Se trata de un recuerdo grato. Todos tenemos rendijas en el tiempo donde guardamos nuestras modestas felicidades. Quizá cuando fueron no las apreciamos lo suficiente; esto ya lo sabía Jorge Manrique. Los momentos amables son como las estrellas: su belleza está en su distancia; de cerca son a veces hostiles. La amabilidad de esta entrada, que he querido recuperar antes de que acabe marzo, está en su vital optimismo (estado emocional al que no soy muy dado) y en el generoso acompañamiento de unos espléndidos comentaristas, para mí de entrañable memoria. Para compartirla conmigo basta clicar en la imagen.