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En Coslada, Madrid, a dos manzanas
de un viejo amanecer, que ni se atreve
a ser amanecer, que ocurre y bebe
la soledad de Dios en sus ventanas.
En Coslada, trucando las mañanas,
falsificando el día que aún me debe
la esperanza de luego; y el sol, breve,
tan vulgar y tan breve, tan sin ganas…
Ya lo ves, aquí sigo, ajeno y raro,
arañazo en la tierra de una sombra
y confuso renglón de un verbo vivo;
crédula ingenuidad de un día claro
que lleva el nombre con que el sueño nombra
la llaga de un después definitivo.
28 mayo 2010
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En Coslada, Madrid, a dos manzanas
de un viejo amanecer, que ni se atreve
a ser amanecer, que ocurre y bebe
la soledad de Dios en sus ventanas.
En Coslada, trucando las mañanas,
falsificando el día que aún me debe
la esperanza de luego; y el sol, breve,
tan vulgar y tan breve, tan sin ganas…
Ya lo ves, aquí sigo, ajeno y raro,
arañazo en la tierra de una sombra
y confuso renglón de un verbo vivo;
crédula ingenuidad de un día claro
que lleva el nombre con que el sueño nombra
la llaga de un después definitivo.
28 mayo 2010
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Estupendo comienzo ("a dos manzanas..."). Menos mal que estás en Coslada, es decir: al otro lado de mi monitor deleitándonos con tus versos. Te prodigas poco, pero con calidad. un abrazo.
ResponderEliminarEn Coslada, Madrid pasan cosas extraordinarias, como siempre, tus sonetos lo explican muy bien, son eufónicos, con sus claroscuros bien equilibrados, que llevan siempre a futuros ignotos, esta vez hacia un "después definitivo" que representa el "leit motive" de muchos de tus escritos.
ResponderEliminarAún que te confieses "confuso renglón de un verbo vivo", tu verbo no es tan confuso como parece, para mí cada vez es más transparente, más sincero, más veraz.
Un abrazo.
Muchas gracias, admirado tocayo.
ResponderEliminarMe prodigo poco por “autoprescripción facultativa”: hubo un momento en que llegué a pensar que me estaba volviendo “bloguiadicto”. Así que me puse en manos del doctor Jeckyll, que es la parte sensata de uno… Aunque me preocupa el paupérrimo éxito que tuvo con Mr. Hyde.
Un abrazo.
Qué va, Montse, en Coslada no pasa nada extraordinario. Si Coslada fuera Tomis, su “presunto” lago el Ponto Euxino y yo Ovidio, entonces sí ocurriría algo que merecería la pena. Pero no es el caso. Lo que pasa es que tu lectura siempre cruza por este rincón cargada de generosidad.
ResponderEliminarGracias, y un abrazo.
Coslada, en mi mapa particular, cae ya "cerca del cielo". En Coslada, Madrid, cerca del cielo...
ResponderEliminarAhora mismo, a las mil, a dos manzanas de un nuevo amanecer, me siento, frente a tu voz siempre grave, como esa crédula ingenuidad de un día claro. Si Scott Fitzgerald dijo "Suave es la noche" (y tenía razón), a mí me gusta que la roce un poco la aspereza lúcida y poética de tu voz y tus sonetos tristes.
Un beso.
( Y congratulations, of course;-)
Mi “particular” Coslada, Olga, tiene más que ver con la caverna de Platón; por eso está “cerca del mundo” y “lejos del cielo”. Pero tampoco tiene ella la culpa; en realidad, yo soy “cavernícola” esté donde esté; soy uno de los prisioneros que oyó las narraciones fabulosas del que escapó de la cueva y, en lugar de considerarlo un loco como los demás, las creyó a pie juntillas.
ResponderEliminarEn cuanto a la “aspereza lúcida y poética...” Bueno, gracias por los adjetivos; a mí, como ya dije, lo que me gustaría es leer los sonetos de Shakespeare en voz alta y versión original. Aunque, para esto, me parece que es ya un poco tarde. De momento, no llego ni a Donald (el pato, quiero decir) y no creo que sea capaz de mucho más.
Thanks, of course... Y un beso.
… Y miles de firmas esta tarde.
"Cada cual es para sí mismo el más lejano" afirma Nietzsche.
ResponderEliminarDecían en el Renacimiento que todos los que sobresalían en la filosofía,la poesía o las artes,eran manifestantes melancólicos,un atributo de lo sublime de los virtuosos.
