- Me han dejado de hablar las madreselvas. Y la tarde y la noche. Y la mañana. Y apenas puedo oír a los vencejos que se baten de amor, a tanta altura. 15 de julio de 2009 .

El sueño de Endimión

. No quiero este montón de cosas: esta mesa, esta silla, esta hormiga que pasa con una carga enorme; la gota que en el suelo se cree mar, de repente, capaz de separarnos; el aire y el sonido; la voz de gente extraña; la luz de un faro halógeno que te hace oscuridad del otro lado, razón de oscuridad, indescifrable. No quiero este montón de cosas que están detrás de ti; que se ponen en medio o me rodean, o deciden que somos quienes somos, quienes hemos de ser, quienes debemos. No quiero distracciones de los ojos ni oídos para el mundo que me han dicho que existe –¿será cierto?– tras de ti y ante mí, frente a nosotros… No quiero esta legión de voluntades que me niegan que puedas ser… un sueño. 9 de julio de 2009

Nosotros y ellos

. La malaria se habrá llevado de la luz a un niño en el tiempo que tarde yo en escribir esta frase. Sin duda soy lento escribiendo, pero la muerte, esa muerte, es rápida. Muy rápida. Treinta segundos son un intervalo de vergüenza para que muera un niño. En el siglo XXI, naturalmente, porque en el X o en el XI, por ejemplo, no disponían nada más que de su fe románica. Nosotros no; nosotros tenemos organizaciones mundiales de loables competencias y laboratorios farmacéuticos de indiscutibles eficacias. Mes y algo debe de cumplirse desde que un virus –que pasaba por un cerdo– se decidiera a prácticas olímpicas de mayor envergadura. Porque saltó al hombre. Un salto con pretensión de récord que a los pocos días llegó a Estados Unidos; y poco después… al resto de Estados Unidos. No tengo nada en contra de ese país ni se trata de una concesión al pensamiento “progre”. Quede claro. Sólo es una premisa más para un silogismo inexplicable que cruza por “Occidente”, este lugar de plenitudes, avanc