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Mostrando entradas de julio, 2008

"Partir c'est mourir un peu"

Bien es verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en el siguiente capítulo. Quédase Don Quijote, al final del octavo capítulo, con la espada en alto ante el enfurruñado vizcaíno. Usa Cervantes aquí de industrias que hoy nos son harto familiares cuando en la serie televisiva de rigor, por ejemplo, se nos queda el héroe en inminente peligro o presumida gloria con el ademán suspenso hasta el siguiente episodio. Yo, sin embargo, abuso de la cita sobre interrupción tan meritoria para decir “hasta pronto”, que es lo que suele decirse en estos meses de ocios desmelenados. Partir de

La cigarra y la hormiga

Ha tenido la culpa una chicharra enloquecida que se ha pasado la tarde cantando la ardiente pasión de la Niña Chole; del verano, quiero decir. Las recojo del suelo, donde nadie las quiere, donde quedan absurdas, desprendidas del disfraz de las horas; hebras de una sonrisa o de un enfado, de un momento común… Cualquier anécdota. Las recojo y las guardo en refugios del alma. Almaceno su historia sin hazaña ni empresa, su renglón de humildad desconcertante. Almaceno el residuo de esas horas para pasar el tiempo que me queda –el invierno que aguarda después de este verano– y tener otra vez su risa, su mirada, su forma de decirme “buenos días”, de sentarse y hablar, de escoger un silencio y hacer que no lo sea, de volver prodigioso el momento común que el mundo olvida. Las recojo y las guardo con ternura indecible en este subterráneo rincón de la memoria. Otros hay que se quedan con el tiempo –su telar luminoso, su estricta indumentaria–. Y lo cantan

Ser hombre

Ser hombre es no tener por suficiente la parcela de luz de la mirada, es querer –sin tener ganas de nada– ver el sol más allá de su occidente. Es saberse cobarde, y ser valiente. Es poner la verdad frente a la espada. O morirse de pena arrinconada una tarde de siempre entre la gente. Ser hombre es ni pensar que se le ocurra al amor denegarle su fianza, al tiempo escatimarle su intermedio. Ser hombre es desear que Dios discurra por la espina dorsal de la esperanza. Ser hombre es no tener otro remedio. (17 de julio de 2008)

Para nadie

Tenía que venir herida en un mensaje; atravesar la noche sin que yo lo supiera. Decirme: “estoy aquí”; o, “¿por qué me esperabas?” Y hacer que nada fuera inexplicable. Tenía que haber sido alguna vez, sin lujo ni noticia especial; sólo haber esparcido el perfume de un verbo, sólo ser la señal señalada en los mapas del silencio. Tenía que venir, aunque yo no supiera… Tenía que venir. Y nunca vino. (15 de julio de 2008)

El dolor

Dime: ¿tan fuerte mal, cómo es tan largo? Y mal tan largo, di: ¿cómo es tan fuerte? Juan Boscán Es un dolerme distraído, a un lado de la respiración, pero constante; justo aquí, donde dobla la inquietante esquina vertebral de mi costado. Una señal tal vez, quizá un recado de impaciencia del alma; una apremiante protesta, un declarar que ya es bastante el tiempo en este pozo enajenado. Es un dolor que advierte una locura, que se quiere arrancar de donde duele por sanar más allá de su frontera… Y herir la latitud de la ternura donde el dolor de serlo se rebele y halle puerto el afán de su galera. (15 de julio de 2008)

Vocabulario aclaratorio

Como complemento a la entrada de ayer, y para ser plenamente riguroso, quisiera hacer algunas precisiones semánticas sobre algunos términos empleados, quiero decir, cómo allí fueron empleados. Esto es: SERIEDAD: no es un estado de ánimo, sino una disposición del mismo que debe acompañar a la actuación del hombre en su trato con el mundo. La seriedad no está reñida con el humor ni con la alegría, pero es incompatible con la diversión. DIVERSIÓN: en su raíz etimológica (‘divertere’) recoge el sentido de ‘separación de’. El hombre divertido es un hombre que se ‘separa’ del rigor. Este ‘apartamiento’ es necesario, ocasionalmente, como descanso del trato habitual con el mundo; pero es patológico cuando pretende suplantar a dicho trato. La cara de la diversión siempre es un poco idiota, y está muy bien tenerla de vez cuando, pero es preocupante si queremos que se nos quede. CHISTE: Tontada puntual, a veces acompañada de cierto ingenio, que tiene la función momentánea de distraer, es de

