El 5 de abril lo “colgué” en esta red. No sé si alguien lo llegó a leer porque a las pocas horas decidí quitarlo. Me molestaba… y 'apagué el apagón' (puede leerse allí mi arrepentimiento). Por mero azar, haciendo pruebas con un ‘explorador’ que he instalado hoy en la PDA, me lo he vuelto a encontrar con una casualidad deportiva extraordinaria. Y me he dejado arrastrar por la curiosa coincidencia. Vuelvo, pues, a encender mi oscuro hallazgo, aunque sigo sintiéndome incómodo cuando lo leo.
No sé muy bien por qué.
Estaba soñando. Un sueño amargo, espeso, terrible: un apagón en el momento en que España iba a lanzar un penalti decisivo en la Final de la Eurocopa. ¡A la mierda! Total oscuridad. Ni una brizna de luz en parte alguna. Tanteo de muebles. Tropezón… “¡Me cago en…!” Qué manía de poner mesitas bajas en los salones. Una mesita baja no sirve para nada, salvo para interrumpir la trayectoria de la espinilla cuando se va la luz. En el registro, todas las palanquitas en orden. “Será una avería de todo el edificio”. Más tanteo de objetos. ¿Cómo es posible que pueda uno vivir con tantas cosas por medio? Llegada al recibidor. “En el rellano de la escalera estarán las luces de emergencia”. Menos mal, empezaba a ser agobiante esa inutilidad de los párpados abiertos sin fruto de claridad… Pero no, detrás de la oscuridad había otra oscuridad. Empezaba a incomodarme el sueño. Sonaba un silencio raro; en realidad, la única sensación que me llegaba era el olor de las rosas de la terracita del Primero. Por lo menos quince minutos tardé en bajar la escalera. ¿Qué extraño que no se oyese nada? Bueno, como era un sueño, seguro que se había cambiado el día y ya no se jugaba ningún partido de la Eurocopa ni se lanzaba ningún penalti decisivo. Finalmente, el portal. Ahora sí, alguna lucecita tendría que haber en alguna parte: la noche más cerrada nunca llega a ser cerrada enteramente… Pero la calle estaba empapada de oscuridad, de una agobiante oscuridad. ¡Maldito sueño! Fue entonces cuando, suavemente, por el aire se deslizó una vocecita entre asfixiada y llorosa:
–¡Pobre hombre! Y no era tan mayor ¿verdad?... Si es que no somos nadie.
Me entró un sudor frío… Y me desperté de pronto.
Y me di cuenta de que no estaba soñando.
Un gran relato. Afortunado rescate.
ResponderEliminarUn saludo.
Querido Antonio, creo que era la única entrada que me había perdido desde marzo. No sé qué me imaginaba, pero es más triste. Esa oscuridad detrás de la oscuridad y la única compañía del olor de las rosas… con razón no quiero ver el fútbol. Es un pequeño relato muy curioso, pero no me gusta recrearme en la oscuridad que sólo es eso. Quizá en tercera persona fuera menos efectivo, aunque a mí me hubiera parecido mejor solución.
ResponderEliminarPero gracias, recuperar cosas del pasado, como olvidarlas o borrarlas , tiene algo de mágico.
Un saludo.
Muchas gracias, Hernán. La verdad es que hoy estaba un poco vago, y ocurrió la “coincidencia”.
ResponderEliminarUn saludo.
Bueno, Betty B., el sueño es mentira (no como otros que por aquí han salido) y el fútbol, circunstancial. El relato original era en tercera persona, como tú dices preferir, pero hoy me dio el antojo narcisista de la primera; narcisista o masoquista, vaya usted a saber, de ahí el cambio. En cualquier caso, a mí me sigue incomodando; así que no sé por qué demonios lo he puesto de nuevo.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues yo en su día lo vi con el rabillo del ojo, al estilo: "Mira, Antonio ha puesto algo ya. Me tomo un café y lo leo". Hubo café, mas no hasta hoy lectura.
ResponderEliminarMe sumo a los agradecimientos por la recuperación. A mí me gusta.
Abrazos
Pues gracias, Francisco; lo dejaré en su precaria existencia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo he leído con sumo placer, Antonio. Me alegro, pues, de este rescate, tan oportuno en estos días futboleros. Saludos.
ResponderEliminarLo gracioso, Antonio, es que ayer no vi el partido.
ResponderEliminarGracias por tu visita.