. …adiós, amor, adiós, hasta la muerte. M. Hernández ...Después de todo, los vigilantes de la noche somos interlocutores del silencio –que es la colcha que arropa la oscuridad del deseo–. Hablamos, para no dormirnos, con los sueños ajenos que nos tocan el alma; discutimos, a veces, con la amarga insistencia de su olvido. Pero al amanecer, el día no sabe de nosotros… Ni de ellos tampoco… Ni de nada… Al fin y al cabo, una imaginaria no es más que la centinela de un deseo que no tiene que ver con el día que amanece. .