Hay un chopo enfrente de mi ventana; y una fachada, cercana y alta, al otro lado de ese chopo. A esta hora, de noche presumible y próxima, su sombra en la pared alcanza la talla de la verdad que admira. Se le nota a la sombra que quiere ser su causa, que la intenta imitar, que le reprocha el robo de la luz, que crece resentida de su oscura dependencia… En otros momentos, se arrastra y se somete, pero, en esta hora del día, encuentra la alianza de un muro vertical y triste que sólo sirve para engatusar contraluces. Y ella acude a su socorro cada tarde, más o menos por mayo, para acrecer su ser precario durante unos minutos.
A mí, no sé por qué, esta sombra me parece medio humana.
Hace catorce años de estas palabras (mayo 2008). La sombra sigue ahí, frente a mi ventana, insistiendo en la hazaña intrascendente de competir con la forma vanidosa de un chopo cuando por mayo es posible. Porque sólo entonces la tarde se lo consiente; el resto del año el sol se ausenta por ángulos hostiles a su empeño.
Yo sigo pensando que es una sombra demasiado humana. Después de todo, no es más que la horma inexacta que proyecta un chopo; y nosotros, la imprecisa oscuridad que dejan unos pocos sueños. Aunque en nuestro caso, por desgracia, abandonamos muy pronto la empecinada voluntad debida; esa que en ella no desfallece mayo tras mayo; esa que, sin embargo, nunca le permitirá dejar de ser la sombra vulgar de un simple árbol.
31 mayo 2022
Nosotros somos el árbol que crece orgulloso y vanidoso de si mismo mientras creemos que no dependemos de nada ni de nadie y no nos damos cuenta de que dependemos, como la sombra, del sol. Ambos dependemos del sol que quiera o no iluminarnos.
ResponderEliminarLa sombra se sabe esclava, dependiente,no puede subsistir sin ambos, sin embargo el arbol, ah!, el árbol, está tan pagado de si mismo que ni siquiera tiene conciencia de su vulnerabilidad y crece y muere sin llegar a tener la inteligencia y la humildad suficiente para comprender su existencia.
Un beso, Antonio. Que tengas un buen día.
Muchas gracias por tu interesante reflexión. Mi sombra, aun siendo como las de la caverna platónica él último escalón del ser, tiene una rebeldía parecida a la de Augusto Pérez, quiere ser más que el poco ser que le ha tocado. Si el árbol está conforme con su importancia, el árbol es un cantamañanas óntico. La sombra, sin embargo, es ontológicamente más auténtica.
ResponderEliminarEn eso estamos totalmente de acuerdo. Ya digo, que el árbol es tan necio y vanidoso, que ni siquiera tiene conciencia de serlo.
ResponderEliminarUn beso
Así es
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