De paupere philosophia

Me he acordado hoy por culpa de un ornitorrinco que he visto en Google . Fue una estupidez por mi parte. O un pecado, de los mortales, de esos que te remuerden hasta el agotamiento por mucho que uno haga por distraerlos de la conciencia. Porque a veces es pecaminoso comprar un libro; mejor dicho, leerlo. Y si ese libro se anuncia como best seller , entonces son necesarios por lo menos quince días de ayuno en el desierto de Atacama. Mea culpa : “Platón y un ornitorrinco entran en un bar…” (no digo los autores para no dañar su imagen y quebrantar un derecho humano) es una sandez deudora de esa idea que es el libro-consumo. Producto de una ocurrencia (las “ocurrencias” son moneda corriente en nuestros días), el libro plantea un recorrido “diver” (“tido”, naturalmente) a través de la filosofía. Encima, lo “diver” (“tido”, claro está) son chistes. Así que la conclusión es que la filosofía es un chiste. El razonamiento mercantil es de una simpleza palmaria: lo gracioso vende, luego hagamos

El mundo desocupado

Un día pasas por donde pasas siempre y, de pronto, “siempre” es un vacío, seco en sus soledades y abandonos, vano en el aire de nombres que no están en donde estaban. Un día sólo hay cosas: una mesa, una silla, un largo corredor, una ventana…, una colección de inútiles objetos que acata imperturbable la intromisión del sol cuando amanece. Un día te dan ganas de hablar un rato con las cosas. Sólo con ellas, tan dispuestas a estar y recibirte en cualquier momento. Con ellas y las sombras adheridas, esa prolongación de la vida que sedimenta en todo cuanto toca. Porque un rincón vacío es mucho más que una porción de espacio, es el refugio de algo que ha ocurrido y fue sonrisa, o se creyó inquietud sin que luego alcanzase el rigor de ocupación siquiera. Y quien dice un rincón, dice un bolígrafo que escribe una palabra intrascendente y acaba convertida en un destino; o un libro que entretiene sus páginas en unos ojos y les roba después el norte a su mirada… Están llenas de vida las cosas

Rosa de naufragios

La he mirado una vez. Y dos. Y cientos de veces la he mirado. La he tenido al alcance del alma, de un latido del alma, fugazmente… Y en momentos de esos que no se cuentan, que son cuentos de lágrimas en blanco del olvido, la he creído verdad, me la he creído norte vivo en la rosa de mis vientos. La he mirado. Y a veces parecía que era tierra real, que allí aguardaba la fe de amanecer… Dulces presagios que llenaron de mar la luz del día: eran sueños de salva que inventaba tu mirada en mi rosa de naufragios. (8 de julio de 2008)

El poder y la verdad

Puedo ahora cruzar aquel pasillo, llegar a su final, abrir la puerta, dar un susto de muerte a su silencio, asignar a las cosas otro espacio, otro tiempo a la vida… ¡Un disparate! Puedo hacer que la nada de una esquina rezume de miradas, se disponga a ser cómplice amable del deseo; o hacerme taumaturgo y situarte, sombra siempre perdida, en su intervalo, en la hora vacía que no habitas porque el mundo es capricho de sí mismo. Puedo darle la vuelta a cuanto existe y que nada se altere, y todo siga el cauce que es debido sin embargo. Por poder, hasta puedo una sonrisa robarte en una casa que no existe, una casa que inventa en su fachada este sol que ahora veo y no es mentira. (6 de julio de 2008)

Los bonobos y yo

Si yo fuese un bonobo, sería un individuo feliz y bienquisto que cosecharía aplausos y reconocimiento de los ejemplares humanos más progresistas y solidarios de nuestros días. Es más, si yo acudiese a ellos para denunciar alguna violación de mis derechos inalienables en condición de gran simio, merecería su comprensión y complicidad inmediatas. Probablemente, una manifestación con pancartas y pegatinas de colores chillones, que me gustarían muchísimo (de ser bonobo, se entiende); o, por lo menos, una concentración frente a algún parque zoológico ilustre, que provocaría considerables pérdidas económicas en la cárcel-animal de que se tratara. Pero no soy un bonobo. Soy un mono desnudo , un bípedo implume con “inclinaciones sospechosas”. Por ejemplo, me gusta el silencio, el circadiano respeto a los intervalos sonoros del día, el sigilo con que la vida expande su esplendor sobre la naturaleza. ¿Hay algo más silencioso que un bosque?... Los sonidos allí son como relámpagos armónicos; un

