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Mostrando entradas de febrero, 2022

La tradición verbal y sus traiciones

  Asegura la tradición verbal que la desgracia une, que la adversidad compartida genera una proximidad humana que anula rencillas y acaba con enemistades. Deberíamos verlo en las grandes catástrofes, en los acontecimientos de dolor común, en todo lo que nos coloca frente a nuestra ontológica debilidad o nuestra ignorada insignificancia. Hace ahora dos años el mundo entró en una de estas situaciones, desconcertado y casi incrédulo por lo que suponía de cuestionamiento de su poderío. Al menos así fue al principio. Muy pronto, al desconcierto y la incredulidad le sucedieron la incertidumbre y el miedo. Y con ello la desazón ante la vulnerable debilidad de una naturaleza que había perdido la costumbre de andar sobre tierras movedizas. La covid-19 puso patas arriba todas nuestras inseguras seguridades, pero también abrió las puertas del hombre a su limitación y de la humanidad, moralmente hablando, a su esperanza. La desgracia une... Qué insensatez, ¿verdad? Esta pandemia surgió entre procl

Soleares del olvido

No son de ahora, pero me apetecía recordarlas, precisamente hoy que cumplíamos cuarenta y siete años de paralela complicidad. Hoy... ¡Vaya día para morir amigo mío! Yo creía que la inactualidad era un atributo ajeno al tiempo y la muerte... Yo creía que no podías morirte... ¡Menuda faena me has hecho! En fin, esto me pasa por tanto hablar con las palabras y tan poco con la gente. Te dejo aquí mi recuerdo -que es tuyo después de todo-: las soleares aquellas del único amor de tu vida. He vuelto por un recibo que una vez firmé en tus ojos y tú has pagado al olvido. Por eso –y por más– he vuelto a pasear por tu calle y recorrer mis desiertos. Los días tuyos no están donde debieron quedarse. Se fueron con los demás. Por decirlo que no quede; al cabo, todos sabemos lo poco que dura siempre. Son cosas del corazón: si al amor todo le sobra, también le sobra el amor. Yo he vuelto para cobrar ese recibo que a ti te dio por no conservar. Me basta una transferencia a los fondos del o

Descubridores de maravillas

  Todo lo grande al cabo es descubrimiento. Todo lo sorprendente. Todo lo conmovedor. Porque todo lo que es ha sido convicción de ser; todo lo que aún no es, esperanza de que será. Puede pensarse que esto se refiere sólo a la historia - que también - o únicamente a la ciencia - que por supuesto - . Pero yo he dicho “todo”. Y todo es mucho más. Todo es la historia, todo es la ciencia, todo es el arte, todo es la música, todo es la poesía… Todo es el día a día de todas las vidas; todo - perdón por la simpleza - es la totalidad . Miguel Ángel hablaba de sí como de un descubridor, casi como de un minero: las formas estaban en el mármol, él se limitaba a extraerlas. Esta idea siempre me ha inquietado: ¿las sinfonías de Beethoven estaban en los pliegues del silencio aguardándolo a él?; ¿el principio de gravitación dormía entre los astros esperando las fórmulas de Newton?; ¿el mejor soneto de amor y muerte que culmina en “...polvo será, más polvo enamorado” ocultaba sus palabras en

La verdad, ese humano deber

Recupero esta entrada (2 de octubre de 2011) por su complementariedad de la anterior. La verdad es una obligación humana consecuencia de su ontológica libertad. Ningunearla, embaucarla, prostituirla, como hacen la posverdad y sus perniciosos militantes, está metafísicamente penado. Aunque soy consciente de que esta penalización importa una mierda al mundo nuestro. ¡Qué le vamos a hacer! La verdad es una obligación. Para el ser humano, naturalmente; para las demás criaturas, no. Las demás criaturas son lo que les ha tocado ser. Y no encuentran problema en ello; por eso los geranios se limitan a ser geranios y los saltamontes, saltamontes. La verdad para la naturaleza es la herencia del tiempo acumulado. Las plantas y los animales sólo tienen que vivir de aquélla e invertirla en la prole que habrá de sucederlos. Ellos sí que pueden decir que “el mundo está bien hecho”; o, simplemente, que ya está hecho. El hombre, sin embargo, nace sin riqueza y sin verdad. Su herencia es pobre; miserabl