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Mostrando entradas de junio, 2012

El verbo defectivo

Cuando partió, yo tenía veintisiete años. Hace unos días leí que ya estaba a dieciocho mil millones de kilómetros; lo que en la noche es parva distancia: aproximadamente, diecisiete horas de viaje en un tren de Einstein . Un paseíto por la infinitud al fin y al cabo. Claro que a él le ha costado algo más: treinta y cinco años para ser exacto; después de todo, un parpadeo de la eternidad Cuando partió, nadie tenía Internet en casa ni móvil en el bolsillo, hacíamos fotos con sofisticadas cámaras oscuras y grabábamos canciones en cintas magnetofónicas. Los códigos y las gentes estábamos hechos de otra materia, menos sutil, aunque sin duda igual de ineficaz… Hace unos días leí que abandonaba el Sistema Solar con el racimo de palabras y demás señales que el hombre empaquetó en la técnica rudimentaria de su vieja arquitectura. Curioso proceder éste: arrojar signos amables y buscar anónimos interlocutores que, tal vez, no se encuentren nunca. Curioso y desolador, porque, en