Mejor de noche

Se llora mejor cuando es de noche. Cuando no es necesario definir las lágrimas, acomodar su costumbre a ningún hecho, redescubrir su causa o el jardín de su origen. Se llora mejor cuando uno se desprende de la giubba y se desempolva la cara. Cuando el bufón se convierte en su real deformidad y el payaso en un hombre que ha cenado salami, o croquetas, o no ha cenado nada... Y tiene un problema, o dos, o cinco, o ciento treinta y dos con veintisiete –aunque parezca absurdo, también hay decimales en las penas que solemos redondear al alza–. Se llora mejor cuando la soledad es el sincero hallazgo de uno mismo, no la ególatra estrategia de apartarse de los otros. Cuando tenemos tiempo de ponerle mirada al infinito y nombre a ese silencio que llevamos a cuestas por la vida.

Deficiente razón

No es magnanimidad. Ni camuflado egotismo. Ni modestia. Es resignación. Quienes no tenemos grandes hazañas o soberbios paisajes en las maletas del alma nos aferramos a lo breve, a lo sutil, a lo cotidiano, a lo que está al alcance de todos. Y literaturizamos el sentido de un mirlo que no nos hace ni caso; el valor de una mirada que se nos cruza en un azaroso instante; la trascendencia de un campo de amapolas que sorprende nuestra común vulgaridad; el mérito de una sonrisa amable, supuestamente dedicada a un gesto nuestro; la importancia de una palabra intrascendente, que rescatamos con el corazón de su astenia semántica… Claro que, entonces, cuando lo contamos, sentimos que un mirlo indiferente, una mirada imprevista, un repentino campo de amapolas, una sonrisa medio inventada, una palabra completada por nosotros… son cuna de real grandeza. Ni magnanimidad, ni modestia, ni resignación: vida inmensa hecha con los mimbres de la verdad. Así que, como silogismo, esto es un desastre por

La supernova

. Parece un chal de sangre, un velo de muerte ondeando en algún refugio de la noche. De hecho lo es: rastro de la vida de una estrella, explosión lejanísima en el tiempo y la distancia. Tal vez, esté por ahí fuera circulando ahora la tristeza de Isadora Duncan. Robo la foto del ojo artificial del Hubble, capaz de ver lo que es inconcebible. Como Prometeo (que no lo soy ni en broma) la robo de la noche de los dioses. Para vosotros si pasáis por aquí. Para vosotros, si disponéis de un instante para configurar su hermosura. Fue un astro lejanísimo que invadió la oscuridad y el día de presagios terribles. Dicen que ocurrió por mayo. Dicen que en el 1006, poco después de que Macbeth, el de verdad, gateara por el mundo. Para nosotros es una tilde de belleza, una virgulilla casi irreal de algún lugar que insiste en su memoria. Si el universo es bello, lo es gracias a nosotros que hacemos posible la conciencia de su posibilidad.

Didáctica natural

Nacen con la intensidad de la lentitud. O para demostrar que al tiempo le da lo mismo la insistencia en su prolongación. Son una burla socarrona de la eternidad. Socarrona y bella porque su razón es el amor. En realidad, nacen sólo para amar; no tienen tiempo que perder en otras cosas. Y para no perderlo, porque tienen poco, procuran paladear cada movimiento que hacen. Su aparente pereza no es más que fruición de la vida, esa vida suya que para nosotros, tan acelerados siempre, no pasa de ser el relámpago de un instinto. Porque así es como lo he leído, precisa y científicamente: la especie de camaleones ‘Furcifer labordi’ sale del huevo a principios de noviembre para, después de siete semanas de maduración, disfrutar de un breve período de ‘sexo violento’ y luego morir en abril. Demasiado frío; para mí por lo menos que no sé leer las palabras de la naturaleza en los códigos ortodoxos. Probablemente sufra estrabismo intelectual –curiosa y camaleónica coincidencia ésta–. Porque, para m