Ir al contenido principal

La rosa y el eterno retorno

 


                    

 

¡La eterna clepsidra de la existencia dará vueltas incesantemente, y tú con ella, polvo del polvo!

                    F. Nietzsche (La Gaya Ciencia)

                            

 

De pronto una luz nos confunde. Besa

un jardín, una rosa. Descoloca

un tiempo mal vivido…  Y se confiesa

al resplandor la sombra que provoca.

 

Piensa la oscuridad, hace memoria

de un entonces sin ser, ninguneado,

confuso, disponible en otra historia;

inesperadamente iluminado.

 

Un entonces que el alma no sabía

y cree saber de pronto, sin paisaje

ni calendario ni lugar ni día;

un nunca de ontológico coraje...

 

Mientras, la luz eterna y silenciosa

vuelve y vuelve a volver en una rosa.

 

 

 

25 mayo 2021


Comentarios

  1. Crees tú en el éterno retorno, Antonio? Volvemos a vivir una y otra vez la misma vida eternamente.
    Y la libertad, amigo mío?
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Cuando el averroísmo latino allá por el siglo XIII recurrió a la teoría de la doble verdad para justificar las contradicciones entre la razón y la fe, no podía imaginar que siglos después aparecería una rama de la ciencia, la física cuántica, con afirmaciones muy parecidas. Decir que el mundo puede ser “no creado y sin origen en el tiempo” y “creado y con origen en éste” es igualmente verdadero, se parece bastante al limbo existencial en que se queda el pobre gato de Schrödinger. Recurriendo a esto cualquier contradicción aparente entre el eterno retorno y la libertad estaría más que resuelto. Aunque tampoco sería necesario si recurrimos a lo que todo el mundo suele entender por libertad, esto es, la afirmación suprema de la voluntad. Y esto piensa también Nietzsche; con un importante matiz: la voluntad lo que quiere, lo que afirma es la vida, pero no la vida en general o en abstracto, sino esta vida “con cada dolor y cada alegría, con cada pensamiento y cada suspiro”. Claro es que se necesita una voluntad grandiosa para una afirmación tan trágica. Y, consecuentemente, ese querer incondicional, concluye en el eterno retorno de lo mismo. Como escribe el mismo Nietzsche al principio del Ecce Homo: “¿Es esto la vida?, le diré a la muerte . ¡Muy bien! ¡Pues que vuelva a empezar!”

    En cuanto a si yo creo o no en el eterno retorno, mi respuesta es lógicamente cuántica.

    Muchas gracias como siempre, Susi.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

La metáfora amable

El mundo está tenso, enrarecido. Casi todo lo que uno oye o lee es desagradable; y si no lo es, parece contener un inquietante presagio. A los felices veinte del pasado siglo les sucedieron los amargos treinta y los trágicos cuarenta. Latía extraño el hombre, y cuando el hombre late de ese modo, algo podrido cocina la historia. Cientos, miles de veces ha ocurrido así. Para Sísifo –siempre Sísifo–, al final del esfuerzo sólo está la derrota. Su modesto placer de coronar la cumbre es efímero y repetidamente inútil. No hay paz ni paraíso al cabo de la escalada; sólo desolación, tristeza, crueldad, destino… ¿Existe el destino? ¿Debe ocurrir siempre lo que siempre ha ocurrido? ¿Es de verdad la historia la brillante sustitución de la fatalidad natural por la libertad humana o es simplemente la metáfora amable de la ‘ordenada’ crueldad de aquélla? Las especies combaten, y se destruyen y sustituyen. ¿Y las culturas? ¿Y los pueblos del hombre?... ¿Qué de especial creímos ver en los h

La tristeza de la inocencia

Por Julia y a su hijo Julio Me han llegado noticias tristes por ese golpe tan temido de los teléfonos, repentinos y traidores como es su costumbre. Un familiar lejano, una mujer, mayor desde luego, aunque eso... ¿qué importa? …Y  he pensado en uno de sus hijos; un niño detenido por la vida, varado en una luz de infantil inteligencia que oscureció la caprichosa divagación de un cromosoma y nació bendecido de inocencia interminable. He pensado en ese niño, que ha cumplido ya los años de los hombres, aunque no sus soberbias ni vanidades... Y he pensado en la tristeza y el abandono, un abandono en su caso más cruel por la distancia inmensa de los otros. He pensado en el desconcierto de su ternura mirándose al espejo; y en el estupor de su niña memoria ante el beso sin labios de su madre. Un río de pequeños recuerdos; tal vez, algunas lágrimas; un no saber, un  sí sufrir la soledad repentina, inexplicable...Y el dolor de su alma en carne viva golpeándose desconcertada

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc