¿Será que el universo, nuestro cosmos , aún no ha aprendido a cultivarse, aún deambula sobre la desolación del caos ? ¿Será que el ser todavía es el paisaje de un paleolítico grandioso que ignora la agricultura de sus astros, que sólo los persigue y caza, y los engulle y continúa errante buscando nuevas presas que le permitan sobrevivir? ¿Será que el neolítico de la noche, el asentamiento y la ciudad del cielo aún no han ocurrido? ¿Que la parte –nosotros– tenía la tarea inmensa de aleccionar al todo, de enseñarle cómo la prehistoria se hacía historia; cómo la horda, grupo; cómo urbe, el páramo y su hostilidad? ¿Será que éramos el docente microorganismo de un macroorganismo depredador? ¿Será que la heroica empresa de nuestra pequeñez era la civilización de un bárbaro inmenso y monstruoso que llamábamos universo? ¿Será que menospreciamos el potencial de nuestra esperanzadora insignificancia, ésa que frente a lo que ocurre se atrevía a pensar lo que debería ocurr...