Me encanta tu poema.
Y aquí, el tiempo se detiene.La fuga de lo banal,el mundo del hombre queda vacío.
Un beso exótico.
En la misma “Genealogía de la moral” que citas, Veridiana, escribe Nietzsche: “Homero no habría creado a Aquiles, ni Goethe a Fausto, si el primero hubiese sido Aquiles, y el segundo, Fausto. Un artista perfecto y completo está eternamente alejado de lo ‘real’, de lo efectivo”. Esto, para mi desgracia, me aleja tanto de los “virtuosos” de que hablas como de la obra que produce su lejanía de la realidad. Quien no es Aquiles –¡ni Odiseo!– ni tampoco su creador, se queda en cotidiana condición humana que mira el mundo desde aquí, Madrid, Coslada… ¡Una especie de balcón intrascendente cotilleando maravillas!
ResponderEliminarGracias siempre y un beso con decisión insecticida (lo digo por los ‘mosquitos).
¡Magnífico poema! Lo encuentro bello y sugerente.
ResponderEliminarNunca he estado en Coslada. Una pena.
Muchas gracias por tus palabras, "Zambullida".
ResponderEliminarEn cuanto a Coslada (tengo que hablar con el Ayuntamiento, no sea que esté haciendo propaganda turística), con todos mis respetos, no debe causar "pena" su desconocimiento.
Un saludo.
Antonio... a unas horas que no tocan escucho tu voz grave recitando un soneto. Y lo vuelvo a escuchar. En Coslada vive un "renglón torcido". Quizá es recto y lo que está desviado es el sol... o la luz que no acaba de ser... o las calles ... ¿Es el renglón o su sombra? ¿Es el renglón o la existencia? Me quedo con la duda y con la voz serena de quien dice.
ResponderEliminarUn saludo, profesor
Con total seguridad, Sunsi, lo “torcido” por confuso es el renglón, porque la sombra que lo escribe no domina la caligrafía. De todas formas, esta sombra no se arrepiente de su torpeza: los renglones torcidos son imprescindibles para apreciar los correctamente escritos. Digamos que es una “torcida estrategia”, una manera indirecta de señalar lo que no es. O no debiera ser.
ResponderEliminarGracias por tu interés siempre, y un saludo.
(Y, una vez más, perdona el retraso: si veo un comentario en el móvil, lo publico desde éste, pero para responder necesito un teclado más grande –¡con el teléfono se me haría eterno!–; es decir, volver a casa).
Ese renglón confuso es como una palabra perdida...
ResponderEliminar... y pienso que la soledad de Dios tiene que ser tremenda ahí, en esa ventana.
Y sin embargo, amanece.
Un abrazo.
Leibniz, que era un "optimista metafísico", aseguró que las "mónadas" no tenían "ventanas". No sé, Ana, tal vez pensó que las ventanas del hombre no miraban ningún paisaje que mereciera la pena. Naturalmente, esto es una interpretación absolutamente heterodoxa de la monadología.
ResponderEliminarMuchas gracias, y un abrazo.
Las mónadas son "espejos indestructibles del universo".
ResponderEliminarHe creído entender un poco... mínimamente, pero a saber si lo he conseguido. Nunca creo haber estudiado a Leibniz, y si algo hice, lo olvidé. Siento ser tan ignorante.
Y sin embargo... entiendo a mi manera. Creo sí existe esa ventana, ese mirar personal de cada alma, y creo además, que observa horizontes que merezcan la pena. Pero probablemente yo hablo de otra cosa...
Lo digo, a pesar de mi ignorancia... y ante el reconocimiento de que esa ignorancia a veces es muy atrevida... :)
Un abrazo.
No, Ana, nada de “ignorancias”. Ayer me permití bromear con Leibniz por tu referencia a las ventanas. Lo cierto es que esa particular forma que tiene el filósofo de definir sus mónadas lo único que indica es lo que tú dices, que cada una es reflejo del orden universal. No necesitan “mirar” fuera porque ese “fuera” lo llevan dentro. El orden de la realidad no es más que su trasunto lógico; y “lo que es” es “lo que debe ser” porque es “lo mejor de lo posible”. Por eso se habla de optimismo metafísico; por eso decía yo lo de “ningún paisaje que mereciera la pena”: todos los paisajes de la verdad están en nosotros, aunque nos empeñemos en buscarlos fuera.
ResponderEliminarGracias otra vez por la atención que me regalas.
Un abrazo.